Desde 1983, los presidentes argentinos han mantenido decenas de encuentros con sus pares estadounidenses, algunos relajados y en sintonía, otros más tensos, pero la mayoría de ellos con el marco de la situación económica del país sudamericano y la siempre presente agenda de la deuda externa.

Raúl Alfonsín, el radical que abrió terreno para el retorno de las democracias en la región después de varios años de dictaduras, fue observado con detenimiento por la política y la sociedad norteamericana. En noviembre del 83, cuando ya se había confirmado su victoria, la revista Time le dedicó el título "A Fresh Start" y un año más tarde, en 1985, se inició una visita de Estado que lo llevaría a reunirse con el republicano Ronald Reagan y a dar un discurso ante el Congreso.

De aquella visita se recuerda especialmente el intercambio discursivo que se dio durante la recepción en los jardines de la Casa Blanca. El cortocircuito se generó por la mención crítica del exactor al proceso nicaragüense, país centroamericano en el que había triunfado la guerrilla sandinista contra la dictadura de la familia Somoza. "Los que ayudan a nuestros enemigos, son también nuestros enemigos", disparó Reagan.

El presidente argentino no rehuyó y dijo que tratarían el tema en la bilateral, pero aprovechó para criticar el peso de las deudas externas sobre los países latinoamericanos:"Las democracias han heredado cargas muy pesadas en el orden económico. Una deuda que en mi país llega a los 50 mil millones de dólares y en América Latina en su conjunto está en alrededor de 400 mil millones de dólares".

En los '80 la cuestión de la seguridad nacional seguía sobre la mesa para unos Estados Unidos que encaraban los últimos años de la Guerra Fría contra la Unión Soviética. Para Argentina, siempre habría una relación marcada por el prisma económico.

Si en la primavera democrática la crisis de la deuda jaqueó al gobierno radical, en los 90 fueron recetas norteamericanas las que se siguieron al pie de la letra y que convirtieron a la Argentina de Carlos Menem en un ejemplo de aplicación de las políticas desreguladoras.

Si bien queda en la memoria popular la frase del canciller Guido Di Tella "no queremos tener relaciones platónicas, queremos tener relaciones carnales", el diálogo entre el riojano y George Bush dejó algunas otras postales.

Por ejemplo, el 25 de setiembre de 1989, en la cena de gala de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Menem tenía un lugar asignado en una mesa de colegas latinoamericanos, pero sin atender al ceremonial, se sentó al lado del republicano: "somos del mismo palo", le dijo y lo invitó a visitar el país.

La visita de Estado que realizaría Bush el año siguiente se daría en un contexto particular: en medio de una crisis inflacionaria, pero, además, el día después del último levantamiento carapintada del siglo XX. Es recodada, de aquella oportunidad, la intervención a los gritos del dirigente socialista Luis Zamora, en el Congreso, ante las sonrisas cómplices de Menem y el mandatario norteamericano. En 1991, el riojano se convertiría en el primer peronista en realizar una visita del mismo tipo a Washington.

El politólogo Carlos Escudé dijo que Menem construyó una fluida relación con Bush y Bill Clinton y que así el nacionalismo reformista peronista "que reivindicaba la Tercera Posición mutó, casi sin escalas, al realismo periférico, justificado por el pragmatismo".

Fernando De la Rúa visitó la Casa Blanca en dos oportunidades, pero la que más se recuerda es la del 19 de abril del 2001, cuando se reunió con George Bush.

El segundo presidente radical, que enfrentaba una crisis económica creciente dijo: "No hemos venido a pedirles plata, señor presidente; tenemos nuestro programa de financiamiento ya aprobado". El norteamericano respondió que estaban dispuestos "a apoyar a la Argentina".

"Creemos que están haciendo progresos para superar estas dificultades de corto plazo", señaló el republicano, aunque luego, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul O'Neill fue quien lapidario contra el país: "Estamos trabajando para crear una Argentina sostenible, no para que apenas siga consumiendo el dinero de los plomeros y carpinteros estadounidenses, que ganan 50.000 dólares al año y se preguntan qué diablos estamos haciendo con su dinero".

El cambio de siglo trajo consigo a las presidencias del kirchnerismo. Entre quienes siguen a Cristina y a Néstor Kirchner siempre se recuerdan dos encuentros: el rechazo de los países sudamericanos a la Alianza de Libre Comercio de las Américas en la cumbre de Mar del Plata y también el gesto del patagónico de posar la mano sobre la rodilla de Bush.

Esa escena había sido conscientemente buscada por Kirchner, según lo relató el fotógrafo presidencial Victor Bugge: "Fue un gesto calculado, una respuesta a otra foto que yo había sacado en 2001, en la que Bush apoyaba su mano en la rodilla de Fernando de la Rúa".

Mauricio Macri contó, por su parte, con la visita del demócrata Barack Obama en 2016 y en esa ocasión fue muy difundida la visita del demócrata al memorial a las víctimas de la dictadura y sus palabras: "Ustedes impulsaron los notables esfuerzos de Argentina para responsabilizar a quienes perpetraron estos crímenes. Ustedes son quienes garantizarán que el pasado sea recordado, y la promesa de 'Nunca Más' sea finalmente cumplida".

Más tarde, por la organización del G20, quien visitaría al país sería el republicano Donald Trump, de buena relación con el gobierno de Cambiemos. Según las versiones de aquella época, el Departamento del Tesoro, que dirigía Steven Mnuchin, fue vital para que Estados Unidos usara su poder en la mesa del FMI y conseguir el préstamo que signó a la administración macrista.

Alberto Fernández coincidió temporalmente con la presidencia de Joe Biden. El mandatario del Frente de Todos usualmente se refirió al demócrata como "Juan Domingo Biden", en referencia a las políticas sociales que se habían desarrollado en Estados Unidos durante la pandemia y su correlato con algunas aplicadas con anterioridad por Juan Domingo Perón.

ESTEBAN COLLAZO

Quizá el punto más particular fue, sin embargo, el discurso de Fernández durante la Cumbre de las Américas realizada en suelo estadounidense. Habló del "bloqueo a Cuba", criticó la invasión rusa a Ucrania, del cambio climático y le señaló al anfitrión que se habían quitado a las Islas Malvinas del logo del encuentro.

Con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, se multiplicaron los encuentros con Donald Trump, el republicano que volvía a dirigir los destinos del país del norte. Hubo encuentros tras bambalinas, en actos y convenciones, unos cuatro, aunque ninguno será tan importante como el que se desarrollará hoy en tierras neoyorkinas.

Milei llega como un presidente argentino más que lleva la agenda económica de su país a la mesa de diálogo. No es el primero que ha marcado un alineamiento incuestionable con los Washington. En esta ocasión, Estados Unidos adelantó que bridará ayuda, la que sea necesaria. Resta saber cuáles serán las condiciones.