El índice de profesionales calificados que llegan al mercado de trabajo se triplicó en los últimos quince años en Brasil. Según el ministerio de Trabajo, 17,2% de los contratados por primera vez en 1996 tenían, al menos, secundaria completa.

El año pasado, ese índice llegó a 53,9% y, en doce meses hasta agosto, a 56,3%. Que se reconozca la calificación es un incentivo para que los jóvenes atrasen su ingreso en el mercado, de acuerdo a analistas.

El ministerio de Economía, que estudió esos números y definió como 'calificado' al profesional con nivel secundario completo, identificó que en 1996, 1,7 millones de trabajadores accedieron a su primer empleo. En 2011, 3,1 millones de personas ingresaron al mercado laboral, y entre ellos 1,67 millones fue personal calificado.

Jorge Arbache, profesor de la Universidad de Brasilia (UnB) y asesor de la presidencia del BNDES, consideró que dos factores ayudan a explicar la mayor cantidad de jóvenes con estudios que acceden a su primer empleo. Señaló que existe una consistente movimiento, que gana fuerza, de jóvenes que optan por estudiar más, terminar la secundaria e ir a la facultad, en lugar de ingresar inmediatamente en el mercado laboral.

"A comienzos de los años 2000, el mercado comenzó a valorizar más la calificación profesional, lo que se reflejó en salarios más altos. No solo los jóvenes prestaron atención a eso, sino también sus padres, que comenzaron a invertir más en la educación de sus hijos", explicó Arbache. El profesor aseguró que los padres de los jóvenes de hoy tienen más estudio que sus propios padres y, por eso, valorizan la inversión en educación más que las generaciones anteriores.

El otro punto que destacó el investigador es el cambio demográfico que atraviesa la población brasileña. Está cayendo la población más joven mientras crece la adulta. Ese achicamiento en la base de la pirámide etaria tiene una consecuencia directa en la población económicamente activa (PEA). "Cuando observamos la PEA, vemos menos jóvenes llegando al mercado de trabajo. A eso se suma que los jóvenes están pasando más tiempo en la escuela. El resultado es un cambio en el perfil de la PEA, que captura el efecto de ambos componentes", explicó.

Esa modificación en la PEA contribuye al comportamiento que se ve en el mercado de trabajo brasileño. En agosto, la tasa de desempleo estimada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) fue de 5,3%. "Ese aprieto está relacionado con el crecimiento económico y con la demanda de mano de obra que deriva de eso. Pero también tiene lugar un efecto demográfico de mayores limitaciones en el mercado de trabajo (resultado de la contracción de la PEA)", dijo Arbache.

Para José Silvestre, coordinador del Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios Socioeconómicos (Dieese), la mejora en la economía y el aumento de la renta crean condiciones para que avance la calificación, considerando, inclusive, la cobertura "casi universal hasta la escuela secundaria".

Arbache explicó que, en un momento de crecimiento económico y aprieto demográfico, quien está trabajando se ve favorecido, porque el mercado valoriza más la calificación. Sin embargo, evalúa que Brasil perdió el momento de aprovechar esa expansión de mano de obra calificada. "En la década de 1980, la ganancia adicional (para el trabajador) por un año más de estudio era más baja que hoy. Perdimos la oportunidad de calificar a todos, porque estábamos en crisis. Ahora la economía paga un alto precio en costos laborales para corregir eso".

Por costos más altos, Arbache se refiere no solo a la necesidad de más gastos en educación, sino también a la baja productividad del trabajador brasileño y sus salarios. Frente a la falta de mano de obra calificada, se inflan los salarios de quien tiene más preparación. "Es muy bueno para la economía que aumente el índice de jóvenes calificados que ingresan al mercado de trabajo. Pero, como no pasamos esa etapa hace quince años, lo que nos hubiera dado mayor oferta de mano de obra calificada, hoy crecieron los costos del trabajo", dijo.

Silvestre cree que la falta de mano de obra calificada que genera reclamos de las empresas en Brasil tiene lugar en sectores específicos, principalmente en el área de exactas. Las exigencias por calificación no caen en un mercado de trabajo apretado porque el problema está localizado.

La Investigación Nacional por Muestra de Hogares (Pnad) 2011 mostró que se redujo tanto el número de jóvenes que trabajan como el índice de jóvenes que estudian. El número absoluto de estudiantes de entre 15 y 17 años se mantuvo en 8,8 millones entre 2009 y 2011, a pesar de haber caído el índice que ellos representan en el total de esa franja etaria (de 85,2% a 83,7%). En el mismo intervalo de tiempo, se redujo en 319.000 el número de jóvenes de ese segmento que trabajan, pasando de 3,1% de la población ocupada en el país a 2,8%.

Arbache cree que el corto intervalo entre los dos estudios puede haber indicado un "punto fuera de la curva" y que todavía no puede decirse que se trate de una tendencia. Sin embargo, considera que muchas madres pueden estar dejando a los hijos en su casa y volviendo al mercado de trabajo, porque el costo de que un miembro de la familia esté desocupado subió en un escenario de valorización de la mano de obra, algo que se vio en la década del 80.

Otro punto analizado por el profesor de la UnB es que la baja calidad de las escuelas públicas del nivel medio aleja a algunos jóvenes, que no ven beneficios en seguir estudiando más años en esas condiciones.

Ese movimiento aumentó el stock de profesionales mejor preparados. Mientras 41,9% de los trabajadores en blanco en el país tenían escuela secundaria completa en 2010, 70,2% de los 2,2 millones de contratos líquidos el año pasado estaban en el mismo nivel. Lo mismo ocurrió en la enseñanza superior. Los trabajadores con esa calificación son 16,5% del total, pero en 2011, en 25% de los contratos se registró ese nivel de escolaridad.