El giro en la tendencia es muy marcado, tal vez tan brusco como suelen ser los cambios de ánimo y expectativas de los argentinos respecto de la economía, que pasa tantas veces del éxtasis a la agonía, y viceversa.
De golpe, tras las elecciones y con el respaldo de Estados Unidos, la población que aún mantiene su tendencia a dolarizarse como se vio en los últimos meses, ahora en parte parece más convencida de que el Gobierno tal vez consiga mantener el dólar estable y entonces, el peso se fortalezca al menos por un tiempo más.
cAsí se ve un novedoso indicador que está publicando la Universidad de San Martín, que se llama el Índice de Confianza Social en la Moneda, una medición que trata de de reflejar en una medición cuánto se cree en el peso y en el dólar según su uso, pero también incluye una encuesta sobre la expectativa respecto de su fortaleza o debilidad futura. Los resultados son llamativos en la edición de noviembre respecto de octubre.
“La moneda organiza mucho más que intercambios económicos: estructura relaciones de confianza entre el Estado, la sociedad y el futuro. En la Argentina, donde la estabilidad monetaria ha sido históricamente intermitente, la confianza en el peso constituye un termómetro privilegiado de la legitimidad política y la cohesión social”, escriben en el trabajo que encabeza el sociólogo Ariel Wilkis.
La principal novedad del relevamiento es el cambio de tendencia en noviembre respecto de octubre en la expectativa de la gente sobre la capacidad del Gobierno de evitar una devaluación y por ende mantener el tipo de cambio contenido y fortalecer el peso. Sobre un estudio de 1117 casos de alcance nacional, el 42% de los encuestados está “muy” o “más o menos” de acuerdo con la expresión “confianza en que el Gobierno estabilice el valor del peso”, mientras el 35% no confía en que pueda lograrlo.
En apenas un mes, después de la elección, el rechazo más duro a la idea de un súper peso disminuye 10 puntos, mientras que la categoría “muy de acuerdo” y “totalmente de acuerdo” crece 6 puntos, “sugiriendo un movimiento significativo en las percepciones públicas” contrasta el trabajo. Como si la elección, más el respaldo de los Estados Unidos, hubieran destrabado dudas al menos en una parte de los consultados respecto de la sostenibilidad del tipo de cambio a corto plazo.
La expectativa tiene fuertes diferencias según edad y género. Si bien los hombres encuestados muestran una caída muy importante del pesimismo fuerte y un alza del optimismo moderado, son las mujeres las que protagonizan el mayor salto en la opción “muy de acuerdo” con que el Gobierno fortalezca el peso.
Además, son las personas que tienen entre los 30 y 59 años quienes más registraron un aumento significativo del optimismo fuerte, en tanto que los mayores de 60 años se convierten en el núcleo etario más optimista, con el mayor crecimiento del “acuerdo pleno” con la idea de que el dólar seguirá bajo control y se fortalecerá la moneda nacional.
Pago vs. futuro
En tanto, el Índice de Confianza Social de la Moneda estrictamente de noviembre muestra un indicador de 2,90 puntos sobre 5, confirmando un escenario de “estabilidad frágil”, señala el trabajo, es decir, en el que “el peso funciona para la vida diaria, pero persisten dudas sobre su valor futuro”.
El índice se compone de cuatro dimensiones fundamentales: expectativas de valor futuro del peso; confianza en el peso como reserva de valor; confianza en el peso como unidad de cuenta; y confianza en el peso como medio de pago.
“La desagregación revela una estructura marcadamente asimétrica”, advierte el documento. Las expectativas de valor continúan en niveles bajos (2,92). La confianza del peso como reserva de valor es aún menor (2,53), y constituye “el principal lastre” del índice.
En cambio, las funciones transaccionales tienen un puntaje de 3,70, y como medio de pago llega a 3,91. “En síntesis, la moneda mantiene legitimidad operativa para pagar y calcular, pero persisten dudas severas sobre su capacidad para preservar valor en el tiempo y proyectar estabilidad futura”, concluye el análisis.
El estudio compara la confianza del peso y del dólar según las funciones que cada moneda cumple en la economía argentina. Los resultados confirman una dualidad monetaria estabilizada: El dólar supera al peso como reserva de valor (3,21 vs. 2,53) y el peso predomina ampliamente como unidad de cuenta (3,70 vs. 2,78) y medio de pago (3,91 vs. 2,46).
“El peso, por lo tanto, organiza la vida cotidiana, mientras que el dólar continúa siendo la referencia de ahorro y resguardo ante la incertidumbre”, se determina. “En vez de una “competencia” entre monedas, hay un reparto de tareas: el peso organiza la vida diaria y el dólar organiza la relación con el futuro”, completa.
De hecho, la tendencia a dolarizarse no cesó en lo más mínimo este año sino que desde que se abrió el cepo, a mediados de abril, la compra de divisas para atesoramiento superó los u$s 29.000 millones según datos del Banco Central, lo que genera el contraste de que mientras la gente “confía” en que el Gobierno reforzará el peso, también aprovecha para sumar dólares como si supiera que nunca eso dura para siempre.
Una de las expresiones más claras de que el dólar siempre es protagonista en la cabeza de los argentinos es la publicidad que se ve por estos días en la vía pública sobre la última temporada de Stranger Things, que reza “cuando conocimos a Once -la protagonista- el dólar valía $14”. La serie arrancó en 2016. Otro capítulo para cuando se reedite el libro “El dólar, una moneda nacional”, de Mariana Luzzi y justamente Ariel Wilkis, el autor del estudio que se recoge en la nota.