Elisa Carrió lo volvió a hacer. Con algunos argumentos ciertos y otros incomprobables hizo estallar en mil pedazos esa galaxia inestable llamada UNEN. Con un manejo de la intensidad mediática que podría envidiarle hasta Marcelo Tinelli, pasó sin escalas de condenar a Daniel Scioli por pusilánime a destrozar a Sergio Massa por supuestas conexiones mafiosas. Y de relacionar a Julio Cobos con la efedrina a decir que la candidatura de Nito Artaza estuvo financiada por Julio De Vido. Para la dirigente que nació en la UCR hoy los radicales son intolerables y la Presidenta es, casi con desdén, "una mujer que está enferma".
Carrió es una mujer culta, inteligente y tiene evidentemente una altísima consideración de si misma. Pero el talento que demuestra para descubrir las debilidades de sus adversarios se transforma en una notable incapacidad a la hora de la construcción política. Ha participado de la destrucción de la Alianza, del ARI que ella misma fundó y ahora de UNEN, la coalición que también había alentado.
Alguna vez, Lilita deberá decidir entre este trono solitario de fiscal de la República y abordar el esfuerzo de construir en el tiempo un espacio de dirigentes con vocación de poder para alcanzar el objetivo concreto de curar las heridas del país dramático
que tanto se le parece.