Una visita a la muy activa planta de Peugeot en Poissy, un suburbio ubicado al oeste de París, en las orillas del Sena, podría dar la impresión de que todo anda bien en la industria francesa. Mientras de la línea de producción sale un deslumbrante Peugeot 208 prácticamente por minuto, el personal habla de lo orgulloso que está de trabajar en un producto que es la gran esperanza comercial de la compañía.

Este atractivo auto pequeño es el último descendiente del 205, que fue un enorme éxito de ventas en la década de los 80 y es probablemente el producto industrial francés que mejor ha explotado el sentido de la alegría de vivir (joie de vivre) del país, principalmente a través de una memorable campaña publicitaria.

Es un auto soberbio, dijo un operario de la línea de producción del 208, mientras otro agregaba: "Sabemos como hacer un auto chico con estilo. Estamos seguros de que será un gran éxito".

Lo que también es seguro es que Peugeot, lo mismo que toda la industria francesa, necesita desesperadamente alguna buena noticia. También necesita recapturar algo del atractivo que sedujo a las 5,3 millones de personas que compraron un 205. Peugeot enfrenta problemas de caída en las ventas y exceso de capacidad en su país, pero estas dificultades forman parte de un panorama más amplio: el de la rápida declinación de la base manufacturera de Francia.

Airbus, la empresa fabricante de aviones con sede en Toulouse, sigue siendo una fuente de orgullo para un país con un envidiable legado industrial, aunque es un éxito compartido con Alemania. Pero más allá de esto, la última década ha sido desafortunada para la industria francesa. Dado que 355.000 puestos de trabajo fabriles desaparecieron durante los cinco años del reinado de Nicolas Sarkozy en el palacio del Elíseo, el de la desindustrialización ha sido un tema recurrente en las campañas de los políticos que compiten en las elecciones presidenciales del país.

Aunque Sarkozy ha prometido recortar en parte el alto costo de la seguridad social que recae sobre los empleadores franceses, la carga financiera del famoso modelo social del país hace difícil para las firmas de manufactura competir globalmente, incluso en el caso de las que están bien administradas.

Estamos haciendo las cosas lo mejor que podemos, eso es seguro. Realmente estamos dando el máximo. Más allá de los costos laborales, también tenemos otras restricciones porque no hacemos trabajar a la gente bajo condiciones de cualquier tipo, como hacen otros países. Es una restricción enorme, pero hemos hecho progresos muy grandes en la productividad y los costos, mientras simultáneamente mejoraban las condiciones, comentó un gerente de línea de Peugeot.

Gaëlle Monteiller, directora de la planta de Poissy, que emplea 7.500 personas, está convencida de que hay un lugar para la industria en Francia. Señaló que, a pesar de las desventajas, Peugeot ha logrado fabricar el 208 de una manera que es, al mismo tiempo, más barata y más rentable que el modelo que lo precedió. Pero también agregó que, "no se puede mantener una industria, ya sea en Poissy o en Francia, que no sea competitiva".

Philippe Varin, CEO de Peugeot, estimó que en 10 años el costo por hora de un trabajador aumentó 31% en Francia, comparado con sólo 19% en Alemania, aunque el empleado francés lleva menos dinero a su casa. Los operarios de la planta que la automotriz tiene en Eslovaquia le cuestan a la empresa 10 euros la hora, mientras el costo por hora de los de Francia es 35 euros.

Sin embargo, los costos del sistema social son sólo una parte de la razón por la cual la industria de Francia avanza con dificultad detrás de la de Alemania. Aunque el país invierte en Investigación y Desarrollo, sus antecedentes en materia de innovación y de tratar de hacer deseables sus productos no son buenos. Una encuesta reciente de la Comisión Europea halló que 13% de las compañías industriales alemanas admitían no haber hecho nada innovador entre 2006 y 2008; pero en el caso de los franceses, el porcentaje llegó a 47. Matthieu Pélissié du Rausas, un consultor de la firma McKinsey, señaló: Si la situación es que una de cada dos empresas industriales no hace innovaciones durante dos años, eso es increíble; tienen que cambiar

El experto habla de una similar debilidad importante en Francia en el área de Investigación de Mercado, comparado con la forma en que las automotrices diseñan cada auto en Alemania, donde absolutamente cada pieza es sometida a un proceso riguroso en el que le piden a un grupo de foco de usuarios que evalúe cada aspecto"

Los defensores de la industria francesa, por su parte, mencionan sus éxitos en el exterior: Francia tiene más compañías entre las Fortune 500 que ningún otro país europeo. Pero la queja de los trabajadores franceses, y también de los votantes, es que, mientras empresas como Schneider Electric, Saint-Gobain y Lafarge se beneficiaron con la globalización porque se establecieron en mercados extranjeros, la propia Francia no se benefició. Además de contribuir a la tasa de desocupación de 10% que tiene el país, este proceso de deslocalización industrial ha perjudicado seriamente las exportaciones francesas, lo que ayudó a que se registrara un déficit comercial récord de 70.000 millones de euros (u$s 91.860 millones).

Jean-Louis Beffa, que pasó 21 años al timón de Saint-Gobain y ahora está en el directorio de la alemana Siemens, comentó que su país ha sufrido porque, a diferencia de Alemania, favoreció las demandas de corto plazo de los inversores financieros por sobre las necesidades de largo plazo de la industria.

Uno puede ser una compañía muy fuerte, que tiene grandes ganancias en el exterior, y no hacer una contribución en su país porque no exporta, señaló Beffa, quien dijo que está agradecido porque la crisis de la eurozona está obligando a Francia a prestar atención a sus puntos débiles. El directivo agregó que no le parece "que sea demasiado importante si el presidente es Sarkozy o François Hollande [su rival socialista], cualquiera de los dos necesitará aplicar las mismas políticas. Deben darles a los grandes grupos incentivos para desarrollar negocios de exportación, para traer sus intereses de vuelta a Francia".

Por su parte, Gaëlle Monteiller opinó que el público también tiene un papel que desempeñar: los franceses tienen que creer en sí mismos y en nuestra industria. Aquí hay otras ventajas, está el confort, el arte de vivir. Somos atractivos para el mundo, atraemos a gente creativa, a innovadores. Y tenemos un savoir-vivre para exportar.