Mauricio Macricerrará en seis días su presidencia todavía sumergido en un dilema. ¿Se lo valorará como el primer Presidente no peronista en cumplir su mandato desde Marcelo Torcuato de Alvear en 1928, o en el archivo pesará más haber inaugurado la lista de jefes de Estado electos desde el regreso de la democracia que no pudieron ser reelectos?
El primer interrogante no invalida al segundo, ni viceversa. Por un lado, en Cambiemos valoran estar a punto de concluir un mandato de cuatro años en el que, entienden, prevaleció la institucionalidad, se profesionalizó el rol del funcionario de carrera, se le quitó una connotación política a cada acto del Estado y se logró apartar la corrupción de la gestión.
Pero también Macri cierra su ciclo presidencial con el sinsabor que representa no haber podido cumplir ninguna de las metas económicas que se había fijado, con la inflación y la pobreza por encima de los valores que se registraban cuando asumió, sumado a niveles de actividad económica en negativo y a una saga de devaluaciones del peso que, en un período de sólo 20 meses, pasó de los $ 20 por dólar a los $ 63 actuales, con furioso cepo incluido.
El presidente Macri, al momento de su asunción en 2015
De qué manera se reconfigurará Macri como líder de la oposición es lo que se preguntan muchos en el todavía oficialismo. Ahí es donde los más de 40 puntos que logró en la elección del 27 de octubre toman un valor extra, que se añade al ya citado hecho de poder concluir el mandato en tiempos de una región alborotada, con Argentina ajena a esas crisis, al menos desde lo social.
Otro dato que alimenta la ilusión macrista hacia lo que viene tiene que ver con la gran cantidad de dirigentes del arco de Cambiemos que terminaron ilesos de la administración de estos cuatro años. En Casa Rosada creen que excepto Marcos Peña, desgastado al extremo tras la frustrada última aventura electoral, la mayoría de los ministros que terminan se van con niveles de imagen medianamente positivos.
Citan los casos de Carolina Stanley, en Desarrollo Social, de Guillermo Dietrich, en Transporte, de Germán Garavano, en Justicia, de Rogelio Frigerio, en Interior, de Dante Sica, en Producción, Patricia Bullrich, en Seguridad, o Andrés Ibarra, vicejefe de Gabinete y secretario de Modernización. Suman también a ese grupo a Hernán Lacunza, ministro de Hacienda el último trimestre, y a referentes de María Eugenia Vidal en Provincia, como su jefe de Gabinete Federico Salvai. Y agregan también a toda la estructura de Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires.
“Tenemos especialistas en cada sector, ya gobernamos y el expertise está para volver a hacerlo. El armado, nacional y en las provincias, será mucho más fácil de cara al futuro , sostienen fuentes del Gobierno, comparando lo que costó diseñar los equipos en 2015. Aunque esa enorme cantidad de nombres también generó un problema.
Ninguno de ellos quedó con cargos fijos dentro del Congreso, espacio donde como oposición Juntos por el Cambio saldrá a jugar sin demasiadas referencias de peso, después de las salidas de la presidencia de Diputados del hoy díscolo Emilio Monzó, y en el Senado, de Gabriela Michetti y Federico Pinedo. “Cuando armamos las listas jugamos a ganador y nos guardamos ministros que nunca llegaron a ser. Eso terminó siendo un error , reconocen, ante la anemia de líderes en el Congreso.
Así, Macri seguirá atento las disputas políticas de los primeros meses de gestión de Alberto Fernández, aunque ajeno de la actividad cotidiana, en modo descanso después de 12 años de gestión, entre Ciudad y Nación, que son 24 si se cuenta el período en que fue presidente de Boca. Pero el reposo no se extenderá demasiado. El Presidente se siente todavía líder de su tropa y cree que su figura seguirá siendo trascendente en el corto plazo. Mirar el período 19-23 desde afuera de la Rosada no es lo que imaginó, pero es lo que habrá, y Macri saber que deberá readaptarse a esa circunstancia que ya conoce. Encabezar la oposición.