

Una práctica tan rutinaria como tomar un medicamento con receta médica podría convertirse en un verdadero quebradero de cabeza para cualquier conductor si coincide con un control de drogas en carretera. Así lo ha advertido un agente de la Guardia Civil, quien ha arrojado luz sobre las limitaciones de los test de estupefacientes que actualmente se emplean en España.
Pese a la tecnología utilizada, estos dispositivos pueden ofrecer resultados confusos que afectan incluso a quienes no han consumido drogas ilegales recientemente.
Test de droga: positivos por medicamentos y consumos antiguos
Cada año, la Guardia Civil realiza en torno a seis millones de controles de alcoholemia en todo el país, pero apenas unos 200.000 test de drogas. Esta diferencia no es casual. Los dispositivos que detectan estupefacientes en saliva escasean y resultan caros, por lo que los agentes los emplean únicamente cuando detectan síntomas específicos en los conductores.

Uno de los escenarios más habituales ocurre cuando una persona presenta un comportamiento alterado pero da negativo en el test de alcoholemia. En esos casos, se procede al conocido "test del bastoncito", en el que se empapa una muestra de saliva y se introduce en un lector. El resultado se obtiene en cuestión de segundos. Sin embargo, según admiten desde la Guardia Civil, estos test "fallan bastante".
El problema principal radica en los falsos positivos o en detectar restos de sustancias consumidas días antes, cuando ya no producen efecto alguno. En estas situaciones, el conductor puede solicitar una analítica de sangre que permita establecer con mayor precisión la cantidad presente en el organismo, ya que el test rápido solo indica la presencia, sin cuantificar.
Alcoholemia y certificados médicos: claves para evitar sanciones injustas
La fiabilidad de los controles se ve aún más comprometida cuando entran en juego ciertos medicamentos. Según ha explicado un agente de la Guardia Civil, "tenemos que guiarnos por lo que dice el aparato, y si hay un positivo nos lo creemos". Esto implica que incluso tratamientos recetados por un médico pueden dar lugar a una sanción si el resultado del test es positivo.

Ante esta posibilidad, los agentes recogen el informe del conductor en el que se indique el medicamento consumido y lo remiten, junto a la muestra, a un laboratorio especializado. Allí se analiza si la sustancia detectada corresponde al tratamiento declarado. "El laboratorio es quien decide", afirma el agente, aunque en última instancia el afectado puede llevar el caso a los tribunales si considera que se trata de un falso positivo.
Por ello, resulta imprescindible portar siempre un certificado médico que acredite cualquier tratamiento en curso. De este modo, se pueden evitar malentendidos con la Guardia Civil y prevenir consecuencias legales innecesarias derivadas de una prueba de drogas que, en algunos casos, podría no estar midiendo lo que verdaderamente importa.












