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Pandemia, fragilidad y.... ¡Renuncio!
Cecilia es Argentina, vive en Mexico y trabaja en la -muy golpeada- industria de la moda. Nunca se preguntó por qué estaba haciendo lo que estaba haciendo. "Estuve en piloto automático todos estos años por no preguntarme si el sentido de mi vida y de mi trabajo estaban alienados", me escribió con angustia en un mensaje de Whatsapp hace apenas una semana. Mientras escribo estas líneas ella esta sacando un pasaje a Cabo San Lucas para encontrar un trabajo más tranquilo que le permita mayores espacios de reflexión. Si bien todos entendemos que los cambios nunca suceden de afuera hacia adentro, por motivos diferentes de los que ella cree, su cambio de vida ya comenzó. Comenzó muchos mesas atrás, en el medio de una cuarentena extensa, cuando empezó a hacerse una pregunta básica en el desarrollo de cualquier trabajador: ¿Por qué estoy haciendo esto que hago con mi tiempo?
La Gran Renuncia en el Mundo
Pareciera ser que esta pregunta, en apariencia tan sencilla, es la que, de distintas maneras, se están haciendo todos los empleados en relación de dependencia a nivel global. Es como si algo se hubiera roto en el contrato laboral durante la pandemia y en cada país esta incomodidad o disconformidad ha tomado diferentes expresiones.
A partir de la segunda mitad del 2021 los medios estadounidenses comenzaron a hablar de la "Gran Renuncia", a la que hoy rebautizaron "La Gran Reevaluación". Sin una explicación clara o unívoca a la fecha, economistas de las mejores escuelas de Estados Unidos se encuentran aun forcejando para entender y explicar por qué en el último mes de agosto hubo más renuncias laborales que en los pasados 20 años. En ese mes, con la economía abriendo sus puertas nuevamente y las vacunas permitiendo una vuelta a algo parecido a una normalidad relativa, más de 4 millones de personas abandonaron voluntariamente sus trabajos. En ese momento hubo cierto consenso sobre la idea de que se trataba de un fenómeno temporario...hasta que llegaron los números de Septiembre: 4,4 Millones de personas habían renunciado a sus trabajos (más de 3% del total de la fuerza laboral). En octubre la historia no cambio demasiado: 4,2 millones.
Mientras tanto del otra lado del Atlántico, en el Reino Unido, la historia se repetía: Según un informe de la consultora Randstad 1 de cada 4 ingleses piensa abandonar su trabajo en los próximos 6 meses. En la vecina Francia hubo un 10% más de renuncias mensuales que en septiembre del 2019.
Si bien todos entendemos que la drástica decisión de abandonar un puesto de trabajo es mucho más sencilla en economías con bajísimos índices de desempleo ¿Que sucede entonces en economías como la española que han tenido problemas de crecimiento por buena parte de la última década? Con tasas de desempleo rondando el 16%, España tuvo el acierto de vincular las medidas paliativas y los planes de contención a un contrato de trabajo. Esto, según los expertos, amainó la distancia que se generó entre trabajadores y empresas a lo largo de la pandemia, pero, aclaran, habrá cierto efecto contagio en el futuro retardado por las características de los planes sociales desarrollados por el gobierno.
En este sentido, todos los números indican que se trata de un fenómeno con distintas velocidades de impacto, pero definitivamente global. Un informe de Microsoft Research muestra que el 40% de la fuerza de trabajadores globales esta pensando en dejar su empleo en el 2022.

Explicaciones Varias
Falta de soporte por parte de los empleadores en lo peor de la pandemia, la desaparición inminente del empleo flexible en ciertas industrias, las carga adicional de trabajo dado a las mujeres, ciertamente desigual, en temas relacionados con el cuidado de los hijos y padres ancianos, la extensión del síndrome de burnout, el acceso a programas de estímulo económico, el valor récord de los inmuebles en los países de altos ingresos, el desempeño en la última década del mercado de valores o el retiro adelantado de los Baby Boomers y Gen-X´s.
Son muchos los motivos objetivos que, puestos a entender el tema, los expertos han señalado como cuestiones que podrían delinear las causas el fenómeno. Y mientras que la mayoría de ellas no son excluyentes, hasta el World Economic Forum concuerda con que todas estas explicaciones resultan parciales y que existen motivos más profundos: hemos digerido los aprendizajes que nos dejó la pandemia, casi como una crisis existencial, que nos ha obligado a preguntarnos, ante la inminencia de la muerte, por el valor de la vida, del tiempo y de todo lo que recibo cuando del otro lado de la transacción existe solamente un sentido de identidad -el nombre de mi puesto-, reconocimiento y algo de dinero.
La construcción de sentido en el mundo postpandemia
El mundo postpandemia nos encuentra definitivamente en otro lugar. Todo este asunto nos ha confrontado con nuestra mortalidad y con cuestiones tan profundas como la soledad y el rol de un otro en nuestras vidas y, consecuentemente, nos ha hecho reflexionar sobre qué estamos haciendo con nuestro tiempo.¿A quienes o a qué le dedico mi bien más escaso? ¿Por qué lo hago? ¿Son esos términos de intercambio que elegí aun válidos?
El modelo que usaban nuestros abuelos de dedicar 30 o 40 años de una vida a una organización y a una familia, para después tener unos 10 o 20 años de hacer las cosas que realmente querían hacer ha caído en la trampa de la incertidumbre extendida. Una catástrofe nos ha despertado de la fantasía de creer que podemos planificar al detalle nuestra existencia, que podemos hipotecar bienestar hoy por un futuro Edén que tal vez nunca llegue, que vivir sin un sentido ya, en vista de la fragilidad del todo, no tiene sentido. Como las personas que cambiaban de vida después de un ataque al corazón o de un accidente de auto casi mortal, hemos colectivamente "vuelto a vivir" y en este replanteo de prioridades el ámbito del trabajo no ha quedado exento.

En un mundo que ha revalorizado el presente por sobre una idea de futuro que resulta cada vez más volátil y ambigua, organizaciones de todos los tamaños se ven obligadas a preguntarse también, ¿Por qué hacemos esto que hacemos? Quienes no provean respuestas estimulantes en un lapso relativamente corto de tiempo serán parte de la estadística de la enorme cantidad de empresas con problemas para motivar, atraer y retener las horas creativas del talento global.
Por su parte, mi amiga Cecilia ya esta viviendo en una casa en la playa. Ha perdido poder adquisitivo, pero ganó un día franco. No tiene claro si fue la decisión correcta a nivel estratégico para su carrera, pero sabe algo. Hoy antes de entrar a trabajar, pudo nadar media hora en el Océano Pacífico. Solo por hoy, esta decisión se siente muy bien.













