

La Antártida ha sido testigo de un evento, un iceberg de dimensiones colosales se ha desprendido de la plataforma de hielo Jorge VI, alterando drásticamente el paisaje marino. Este fenómeno ha sorprendido por su magnitud y por las revelaciones científicas que ha dejado a su paso. La fractura del hielo ha expuesto una zona submarina oculta durante siglos, lo que ha permitido el descubrimiento de especies marinas hasta ahora desconocidas.
Los científicosque han investigado la zona quedaron asombrados al detectar un ecosistema inexplorado, adaptado a condiciones extremas de oscuridad y aislamiento. La investigación ha abierto nuevas líneas de estudio sobre la biodiversidad en entornos aislados, planteando preguntas fundamentales sobre la evolución y la resiliencia de la vida marina en laAntártida.
Un hallazgo científico sin precedentes tras el desprendimiento del iceberg
Un iceberg de dimensiones colosales ha alterado el equilibrio del sur de la Antártida tras separarse de la plataforma de hielo Jorge VI, una de las más extensas y hasta ahora estables del continente. El fenómeno ha despertado el interés de la comunidad científica internacional por sus consecuencias ecológicas que ha dejado a su paso.

El bloque, identificado como A-84, se desgajó a finales de 2024 y, en apenas un mes, recorrió 250 kilómetros sobre el océano Antártico. Sus 30 kilómetros de largo por 17 de ancho, dimensiones ligeramente inferiores a las de Madrid, lo convierten en una de las estructuras de hielo más grandes en desprenderse de esa región en los últimos años. Imágenes satelitales de la NASA revelan la rapidez del desplazamiento, lo que ha sorprendido incluso a los expertos.
El retroceso del hielo dejó al descubierto un fragmento del fondo marino que permanecía cubierto por una gruesa capa de hielo de unos 150 metros de espesor. El hallazgo permitió a un grupo internacional de científicos, que se encontraba navegando en el buque RV Falkor Too, modificar su ruta y explorar el área recién liberada.

Una región submarina sellada durante siglos
Durante diez días consecutivos, el equipo empleó el vehículo robótico SuBastian para sumergirse hasta 1.300 metros y documentar un ecosistema inédito: corales copa, esponjas gigantes, peces de hielo, pulpos, arañas marinas y otras formas de vida desconocidas emergieron ante sus cámaras en un entorno sin luz solar directa ni aportes superficiales de nutrientes.
"Aprovechamos el momento, cambiamos nuestro plan de expedición y nos pusimos manos a la obra para observar lo que estaba ocurriendo en las profundidades", explicó Patricia Esquete, codirectora científica del proyecto y miembro del Centro de Estudios Medioambientales y Marinos de la Universidad de Aveiro.
La posible existencia de una nueva especie de isópodo y la diversidad registrada asombran por su capacidad de adaptación a un entorno tan aislado. La hipótesis principal es que las corrientes marinas profundas habrían transportado nutrientes desde otras zonas hasta este ecosistema sellado. No obstante, el mecanismo exacto sigue sin confirmarse y será objeto de futuros análisis por parte de los organismos participantes en la expedición.












