Alemania, un espejo donde mirarse
El desafío de un país altamente industrializado de descarbonizar su economía y virar su matriz energética hacia fuentes de generación renovables y 100% de eficiencia está en marcha. Las claves del modelo germano y su contrapunto con el argentino.
Hace más de una década, Alemania emprendió la llamada "transición energética" (die Energiewende) para pasar de una matriz basada en carbón, petróleo, gas y energía nuclear, a otra sustentada por energías renovables, sin que esto afecte su actividad industrial.
Hoy, el 35% de la demanda eléctrica de la "locomotora europea" proviene de fuentes renovables como eólica, solar, biogás y biomasa (aunque la cifra es bastante menor en los sectores de calefaccionado y transporte), según datos de EcoLogic Institut, uno de los think tanks de la política ambiental germana. El compromiso es pasar a más del 40% en 2020 y llegar, en 2050, a cubrir el 85% de su demanda con fuentes limpias y lograr el 100% de eficiencia energética.
Aquí y allá
Aquí las comparaciones son odiosas, pero ilustrativas: la Argentina, un país con la mitad de la población y el PBI per cápita de Alemania, pero con un territorio más extenso y mayor capacidad eólica y solar por su situación geográfica, tiene actualmente menos del 4% de su matriz eléctrica basada en energías limpias y -según la Ley de Energías Renovables- llegará al 20% en 2025.
En el país germano, la transición energética tiene tres pilares. "La transformación del modelo de negocios desde las grandes centrales energéticas hacia la generación descentralizada de energía en cada hogar; la fijación de metas concretas de reducción de emisiones (de gases efecto invernadero) por parte de los gobiernos nacionales y locales; y la participación de los ciudadanos que generan energía en sus propias casas para autoconsumo y para volcarla a la red", explica Stefan Schurig, director de la Comisión de Clima y Energía del World Future Council.
Y aquí una nueva diferencia con el modelo argentino, basado en grandes licitaciones (el Plan RenovAr 1 y 1.5 lanzado por el actual Gobierno promete obras por más de 1.000 MW, pero su principal escollo es la financiación). En Alemania, cada comunidad de vecinos puede invertir en aerogeneradores o paneles fotovoltaicos, e incluso muchos productores rurales lo hacen para complementar ingresos o financiar sus actividades tradicionales. Así lo confirmó Reinhard Christiansen, miembro de la Asociación Eólica Alemana, uno de cuyos aerogeneradores fue visitado por esta cronista tras subir a 85 metros por una interminable escalera marinera.
La participación de comunidades y pequeñas empresas es alta. "Más del 90% de los proyectos eólicos y solares son llevados adelante por pymes, comunidades y municipios, y menos de un 10% están a cargo de grandes desarrolladores", destaca Rainer Baake, secretario del Ministerio de Asuntos Económicos y Energía.
El sistema federal alemán permite a los estados (provincias) un amplio manejo de sus recursos y políticas energéticas. Schleswig Holstein, por caso, sobre el Mar Báltico y lindero a los países escandinavos, produce más energía eólica de la que consume, y exporta parte de esta a Dinamarca, Suecia y Noruega.
Tanto la generación y el transporte como la distribución de la energía eléctrica están en Alemania a cargo de empresas diferentes y no integradas. El nivel de competencia es muy amplio, ya que se puede elegir entre más de 20 proveedores para el servicio eléctrico de alcance nacional. Páginas web como Check24.com permiten a los usuarios comparar precios y servicios, así como contratarlos y darlos de baja de manera sencilla y transparente.
Tal vez uno de los símbolos de esta transición es el "Búnker Energético", en la ciudad de Hamburgo (ver recuadro), un refugio antibombardeo de la Segunda Guerra Mundial transformado en planta de energías renovables con paneles solares en su techo y un enorme biodigestor en su interior.
En los últimos años, los avances tecnológicos han permitido reducir drásticamente los costos de operación y mantenimiento de las plantas de energía limpia, así como ampliar su capacidad de generación al punto de poder sustituir a las fuentes energéticas convencionales.
El compromiso con la transición energética abarca tanto al gobierno y a los ciudadanos como a las empresas, que "tienen sus propios compromisos de eficiencia energética y reducción de emisiones". Así lo confirma Carsten Rolle, director del departamento de Energía y Política Climática de la poderosa BDI (Bundesverband der Deutschen Industrie), la UIA alemana que agrupa a más de 100.000 empresas con 11 millones de trabajadores (casi 4 millones fuera de Alemania).
"Hoy, la discusión no pasa por el cambio hacia energías renovables, sino por cómo lograr mayor eficiencia sin perder competitividad ni empleos", advirtió el dirigente industrial.
Voces críticas
A pesar de los avances en este camino, también hay voces críticas. "Se viene realizando un gran esfuerzo para la transformación de nuestra matriz energética. Sin embargo, no se logró una reducción significativa de emisiones. Alemania no está cumpliendo con sus objetivos a 2020", apuntó Malte Hentschke, vocero de Klima Allianz, organización integrada por más de 100 entidades ambientalistas germanas. "Algunas industrias, como la automotriz, están fallando en sus esfuerzos. Hoy deberíamos tener más de 1 millón de autos eléctricos circulando en el país y lo que tenemos son compañías que fraguaron sus reportes de reducción de emisiones", disparó.
En la ratificación del Acuerdo de París sobre cambio climático (del que los Estados Unidos, segundo emisor mundial, acaba de anunciar su retiro), Alemania propuso reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 55%, comparadas con 1990 (el compromiso asumido por la Argentina para el mismo período es de un 15% de reducción de sus emisiones, habida cuenta de su menor responsabilidad histórica en el calentamiento global).
Según Agora Energiewende, un centro de estudios que agrupa tanto a científicos como a líderes políticos, "esto implicaría duplicar el porcentaje de renovables como fuentes de energía primaria y reducir, por medio de la eficiencia energética, un 30% el consumo total de energía comparado con el actual". La buena noticia, dicen los expertos de Agora, es que "las tecnologías necesarias para lograr esta transformación están disponibles y su costo está bajando".
Si la locomotora europea logra empujar este tren de cambio, varios países se sumarán por la misma vía.
Un búnker para el clima
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, uno de los pocos edificios que quedó en pie en la ciudad de Hamburgo fue un búnker antibombardeo de acero y concreto. Más de 70 años pasaron con el edificio en ruinas hasta que aquel símbolo bélico fuera rescatado para reconvertirlo en una moderna planta de energías renovables que hoy abastece a casi 3.000 hogares.
Gracias a una inversión cercana a los 30 millones de euros, el municipio y la compañía Hamburg Energie reconstruyeron el antiguo refugio bélico y lo transformaron en una moderna planta de generación energética con paneles fotovoltaicos en su techo, un enorme biorreactor en su interior que convierte la basura en biogás, equipos transformadores y un buffer con capacidad para almacenar 2.000 m3 de gas metano.
En esta planta también se puede procesar y almacenar la energía solar que generan miles de hogares con paneles fotovoltaicos en sus techos, para ser volcada nuevamente a la red en cuanto sube la demanda.
Los trabajos comenzaron en 2011 y dos años después la planta fue inaugurada. Hoy, las personas pueden visitarla durante los fines de semana y subir a la terraza del octavo piso, cuyo techo está cubierto por paneles fotovoltaicos y ofrece una vista única de la ciudad y el puerto, y las granjas eólicas circundantes.