

Falta algo más de dos meses para un nuevo mandato presidencial. Alcanzar definitivamente un proceso de desinflación con crecimiento económico es una condición necesaria para mantener cierto orden social y dotar de sustentabilidad al nuevo proyecto político. Ningún programa puede ser viable si la inflación no vuelve a ubicarse en niveles tolerables para nuestros estándares (por debajo de 35%). Las experiencias exitosas muestran que la Argentina cuenta con varios requisitos necesarios para encarar este sendero virtuoso.
Veamos. Los niveles de inflación de 2019 y la inercia para 2020 forzarán a la próxima gestión a concentrarse en estabilizar las variables nominales (tipo de cambio, inflación y salarios) y en poner en marcha la rueda económica. Este desafío impone importantes restricciones y fuerza a un ordenamiento rápido de los mercados de deuda tanto con privados como con institucionales.
En Analytica analizamos seis episodios históricos que involucran desinflaciones con crecimiento. Partiendo de niveles de inflación inferiores a los observados en nuestro país (todos son regímenes con un crecimiento de los precios entre 15% y 30%) encontramos que: 1) las transiciones tuvieron mayoritariamente déficit en cuenta corriente, 2) ajuste fiscal, 3) política monetaria dura y 4) un comportamiento mixto respecto del tipo de cambio real: apreciación cambiaria en los países latinoamericanos y depreciaciones en los países europeos.
Creemos que el año próximo podría llevarnos de vuelta a las puertas del régimen de inflación moderada a costa de una recesión de por lo menos 3%, para luego transitar un camino en el que la dependencia al financiamiento externo es inevitable. Esto forzará a las autoridades a comportarse “moderadamente . En particular, debemos apuntar a conseguir una mixtura de inversión extranjera directa y financiamiento externo, ya sea para el sector público o el privado. La Argentina ya cuenta con tres de los cuatro requisitos previos para crecer bajando la inflación, esperemos alcanzar el cuarto. El próximo año es clave ya que el Gobierno debe construir reputación, ordenar los problemas de deuda y reencauzar la economía hacia un sendero virtuoso.
A favor, la configuración de la política económica vigente, si se sostiene, permitirá que la próxima gestión gané reputación y aleje fantasmas; lo que eventualmente redundará en fondos desde el exterior recien a partir de 2021. En contra, las promesas de campaña en un marco social muy castigado y la elevada dependencia del consumo en el PBI hacen pensar que el próximo Gobierno puede tener incentivos a desviarse hacia un esquema más parecido al 2011-15, alejándonos de lo que creemos es el norte: bajar la inflación creciendo.
Las experiencias que analizamos tienen las siguientes características principales:
-Una inflación promedio de entre 15% y 30% (moderada) previo al proceso de estabilización que permitió llevar los registros al rango 7-17%.
-Dos de las economías son latinoamericanas (Chile 91-94 y Colombia 92-02) y cuatro europeas (Italia 81-87, Portugal 85-88, España 78-88, Hungría 96-03). En estos períodos la inflación promedio se ubicó entre 7% y 17%.
-Todas ellas crecieron sostenidamente, muchas veces por encima del ritmo histórico, tanto durante el período de inflación baja como moderada.
-Excepto Chile, que venía de alta inflación desde principios de los 80s y llegó ordenada a las puertas del régimen de inflación moderada, al resto les llevó cuatro años o más salir del mismo.
Respecto a la configuración de la política económica y los fundamentales podemos afirmar que:
-En las economías europeas la cuenta corriente mejoró, lo que sugiere un proceso de crecimiento liderado por exportaciones. En los dos episodios latinoamericanos las cuentas externas empeoraron, siempre desde un déficit.
-El tipo de cambio real tuvo un comportamiento mixto. Esto sugiere que, si la economía argentina se apreciara, debido a, por ejemplo, un influjo de inversión extranjera, no estaríamos rompiendo ningún manual.
-En la gran mayoría de los casos se observó una consolidación de las cuentas públicas, salvo en Hungría.
-Excepto en Italia, la tasa de interés de referencia se ubicó por encima de la inflación (expost), lo que sugiere una postura agresiva de los diferentes bancos centrales.
La Argentina está atrapada en un nivel de elevada carga fiscal la cual, teniendo en cuenta la necesidad de mantener a raya las cuentas públicas, harán difícil reducir los impuestos. Esto, sumado a la elevada sindicalización hace que la reducción de los salarios en dólares no sea suficiente para atraer un masivo flujo de inversiones extranjeras.
Algo similar ocurre con el endeudamiento externo público; no vemos espacio para un escenario similar al observado en 2016-2017 cuando el crédito externo era abundante. Por lo tanto, habrá que esperar para darnos el lujo de crecer desinflando.
Mientras nos encontremos en la zona del 30-60% de inflación, la prioridad debe ser estabilizar sentando las bases para crecer cuando se alcance un régimen de inflación moderada. Esperemos que 2021 nos encuentre listos para emprender ese camino.
Para ello debemos mantener la postura de la política económica y ordenar los vencimientos de deuda desde una mirada constructiva con los acreedores. La experiencia internacional indica que construir reputación es la llave que la Argentina necesita para alimentar el crecimiento.













