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La reciente visita de Javier Milei a los Estados Unidos y los anuncios del secretario del Tesoro, Scott Bessent, han marcado un giro insólito en la historia económica argentina. Washington ofreció a la Argentina un auxilio financiero millonario que incluye líneas swap de divisas, compras directas de pesos y hasta compras de bonos en dólares.

En la práctica, el Tesoro estadounidense asume un papel similar al de prestamista de última instancia para la economía argentina, con el objetivo declarado de estabilizar el peso y respaldar las reformas de Milei.

Las declaraciones del propio Bessent en las que sostuvo que "todas las opciones" estaban sobre la mesa llegan a una economía argentina tensionada por la corrida contra el peso y por la cuenta regresiva hacia las legislativas de octubre. Solo el anuncio de un posible auxilio bastó para cumplir parte del objetivo de que el peso y los bonos argentinos recuperaran terreno.

El rol del Fondo de Estabilización (ESF) del Tesoro

La herramienta estrella es el Exchange Stabilization Fund (ESF), un fondo del Tesoro creado en 1934 con amplias facultades para intervenir en divisas, otorgar créditos a gobiernos y usar derechos especiales de giro del FMI.

Al 31 de julio de 2025, registraba activos por más de u$s 200.000 millones, de los cuales solo unos u$s 30.000 millones son líquidos para ayudas inmediatas. De ello, se desprende una primera limitación de la potencial ayuda: el Tesoro no es un emisor infinito de moneda, y su capacidad de rescate está acotada.

Un segundo límite del ESF está en su rendición de cuentas al Congreso de los Estados Unidos. Aunque el fondo otorga al secretario del Tesoro un margen de maniobra amplio, la Ley obliga a informar regularmente sobre el uso de los recursos. Eso significa que, más allá de la afinidad personal entre Trump y Milei, el Tesoro no puede justificar en el Congreso una ayuda multimillonaria solo con base en la amistad política o la simpatía ideológica.

Los legisladores -sobre todo cuando se trata de compromisos grandes o de operaciones prolongadas- exigen que se presenten argumentos económicos y estratégicos sólidos, como la estabilidad financiera regional o la protección de intereses estadounidenses en sectores clave. De este modo, cualquier salvavidas a la Argentina no depende únicamente de la voluntad de Trump, sino también de la capacidad de sostener un relato convincente en Washington.

A pesar de las limitaciones, esta chequera ya ha sido decisiva otras veces. En 2008, el Tesoro usó unos u$s 50.000 millones del ESF para garantizar fondos de mercado de dinero en plena estampida tras la caída de Lehman Brothers; en 2020 aportó u$s 10.000 millones como consecuencia de la pandemia; y en 2023 comprometió u$s 25.000 millones luego de la seguidilla de quiebras bancarias.

En materia externa, el precedente más grande es el rescate de México en 1995, cuando la Casa Blanca habilitó u$s 20.000 millones del ESF en líneas de crédito y garantías. También hubo un puente de u$s 1.500 millones para Uruguay en 2002. Y en 2011, el Tesoro participó en una acción del G7 para contener la apreciación del yen tras el terremoto. Queda en evidencia que es un instrumento versátil que se utilizó en una variedad de situaciones tanto internas como externas.

Qué se ofrece a la Argentina

El secretario del Tesoro ha hecho públicos los términos de la ayuda que Washington negocia ahora mismo con Buenos Aires para apuntalar la economía y contener la caída del peso. Las propuestas no son hipotéticas: ya tienen forma y magnitud -aunque siguen sujetas a condiciones y negociaciones cruzadas.

Como punto de mayor importancia, Estados Unidos negocia con el Banco Central argentino la apertura de una línea swap por unos u$s 20.000 millones. El mecanismo le permitiría al país reforzar sus reservas, frenar salidas abruptas de capital y sostener el tipo de cambio.

En paralelo, el Tesoro norteamericano expresó su disposición a comprar deuda argentina en dólares siendo una suerte de comprador de último recurso. Asi estarían aportando demanda externa para mantener los precios de los bonos y darle oxígeno al Gobierno frente a tasas de interés cada vez más exigentes.

Finalmente, Bessent dejó entrever que numerosas empresas estadounidenses están dispuestas a invertir en la Argentina, aunque solo si las elecciones de octubre son favorables para el gobierno.

El factor elecciones: ¿qué pasa si al Gobierno le va mal?

Si el oficialismo sufre un tropiezo serio en las legislativas, la lectura de mercado será que el capital político para sostener el programa durante otro mandato presidencial se reduce drásticamente. Aún más importante, no sería descabellado pensar que el respaldo de Trump y el Tesoro se basa en la idea de que Milei culminará con éxito su agenda liberalizante. ¿Qué incentivos tendrían los EE. UU. en sostener un gobierno que, tras un mal resultado electoral, difícilmente logre aprobar sus reformas en el Congreso?

Por ello, una derrota legislativa podría interrumpir el acuerdo político y hacer que EE.UU. reconsidere su compromiso y el rescate podría quedar solo en un gesto simbólico, sin convertirse en un ancla realmente estabilizadora para la economía.

Un puente, no un destino

La asistencia del Tesoro puede valer mucho si se usa como puente hacia un régimen cambiario y monetario más coherente, con mayor flexibilidad, metas fiscales realistas y un sendero de reservas crecientes. Puede valer poco o ser contraproducente si se orienta a defender niveles de tipo de cambio insostenibles o a sostener expectativas electorales.

El mejor seguro para el país no está en la ayuda de Washington ni en la de un organismo internacional: está en la capacidad de sostener políticas básicas que se prolonguen entre distintos gobiernos, respetando reglas que deben ser claras y previsibles. Solo así cada dólar que ingrese dejará de ser un "dólar ansiolítico" - destinado a calmar coyunturas de pánico - y podrá transformarse en un "dólar productivo", invertido en la creación de empleo, infraestructura y competitividad.

En otras palabras, el Tesoro puede comprar tiempo; la Argentina debe comprar credibilidad. La diferencia entre ambos es la duración: el del ESF dura unos meses; el de reformas, años.