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El Gobierno concentra sus cartuchos en evitar un impacto inflacionario antes de las elecciones. La volatilidad de las tasas y el movimiento en el tipo de cambio parecen no haber impactado en la suba de precios. El segundo semestre es el desafío inmediato en materia de precios.

Con más de tres semanas de volatilidad en las tasas de interés tras el desarme de las LEFI y el tipo de cambio que subió cerca de 6% en el mes y encontró un nuevo margen de flotación por encima del medio de la banda, los analistas insisten en que no se observa un traslado a precios.

Las estimaciones de julio dan cuenta de que la inflación tendrá como piso el nivel registrado en el mes anterior (1,6%) y oscilan hasta el 2%. La explicación se encontró en la suba de los precios regulados, especialmente de los combustibles. Los alimentos tuvieron subas semanales en promedio por abajo de junio e incluso con una semana de deflación (-0,2% en la cuarta semana según LCG).

"A pesar de la suba en el tipo de cambio en las últimas semanas, no se advierte por el momento una aceleración de precios, lo cual indica que las expectativas de inflación se mantienen ancladas en estos niveles de entre 1,5-2%, ayudado por una economía más tímida que hace unos meses. Siguen siendo valores propios de un régimen de inflación moderada (20-30% anual) que costará reducir, no sólo por los elementos inerciales prevalecientes, sino por los dilemas pendientes de resolución: nivel cambiario, cuentas externas, mayor énfasis por estimular la economía", analizaron desde LCG.

La contención de los precios estacionales y el freno en los regulados, incluyendo una caída de los combustibles, aunque luego se revirtió, y un mensaje a las empresas para que no pasen listas sino que administren la oferta, asistió al sostenimiento del proceso de desinflación en los meses previos, observaron desde Eco Go.

La volatilidad cambiaria tuvo un efecto limitado sobre la inflación por varios factores, que exceden a los otros elementos que componen el indicador de precios al consumidor. Entre los que atañen directamente al dólar, se cuenta el hecho de que la suba no fue por un salto devaluatorio, sino que se trató de aumentos con un margen de volatilidad y gradualismo.

"En nuestro informe de alimentos y bebidas, mientras que el tipo de cambio subía, nuestro relevamiento se desaceleraba semana a semana, hasta con mínima deflación en la última semana de julio relevada", analizó Florencia Iragui, de LCG.

Este aumento además se dio luego de la primera semana del mes, en la que las empresas ya habían entregado las listas.

La absorción de pesos por parte del Tesoro también limitó el impacto, sobre todo al restringir la disponibilidad de pesos que se podrían volcar al consumo, en especial al masivo, que ya está golpeado por la pérdida de poder adquisitivo que se dio en el año, que ronda el 5,5% hasta mayo según datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA).

Por otro lado, el enfriamiento de la actividad restringe el traslado a precios, y las importaciones se superponen a ese escenario, aumentando la competencia con otras estructuras de costo. Desde Eco Go estimaron que la actividad en el segundo trimestre de 2025 se contrajo un 0,7%, mientras que desde Orlando Ferreres esperan una suba del 0,7% mensual para julio y un segundo trimestre con un aumento del 0,5% respecto del anterior, "mostrando una desaceleración respecto de la suba de 1,3% que había registrado el primer trimestre".

El segundo semestre

Si bien los analistas no esperan que el efecto de la suba del tipo de cambio impacte de lleno en agosto, no descartan que exista alguna absorción por parte de los precios del mes siguiente.

La suba de las tasas agrega dificultad en un crédito que acusa recibo de las dificultades de pago y que complica el horizonte de la actividad.

El encarecimiento del crédito podría restringir el consumo, en especial de los bienes durables, segmento que todavía mostraba dinamismo. Esto podría disuadir de aumentos de precios.

Otra dimensión que suman desde Eco Go es que "dificulta el ajuste deflacionario de la economía en un contexto donde el freno observado en el nivel de actividad desde febrero empieza a afectar la recaudación", condición necesaria para la baja de impuestos.

Noelia Torres, economista de Paridad en la Macro, explicó que "la tasa de interés es el costo de oportunidad de no consumir en el presente. A lo sumo con estas tasas puede haber una mayor retracción del consumo. La pregunta es cuánto de eso se va a traducir en una baja de precios".

En esta línea, planteó que es difícil que haya un efecto sobre los precios de los alimentos, pero es más esperable que lo haya sobre los no transables.

Hacia adelante, el mantenimiento de las tasas funciona además para contener posibles aumentos del tipo de cambio.

"Vienen meses distintos a los que pasaron. Va a haber una menor entrada de dólares porque terminó la cosecha gruesa, aunque con el anuncio de la baja de retenciones al campo, el que todavía no había liquidado puede tener el incentivo a hacerlo. Hay elecciones, y siempre en Argentina esto es una variable a agregar", indicó Iragui.