Pocas veces unas elecciones generales en Alemania atrajeron tanta atención internacional. El mundo está observando y a la espera del resultado.
Especialmente en Europa todo tipo de decisiones están demoradas hasta tanto se sepa cómo quedará conformado el próximo gobierno en Berlín.
Muchos suponen que si Angela Merkel es reelecta como canciller, quedará liberada para ser más generosa hacia sus socios de la eurozona. O que se verá obligada a armar una gran coalición con el Partido Social Demócrata de la oposición (SPD), con el mismo efecto.
Ambas suposiciones son erróneas. Porque pese a su popularidad, Merkel podría terminar teniendo menos margen de maniobra a partir del 22 de septiembre.
A primera vista, es poco probable que de las elecciones broten sorpresas desagradables. Las encuestas hace meses que no se mueven y en el país no ha ánimo para cambios.
Es precisamente por eso que Merkel es tan popular; tiene 63% de aprobación comparado con el 29% de Peer Steinbrück, su rival en SPD, según un reciente sondeo. La canciller es predecible, lo cual es tranquilizador.
Si fuera candidata a un puesto en Gran Bretaña o Estados Unidos, ella tendría el éxito asegurado. Sin embargo, en Alemania se estará votando una coalición, y nadie sabe con seguridad quién la acompañará en el gobierno.
Merkel podría terminar con una mayoría mínima en el Bundestag con su actual aliado, el partido Democrático Liberal (FDP). Pero tendrá que negociar constantes compromisos con la mayoría SPD-Partido Verde en el Bundesrat, la cámara alta donde están representados los 16 estados federales.
Si no hay tal mayoría de centroderecha en el Bundestag, tendrá que negociar con el SPD o los verdes para formar un gobierno. Una alianza con cualquiera sería matemáticamente posible pero políticamente complicado. Ellos son rivales por instinto de los Demócratas Cristianos de Merkel (CDU). Sin embargo, en política europea tiene opiniones mayormente similares.
Las probabilidades de un gobierno sin Merkel son reducidas: el SPD y los verdes tendrían que depender del apoyo del partido Linke de extrema izquierda para tener una mayoría. Ambos saben que una alianza rojo-rojo-verde sería altamente impopular.
Por lo tanto, la solución más probable y más popular (que tiene una aprobación de 51% entre los votantes) sería una gran alianza de CDU y SPD, como la que Merkel condujo desde 2005 y 2009. El único problema es que los miembros del SPD detestan la idea. Ahí es donde está la incertidumbre.
Los presidentes François Hollande de Francia y Barack Obama de EE.UU. creen que una gran coalición garantizaría mayor crecimiento. No deberían darlo por hecho. Pese a todo el ruido y la furia de la campaña electoral, el próximo gobierno no será muy diferente al actual en lo a que política económica se refiere. El mantra de Merkel solidaridad a cambio de solidez, es decir que Berlín respaldará a sus socios de la eurozona siempre y cuando ellos pongan sus casas en orden, seguirá en el corazón de la política alemana.
El CDU y SPD apoyan el freno a la deuda que exige un presupuesto equilibrado a los gobiernos regionales y federales. También lo aplicaron a sus socios de la eurozona.
En cuanto al manejo de la crisis, es poca la diferencia real entre ellos. Un funcionario del SPD señaló: Ambos queremos estabilizar el euro y la eurozona, pero el SPD es un poco más honesto en cuanto a lo que costará.
Por otro lado, el SPD es firme en que el Mecanismo de Estabilidad Europea (el fondo para rescates financieros de 500.000 millones de euros) no puede usarse para recapitalizaciones directas de bancos en problemas, como le gustaría a Francia, España e Italia. El partido sostiene que es el sector bancario, y no los contribuyentes, el que debe financiar esas recapitalizaciones. En lo que va de la campaña electoral, se debatió muy poco sobre eso.
De una manera u otra, Merkel seguirá siendo canciller. Pero o tiene una diminuta mayoría con el FDP, lo que la dejarán más rehén en su propio partido; o terminará compartiendo el poder con un socio truculento en una gran alianza que buscará una oportunidad para precipitar una nueva elección. Eso no hará más fácil la vida a Alemania.
