
Hubo señales preocupantes en la manera en que los demócratas humillaron al presidente Barack Obama el viernes pasado. No es sólo que hizo una rara visita al Capitolio para pedir el apoyo de los demócratas para su agenda de comercio global. Tampoco que les advirtiera que un voto contra esa agenda sería lo mismo que un voto contra él. Eso fue negativo. Lo peor fue que Nancy Pelosi la líder demócrata y eje de cada victoria legislativa desde que Obama inició su presidencia, incluyendo la asistencia médica, fue quien lo apuñaló por la espalda.
Obama tendrá que rogar, halagar y persuadir para salir de esto. La única forma de recuperar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés) y su credibilidad será revertir la derrota de la semana pasada. Se ha hecho en otras ocasiones. Un buen ejemplo es el rechazo del Congreso al paquete de rescate financiero de Wall Street por u$s 700.000 millones (el programa de alivio de activos en problemas, o TARP) en septiembre de 2008. Se revirtió 72 horas más tarde.
Obama necesita urgentemente encontrar algo en los próximos días. El precio del fracaso para él y para EE.UU. es demasiado alto. Los costos serían de tres tipos. Primero el rechazo de la Autoridad de Promoción del Comercio (TPA, por sus siglas en inglés), o los poderes para negociación por "vía rápida", dejaría a EE.UU. sin una estrategia económica global en un mundo que está cambiando rápidamente. Anularía las posibilidades de sellar el tratado de acuerdos del Pacífico, en el que Obama ha trabajado por tres años. El grupo de 12 miembros cubre cerca del 40% de la economía mundial. También significaría un alto en el progreso de las negociaciones trasatlánticas paralelas, que abarcan cerca de la mitad de la economía mundial.
Luego, eliminaría el elemento más importante del "giro hacia Asia" de Estados Unidos. El mayor argumento de Obama hacia el TPP es que forzaría a China a respetar las reglas globales de comercio e inversión. China no está incluida en el grupo. Tal vez imprudentemente, Obama jugó esa carta china explícita y repetidas veces. Un fracaso de las negociaciones del TPP le daría vida a la iniciativa rival de China, a la que EE.UU. no pertenece. Cualquier escepticismo de que otros tomarían en serio las conversaciones dirigidas por China se terminó el mes pasado cuando los aliados de EE.UU. en la región, incluyendo Australia y Corea del Sur, rechazaron el boicot norteamericano al Banco de Inversión en Infraestructura Asiática, encabezado por China. No hay razón para esperar algún resultado diferente en el comercio. La mayoría de los países preferirían el liderazgo de EE.UU. que el de China. Pero al estar ausente Norteamérica, sólo queda una alternativa. Por último, la muerte de la TPA en manos demócratas le quitaría credibilidad a Obama ante el mundo. Su equipo de comercio, ha asegurado a los socios de EE.UU. en el Pacífico que la promulgación de la TPA era inevitable. Ya que Obama tenía una mayoría de republicanos de su lado, era sólo cuestión de convencer a unos cuantos demócratas que lo respaldaran. Los efectos colaterales podrían ir más allá del comercio. Obama se enfrenta a una fecha límite para concluir las negociaciones encabezadas por EE.UU. con Irán. Este año el Senado norteamericano tomó la medida poco común de aprobar una ley que le daría 60 días para revisar cualquier acuerdo nuclear con Irán. Eso es un paralelo claro con la autoridad de "vía rápida". Obama había insistido en que un acuerdo con Irán no contaría como tratado y por lo tanto que no requeriría aprobación del Senado. Es poco probable que Irán arriesgue las concesiones necesarias si cree que el congreso torpedeará el acuerdo. ¿Cómo podría Irán confiar en las promesas de Obama?
Obama deberá encontrar algo que sea más persuasivo. Una esperanza es que los republicanos salven el día sin que Obama tenga que hacer algo. Después de todo, los republicanos creen en el libre comercio y que el sucesor de Obama, que podría bien ser republicano, heredaría los poderes de la "vía rápida". La derrota de la semana pasada puede haber sido un momento "únicamente posible en el Capitolio" en que la TPA fue aprobada (por una mayoría de ocho) sólo para ser derrotada por otra parte del paquete. Para promulgar la ley entera, se necesita la aprobación de esa parte. Y ambos partidos votaron en contra.
Si pasa en el segundo intento, se salvaría Obama. Pero requeriría que los republicanos voten por algo en lo que desconfían para salvar a alguien que aborrecen (a Obama).
Los republicanos tienen un dilema en sus manos: derrotar al Obama debilitando a EE.UU. o concederle una victoria a su presidente que a la vez salvaría la credibilidad del país.














