

El incremento del ingreso de los brasileños que proporcionó la política de valorización del salario mínimo y el aumento del número de trabajadores en blanco en los últimos diez años aumentó el poder de compra de la población.
Esos factores, asociados a la fuerte expansión del crédito en el período, convirtieron a Brasil en el octavo mercado consumidor más grande entre 142 países analizados, según el Foro Económico Mundial, e hicieron que el 96% de los hogares brasileños tuvieran televisores y heladeras, y 98,7% hornos, lo que acercó la presencia de comodidades en las casas brasileñas a la de países desarrollados.
Por otro lado, la oferta de servicios básicos, que depende principalmente de las inversiones públicas, alcanza porcentajes bastante inferiores de población, aunque también registró avances en la última década. El acceso a saneamiento básico, por ejemplo, llega al 55,8% de los domicilios y 31,1% no tienen calle pavimentada, según datos del Sondeo Nacional por Muestra de Domicilios (Pnad) y la Investigación de Presupuestos Familiares 2008-2009 (POF), del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Para el director de estudios sociales del Instituto de Investigación Económica Aplicada (Ipea), Rafael Osório, el aumento real de los salarios con la reducción de la desigualdad de la ganancias permitió un avance de los indicadores que dependen principalmente de los ingresos de las familias. Entre 2001 y 2011, el rendimiento promedio mensual del trabajo avanzó 16%, descontada la inflación del período, según el IBGE. Esa variación fue mucho más expresiva para los sectores de renta más baja.
Según un relevamiento del Centro de Políticas Sociales de la Fundación Getulio Vargas (FGV), basado en la Pnad, en los últimos diez años la ganancia real de renta del 50% más pobre de la población fue de 68%. El crédito total prácticamente duplicó en el mismo período, al pasar de 25% del Producto Bruto Interno (PBI) en 2002 al 51% en agosto de este año.
Esa evolución permitió que las familias aumentaran la cantidad de bienes durables, según Osorio. El economista aseguró que también mejoraron las condiciones de vivienda, con un aumento en la proporción de casas propias y una reducción de más de diez puntos en la cantidad de domicilios con cuatro o más personas.
Avanzó rápidamente todo lo que dependía más directamente de la evolución de la renta de las familias, dijo Osorio, lo que explica la aproximación con los países desarrollados, como Estados Unidos. Según el Pnad, en 2011, 98,7% de las viviendas poseían horno y 96,3% tenía heladeras, avances con respecto a los números de 2001, indicadores similares a los vistos en Estados Unidos, donde 99% de los domicilios poseen el kit-cocina completo, que incluye una pileta para lavar con agua entubada, además de esos dos ítems.
El crecimiento de la formalización en el mercado de trabajo también benefició ese escenario, según el investigador de la FGV Rodrigo Leandro de Moura. Entre 2003 y 2011, los empleados en blanco crecieron 48,1%, contra un avance total de los ocupados de 21,3% en el mismo período.
De Moura considera que los incentivos del gobierno, como las reducciones temporarias de impuestos, también aportaron en ese escenario, además de la caída de precios, favorecida por el ingreso de China como gran productor de manufacturas a nivel global. Productos que aún no tienen presencia importante, como computadoras con acceso a internet, mostraron una rápida evolución en los últimos años. En 2011, 37,1% de los domicilios poseían esa facilidad, cuatro veces más que hace una década.
Mientras tanto, según el IBGE, 60,3% de las casas tiene red de abastecimiento de agua, recolección de basura, cloacas, además de iluminación eléctrica. Según el Censo de población de Estados Unidos, en 2011 solo el 0,6% de las casas no tenían agua entubada, ducha e inodoro con descarga.










