En la jerga del fútbol se diría "no te comas el amague". Resulta que el presidente de EEUU, Joe Biden, anunció la voluntad de financiar con subas de impuestos a las rentas del 1% más rico su plan de asistencia al "Plan Familias" por 1,8 billones de dólares.
Biden abundó en referencias al enriquecimiento de esa porción minoritaria de la población estadounidense, e incluso denunció la evasión en "paraísos fiscales en Suiza, Bermudas y las Islas Caimán", obviando, claro está, los instalados en territorio propio.
Suena bien el mensaje a quienes imaginan un retorno al Estado del Bienestar, instalado entre 1930 y 1980. Esos tiempos de reforma eran posibles ante la amenaza de la bipolaridad construida a la salida de la segunda guerra mundial. Había que distribuir ingresos, con intervención estatal, para frenar la amenaza proveniente del Este de Europa.
La situación del presente es distinta y aun cuando el informe del presidente estadounidense al Congreso sobre el estado de la Nación, a 100 días de gobierno, se publicita como un retorno al reformismo, hay que leer el texto completo del mensaje. En el diagnóstico está la crisis y la amenaza que disputa el lugar de EE.UU. en el sistema mundial, por lo que el lema es "EE.UU. está de vuelta", a contramano del impuesto por Trump: "América primero".
El discurso de Biden constituye una alerta al mundo, especialmente a China y a sus aliados, Rusia, Irán o Corea del Norte, tanto como un mensaje a los aliados en occidente. Relata sus conversaciones con decenas de líderes del mundo, aliados y adversarios, al tiempo que contabiliza la duplicación del compromiso de vacunación en estos primeros días de gobierno y los planes de inmunización en el corto plazo. Trata de evidenciar el poderío de EEUU.
Avisa Biden a quien quiera escuchar que están de regreso para liderar el rumbo del sistema mundial, lo que supone más inversiones económicas en infraestructura, pero también en armas y despliegue militar, incluso en el protagonismo de los grandes debates, caso del cambio climático.
Pero atención, esos objetivos estratégicos requieren del "consenso interno" y por ello el mensaje privilegia a la población afectada por "la crisis y la pandemia heredada" y una mano tendida para que la hegemonía legislativa entre demócratas y republicanos facilite la razón de Estado para la disputa global.