El resultado electoral y las tensiones financieras que lo siguieron están poniendo a prueba la paciencia del mercado con la Argentina. Con un elemento extra. Por un lado, crecen las dudas sobre si "esta vez será distinto" y si el país podrá salir de su prolongado estancamiento después de la piña que recibió el Gobierno. Por el otro, empiezan a procesar las nuevas canciones que está interpretando Axel Kicillof, gobernador y probándose el traje de candidato presidencial. En estas horas la gran pregunta es cuándo suena la banda de Caputo. Es decir, cuándo llegará el momento en que el tipo de cambio mayorista que usa como referencia el Banco Central llega al nivel en que el organismo que conduce Santiago Bausili se vería obligado a vender divisas para revertir o frenar la suba del dólar. El viernes pasado aparecieron en las pantallas de los operadores órdenes de venta al precio exacto del techo de banda, pero nadie se las llevó. Este lunes el dólar se acercó un poco más, pero el techo, hoy en casi $ 1475, no fue alcanzado, según la evolución del precio en tiempo real que mostraban las pantallas del mercado A3. Y el BCRA sigue sin intervenir. Que aún no haya intervenido el Central no apagó el debate entre analistas y operadores sobre la expectativa de vida que se le está dando hoy al sistema de bandas cambiarias. Nadie habla del piso, desde ya, que hoy quedó abajo de los $ 950. "La impresión que prevalece es que la banda tiene los días contados", comentaron en una mesa de dinero de las que más volumen maneja, ante la consulta de este diario. "Si el Gobierno, como dice el Presidente Milei, se aferra al equilibrio fiscal en 2026, podría tener la oportunidad de cambiar el esquema cambiario y así activar la compra sostenida de dólares para engrosar las reservas", especulan. En Economía están convencidos de que su modelo funcionará, y que cuanto más cerca está el tipo de cambio del techo de la banda, más incentivo tendrá el mercado, con la inflación actual y la proyectada, a "hacer tasa" invirtiendo en letras en pesos, a pesar de que el Tesoro inició el proceso de bajas de tasas. La duda, en todo caso, es qué tan baja podrá ser la tasa de interés antes de que el mercado, como dijo hace un tiempo el JP Morgan "se tome un respiro" del carry trade y se vuelque a los dólares. El drama es que si la tasa no baja, la economía no levantará temperatura. Y eso lo sabe el bolsillo del votante. En el Central no dan pistas "porque no podemos revelar los próximos pasos porque sería adelantar decisiones de política monetaria". En el equipo económico ven con alivio que la suba del tipo de cambio no está pegando muy fuerte en el IPC. "Estamos viendo grandes avances. Hace dos años los precios se adelantaron a expectativas cambiarias. Estos meses desde julio sobre todo pareciera que esperan. Al menos en este orden de magnitud. Es muy alentador" redondea un funcionario. Los analistas siguen con atención las explicaciones oficiales, que se transmiten principalmente por el canal de streaming Carajo los jueves a la noche, pero la desconfianza sigue ahí, creciendo a la par del riesgo país, que ya se acerca a los 1200 puntos. Y en este clima ya de por sí pesado, apareció Axel Kicillof con sus nuevas (¿nuevas?) canciones. Gran ganador del domingo electoral, surgió como firme candidato a competir por la presidencia en 2027. Asomar como candidato dos años antes no lo ayuda. Tampoco la maldición que recae sobre los gobernadores bonaerenses que quieren ascender a presidente. Tampoco sus antecedentes como ministro de Economía, nada menos. Pero Kicillof ya está en la cancha y salió a jugar con canciones, hay que decirlo, con gusto a viejo. Al menos es lo que se puede decir tras conocer las definiciones que empezó a entregar en las últimas horas. Se manifestó en contra de la apertura de la economía y puso como ejemplo la política arancelaria que está aplicando Donald Trump en los Estados Unidos. Habla de que el mundo se volvió proteccionista, pero los números del intercambio comercial global apenas han variado. Volvió a poner como víctimas de la apertura de importaciones a los sectores que se autopercibe sensibles, como la industria textil o los juguetes, dos clásicos a la hora de defender el cierre de la Aduana para ciertos productos. Uno de los puntos más preocupantes: Kicillof dice que el déficit fiscal o superávit fiscal son objetivos transitorios. Y que la inflación "no es solo un fenómeno monetario. "¿Otra vez vamos a hablar de la inflación multicausal? También dijo que será necesario sentarse otra vez a la mesa con el FMI, porque dio a entender que esa deuda es "impagable". Y finalmente, se metió con el sector energético. Definió sin medias tintas que el sector debería trabajar con dos precios. Uno internacional para exportar y uno distinto (menor) para abastecer al mercado interno. Es decir, defendió la política energética que convirtió el superávit energético en déficit energético y se terminó fumando las reservas del Banco Central, que llevó a lo que el kirchnerismo llamó "restricción externa" y a la inflación imparable. Defendió, por añadidura, la política de subsidios tarifarios. Estas últimas definiciones circularon con frenesí este lunes por el círculo rojo en general y por el sector energético en particular. "Es una locura que siga pensando así, por suerte faltan dos años y habrá tiempo para intentar convencerlo" dijeron en una de las petroleras más activas en Vaca Muerta. "Todavía no entendió que el 80% de Vaca Muerta se exporta, y que si pretende restringir la libertad de precios tranquilamente puede matar a Vaca Muerta" decían en otra firma del rubro. Los observadores siguen con mucha atención la relación entre Kicillof y el círculo rojo. Una relación que comenzó a descongelarse hace un año y que ahora parece empezar a profundizar. Lo cierto es que las canciones de Kicillof empiezan a captar la atención del círculo rojo. Mientras el mercado dirime si la banda cambiaria de Caputo se parece o no a aquella formación musical del ex Les Luthiers Ernesto Acher, conocida como "La banda elástica".