Hace unos días este medio reprodujo declaraciones que un economista liberal –afiliado a su versión más a ultranza, la Escuela Austríaca– le hizo a una radio, en medio de las movilizaciones masivas por cuenta del Dia Internacional de la Mujer, criticando la iniciativa del presidente, Mauricio Macri de promover un proyecto para impulsar la equidad salarial entre varones y mujeres. Para este economista, la idea de forzar por ley una paridad salarial es “una locura porque no respeta “acuerdos voluntarios entre empleado y empleador. Explica que habiendo igualdad ante la ley y sin que ninguna de las partes fuera obligada –por ejemplo, con una pistola en la cabeza– a celebrar un acuerdo, la intromisión del Estado constituye “un disparate .
Merece todos los elogios este economista por aplicar con total coherencia la lógica del libre mercado. Efectivamente como manifiesta, quien defiende el libre mercado no puede estar después poniéndole “peros . Si hubo igualdad ante la ley y no hubo uso de fuerza ilegítima en la decisión que tomó alguna de las partes, se estaría satisfaciendo, precisamente, las condiciones de libre mercado.
En consecuencia, debemos también agradecerle a este (o estos) economista(s) defensor(es) del libre mercado que, gracias a la aplicación de esta misma lógica, también han resuelto, finalmente, la histórica disputa del aborto. En este caso, el economista tendió el puente del libre mercado para unir la grieta: quién defiende el libre-mercado, debe estar a favor del aborto. Si una persona desea contratar por libre voluntad, para hacerse un aborto, a un médico que, también, por libre voluntad, acepta, está todo dicho. Si a ninguno le pusieron un revolver en la cabeza y si existe igualdad ante la ley, la decisión de abortar es una transacción exclusiva de las partes.
Eso es libre mercado. Por supuesto, quién NO defiende al libre-mercado, puede, por otras razones, estar a favor o en contra del aborto. Pero, de nuevo: si se está a favor del libre mercado, por extensión lógica, se debe estar a favor del aborto… y de la venta de drogas, y del trabajo infantil… en fin.
El libre mercado irrestricto hace de la sociedad una guerra de todos contra todos
Muchos pueden estar impactados con estas palabras. Es que, para gran parte de la gente, la veracidad del libre mercado es tan atractivamente evidente que su análisis no merece la menor atención. Incluso, consideran que hacerlo sólo podría estar motivado por ideologías delirantes o intereses personales/sectoriales espurios. Al fin y al cabo, son cotidianas las intervenciones en los grandes medios de comunicación de “técnicos , “expertos y “laureados economistas exponiendo esta verdad de “los mercados .
Frente a esto, se presenta un problema: el libre mercado no existe, nunca existió y, sin desear caer en la siempre riesgosa futurología, nunca existirá. Quizás algunos piensen que aquí se pretende objetar la teoría del libre mercado en base a una teoría alternativa crítica, como la de Marx, por ejemplo. Pero Marx, en todo caso, cuestiona a la teoría del libre mercado cuáles serán los efectos de su implementación. Aquí, en cambio, se plantea la existencia histórica, actual y futura del libre mercado.
No es un cuestionamiento valorativo; es, sobre todo, de factibilidad —en base a la simple aplicación de la propia lógica del ‘libre mercado’…
La teoría y su validez
El ‘libre mercado’ es una teoría; y como cualquier teoría, su validez concluye cuando se presenta un caso que no es coherente con la misma. La teoría del libre mercado sostiene que cualquier restricción sobre un individuo que le impida perseguir sus deseos en el mercado no sólo es un ataque a su libertad personal sino también un perjuicio a la comunidad entera, dado que disminuiría la cantidad de riqueza posible de ser creada. Si, al mismo tiempo, la misma afecta la distribución de esa riqueza comunitaria, adicionalmente se convierte en un acto de injusticia —dado que, para esta teoría, sólo la distribución por medio del mercado le entrega a cada uno el equivalente a la riqueza que creó. Pues bien: percibir la ausencia en el pasado y en el presente de semejante sociedad es más que fácil. Basta con identificar cualquier tipo de traba al “libre funcionamiento de las fuerzas del mercado . Y rápidamente se llega a una lista interminable. Por ejemplo, no debería haber países; ni exigencias sanitarias sobre ningún producto; ni límites a o sobre cualquier actividad…
Por más que se difunda la frase de que “el estado es un mal necesario , en verdad, la aplicación de la lógica de la teoría del mercado hace el estado un bien necesario.
Algunos pueden estar pensando que se le está buscando la quinta pata al gato. Y es cierto: pero solamente porque se afirma que el gato con cinco patas existe o puede existir.
Lo absurdo de esta situación es que quien parece que debe explicaciones es el cuestiona esta aberración lógica y no quien la propone como organización de nuestra sociedad. Aberrante no sólo como planteo lógico, sino también para la moral de mucha gente. ¿Hasta dónde realmente uno está dispuesto a llevar al libre mercado? ¿Quién es el Estado para impedir el trabajo infantil? ¿O la venta de drogas? ¿O el trabajo esclavo? ¿O jornadas de trabajo de 17, 18 o 19 horas por día? ¿O el aborto? Si dos agentes desean efectuar una transacción, por qué coartarles su libertad en hacerla…
Alguien puede saltar y exclamar: “ehhhh…qué exagerado!!! ¿Por qué exagerado? No sólo es precisamente la lógica del libre mercado que plantea esas situaciones, sino también su propia historia… y no muy atrás. Hace unos 150 años, o menos, todos esos ejemplos eran mercancías. Y lo siguen siendo, pero en forma “ilegal . Pero son “ilegales no por falta de mercado; lo son por intromisión a la libertad de mercado. Es claro que el libre mercado irrestricto hace de la sociedad una guerra de todos contra todos. Que, curiosamente, es la imagen que uso Hobbes en 1649 para elaborar la primer gran teoría del Estado de la sociedad capitalista. Para huir de ese estado de naturaleza selvático, y poder resguardarse de los daños que los otros le pudieran infligir, agentes individualistas, utilitaristas y racionales, actuando libremente, deciden hacer un contrato social para transferir, en forma inalienable, algunos derechos al Estado, la figura del Leviatán.
Usar el argumento del libre mercado sin querer discutir cuáles serán sus límites y cómo serán definidos es, en el mejor de los casos, caer en un ejercicio abstracto ilógico sin posibilidad de aplicación real alguna.
Otros autores harán versiones más leves del Contrato Social, fundamentalmente John Locke. Pero lo importante es que por más que se difunda la frase de que “el estado es un mal necesario , en verdad, la aplicación de la lógica de la teoría del mercado hace el estado un bien necesario, porque sin él no podría existir ningún tipo de mercado, salvo el que se genere de actos sin ningún tipo de limitaciones. Es cuestionable si lo que podría resultar de esa situación sería “mercado . Adicionalmente, uno se pregunta si llegara a existir el mercado en esas condiciones, hasta cuándo sería libre, sin que el más fuerte comience a querer imponer “su ley . Al fin y al cabo, quién podría impedírselo…si no hay Estado. Pero así estaría haciendo que su ley sea el Estado. Quizás por eso, los otros, que son los no-más-fuertes, se hayan, inteligentemente, anticipado creando el Estado.
Por lo tanto, usar el argumento del libre mercado sin querer discutir cuáles serán sus límites y cómo serán definidos es, en el mejor de los casos, caer en un ejercicio abstracto ilógico sin posibilidad de aplicación realalguna. Aceptar que es preciso que los mercados tengan algunos límites es ejercitar un acto político, totalmente ajeno a cualquier supuesta “neutralidad científica , porque cualquier argumento es valorativo y, por ende, moral y subjetivo. Aquí también, en el ámbito de la moralidad y las costumbres, la historia humana muestra que, pese a que la diversidad es inmensa, nunca se vio un gato de cinco patas.