

Es tanta la angustia que disparó a nivel global la pandemia del coronavirus, que algunos datos menos malos sirven para empezar a activar un moderado optimismo. Todo empezó en China, que en solo tres meses pasó de ser la fuente originaria del nuevo virus a liberar las restricciones draconianas que aplicaron sobre Wuhan, la ciudad en donde todo empezó. Le siguió Europa, que empezó a verificar un descenso en la curva de contagios y de víctimas fatales, y ahora sucede algo similar con Nueva York, al punto de gatillar una recuperación en el precio de las acciones de empresas como Boeing, que por la suspensión de los vuelos internacionales estaba prácticamente al borde del precipicio.
En la Argentina esa sensación es mixta. Porque por un lado el Gobierno ya empezó a trabajar en esquemas de flexibilización de la cuarentena, una necesidad imperiosa de cara a la profunda parálisis que afecta a la economía. Pero al mismo tiempo, todavía no se vivió el temido pico, ese momento en que los casos se aceleran y el Gobierno se pregunta si tendrá la infraestructura necesaria para atenderlos.
Aunque el Gobierno empezará a discutir este martes con la CGT y las empresas un esquema de salida gradual, Alberto Fernández no quiere celebrar antes de tiempo. Es más, le preocupa que se baje la guardia y rehabilite el riesgo. Por eso su equipo empezó a remarcar que definirá que hacer con el comité de médicos infectólogos que asesora al Ejecutivo, y no con los datos de la recaudación tributaria.
El Presidente decidió endurecer los controles para el fin de semana largo de Semana Santa, precisamente para que la noticia de la flexibilización no genere un efecto indeseado. El mensaje que quiere dar Alberto es que la cuarentena no terminó. Pero al mismo tiempo, su gabinete trabaja en esquemas de cuantos transportes estarán disponibles a partir del lunes. La frutilla del postre la puso el BCRA, que anunció anoche que los bancos reabrirán sus puertas para atender la semana que viene, con la única condición de que los clientes accedan a un turno previo.
El Gobierno transita estos días con una sensación de ambivalencia. Porque si bien es cierto que la curva de contagios por transmisión comunitaria es relativamente baja, hay una demora lógica entre los test que se hacen o se hicieron en los últimos días, y sus resultados. Como buen futbolero, el Presidente sabe que el peor pecado que puede cometer es cantar victoria antes de tiempo.
Lo que sucede es que un indicador le ordena esperar, y el resto le impone actuar. El sistema financiero está tratando de acelerar la circulación de fondos para que no se quiebre la cadena de pagos. Pero está lejos aún de dar respuesta a la inmensa demanda. Por eso en la Argentina y el mundo todos están ansiosos por arrancar otra vez.














