

En medio de la calma financiera, los números que retratan la economía de la gente de a pie no le dan respiro al Gobierno. Hoy, cuando las autoridades económicas todavía no habían terminado de festejar los datos del EMAE de septiembre, se conocieron las cifras de consumo y mostraron un cuadro menos favorable. Con una inflación que se amesetó cerca del 2% mensual y con un clima político que reforzó la euforia oficial luego del triunfo electoral del 26 de octubre, el frente comercial volvió a exhibir señales de fatiga.
El contraste se hizo más evidente porque el martes el INDEC difundió que la actividad económica creció 5,0% interanual en septiembre, con un avance de 0,5% en la medición desestacionalizada. Sectores como Pesca (58,2% interanual) e Intermediación financiera (39,7% interanual) lideraron la recuperación y empujaron al índice general. Desde el oficialismo, el dato se leyó como una confirmación del “cambio de régimen” económico, apuntalado por la estabilidad cambiaria y por la expectativa de nuevos acuerdos internacionales.
Sin embargo, la reacción del consumo en septiembre mostró otra historia. Las ventas en supermercados cayeron 0,2% mensual y 0,8% interanual, mientras que el acumulado entre enero y septiembre cerró con un alza de 2,7%. En los autoservicios mayoristas, el retroceso fue todavía más marcado: una baja de 5,2% mensual y 13,1% interanual, con una contracción de 7,4% en los primeros nueve meses del año. La serie tendencia-ciclo también se movió a la baja: -1,5% mensual.

El deterioro no se limitó a los formatos tradicionales. La encuesta de centros de compras registró en septiembre una caída de 3,4% interanual en las ventas a precios constantes, pese a que a precios corrientes el incremento fue de 18,9%. La brecha entre ambos indicadores volvió a exponer las tensiones entre precios, actividad y poder adquisitivo.
El dato no sorprendió del todo a los analistas privados. En las últimas semanas, distintos informes habían advertido que el consumo transitaba un terreno heterogéneo, con canales digitales en expansión y comercio físico sometido a una demanda más selectiva. Según Scentia, el consumo en octubre vio una variación interanual de 2,2% respecto a octubre de 2024, mientras que la comparación contra septiembre arrojó un incremento de 3,2%. La dinámica por canales confirmó, sin embargo, el comportamiento dispar que arrastró el mercado durante 2025. En términos interanuales,“Supermercados de cadena” cayó -4,0%,mientras que “Autoservicios independientes” avanzó 6,9% y “Farmacias” retrocedió -3,3%. En paralelo, el e-commerce consolidó nuevamente el mejor desempeño del mes, con un crecimiento de 14,0%, seguido por “Kioscos y Tiendas (K+T)”, que subió 4,0%. En el extremo opuesto,los Mayoristas sufrieron una contracción de -4,9%en la comparación con octubre de 2024.
En paralelo, el propio presidente Javier Milei insistió en que el consumo está creciendo por cambios en los hábitos de compra y afirmó: “Si está creciendo tanto el PBI, no puede ser que no esté creciendo el consumo. Lo que está pasando es que está cambiando la modalidad de consumo”.
El Gobierno apuntó al avance del e-commerce como explicación de un consumo menos visible en las mediciones tradicionales. Con un incremento del 79% en la facturación del sector en el primer semestre de 2025 y un salto del 46% en órdenes de compra, el canal digital volvió a consolidarse como uno de los más dinámicos.
Pero aun con ese impulso, los datos del INDEC dejaron ver que la tracción del comercio digital no alcanzó para compensar las contracciones en supermercados, mayoristas y centros de compras.

La tensión entre recuperación macro y debilidad en el bolsillo configuró un escenario complejo para interpretar la marcha del consumo. Con salarios que avanzaron en términos reales frente a septiembre 2024 —2,5% en el sector público y 0,9% en el privado registrado— pero que continuaron por debajo de los niveles de noviembre de 2023, la recomposición del ingreso siguió siendo insuficiente para motorizar un rebote robusto de la demanda.
El contexto político y financiero agrega un componente adicional a la lectura del momento económico. El respaldo explícito de Donald Trump, los movimientos del swap (ahora en duda) con Estados Unidos y el marco de un acuerdo comercial en discusión sostienen una calma que se traduce en menos presión cambiaria y en una recuperación del apetito de inversión.
La narrativa oficial refuerza la idea de que la actividad ya ingresó en un sendero más expansivo, apoyada en los datos del EMAE y en el repunte de sectores como la construcción (+4,3% interanual), el transporte (+2,6%) y las actividades inmobiliarias (+5,0%).
En este escenario, la discusión pública vuelve a girar en torno a un interrogante central: cuánto puede durar la recuperación si la economía cotidiana continúa frágil. Los analistas coinciden en que la combinación de precios estabilizados, salarios todavía rezagados y cambios en los patrones de consumo delineó un mapa que todavía no mostró señales definitivas de despegue.
El Gobierno, en tanto, apuesta a que la continuidad del clima financiero, las nuevas inversiones esperadas y la mayor estabilidad macro permitan traducir la recuperación sectorial en un repunte más discernible del consumo. El desafío será que ese proceso conviva con un esquema donde la economía real todavía se mueve con cautela. La brecha entre la mejora en el EMAE y las ventas minoristas volvió a exponer esa tensión.













