Fuente: Archivo más Canva
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La confesión de Mhoni Vidente, quien afirmó "me estoy quedando ciega", ha generado una profunda reacción entre sus seguidores en América latina. La rubrica no solo apela al dramatismo personal, sino que refuerza la narrativa de que los grandes videntes pagan un precio físico por su don, un patrón que se remonta a relatos como el de Baba Vanga, la célebre clarividente búlgara ciega desde la infancia.
Ceguera por visiones: una tradición mística
Mhoni explicó que la pérdida de visión sería "normal en los videntes naturales, al final de su vida", ya que sufren por "todo lo que ven" durante sus visiones. En su colaboración para Unicable, pidió a sus seguidores "recen a la Virgen de Fátima" para acompañar este proceso.
Este fenómeno conecta directamente con la historia de Baba Vanga, quien perdió la vista siendo niña tras un accidente con un tornado y desarrolló su reputación de vidente tras quedarse ciega a los 12 años.
El poder simbólico de la ceguera
Para los seguidores, estas limitaciones físicas refuerzan la idea de un sacrificio espiritual. Que Mhoni pierda la vista no disminuye su influencia: por el contrario, alimenta la percepción de que su don tiene un precio real. Del mismo modo, Baba Vanga fue venerada durante décadas por haberse convertido en "la Nostradamus de los Balcanes", precisamente por su condición de vidente ciega.
La revelación de Mhoni no menciona diagnósticos médicos concretos ni señales de tratamiento. En cualquier caso, la vidente alarmó a sus fans al exhortar "tenemos que rezar" como soporte espiritual ante la posible pérdida de visión.
El caso de Baba Vanga añade contexto: aunque perdió la vista, sus seguidores califican su ceguera como el origen del poder que numerosos relatos atribuyen a sus predicciones, incluidas supuestas visiones sobre ataques del 11 de septiembre y otros sucesos históricos.