Alfredo Londaibere falleció en 2017, a los 62 años. Dejó 25 años de carrera artística en el ojo público, y otra década de producción en las sombras.Parte de su inmensa producción se puede ver en la primera muestra panorámica que le dedica el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
'Alfredo Londaibere. Yo soy santo' reúne apenas unas 100 obras con curaduría de Jimena Ferreiro en una exhibición que se propuso contar la historia de su devenir religioso a través de las imágenes que produjo a la par de sus experiencias místicas.
Londaibere aparece en la escena artística con su primera exhibición en 1991, en los inicios de la que luego sería la mítica galería de arte del Centro Cultural Rojas. Fue la segunda muestra que se hizo en este espacio creado por el curador y periodista Jorge Gumier Maier. Artista y galerista estaban unidos por la militancia gay compartida durante los ’80, década de una renovada fuerza libidinal post dictadura que puso la experiencia al tope de sus conquistas.
Tras la primavera alfonsinista, mientras se recuperaban los espacios cedidos a la represión, los artistas de todas las disciplinas se arrojaban a la conquista del deseo antes oprimido y reprimido. Sucedió en una época en la que el HIV emergía en un mundo sin información que dejaba espacio para las suposiciones.
La Argentina no fue la excepción y comenzaron a aparecer los primeros casos. Quienes sobrevivieron a los primeros años de los ’90 pudieron acceder a la medicación que convirtió a la enfermedad en crónica. Londaibere perteneció al grupo afortunado que sobrevivió la primera etapa.
Cuando en 1991 el nombre del artista comenzó a sonar en el mundo del arte, él había pasado una década formándose en técnicas, encontrando y perfeccionando su estilo. Era un conocedor de la historia del arte, docente y curador. Aplicaba, como define la curadora, “un sistema de trabajo con lógica gremial centrado en el oficio . Participó en varios talleres antes de saltar a la fama. En uno de ellos conoció a Pablo Suárez, cuyo criterio será fundamental para que Londaibere comience a transitar un camino de experimentaciones.
Practicó la abstracción, los trabajos assemblages, el collage. Pasó del lienzo a las tablas de madera, al papel y al lienzo nuevamente. Repetición, trama y ornamento fueron recursos que utilizó de manera constante en sus diferentes series. Aplicó técnicas menores características de la época, como trabajar con materiales reciclados, apeló al brillo y lo opacó al utilizar alpaca. Su trabajo fue una celebración metódica del oficio del artista anclado en la década del ’90.
Todo su trabajo fue el medio para alcanzar un estado espiritual. “Londaibere terminó haciendo de la pintura una religión personal y una procesión diaria , sostiene Ferreiro.
Este giro espiritual no es casual ni novedoso. Artistas del Rojas como Liliana Maresca y Omar Schiliro también fueron diagnosticados con HIV y se volcaron a las nuevas religiosidades antes de fallecer.
Si la ciencia no podía darles respuestas a su enfermedad, quizás los misticismos podrían cooperar para aliviar el dolor. “El ocultismo, la magia y al superstición se transformaron en un trasfondo relevante para comprender muchas de las prácticas artísticas de los años noventa , escribe la curadora en el texto que acompaña el catálogo editado por El Moderno con motivo de la exhibición.
Su departamento-taller ubicado en el límite entre Caballito y Villa Crespo se mantiene intacto. Su última pareja y heredero es quien se encarga de mantener su legado, hizo catalogar su producción y su biblioteca personal. Allí se guardan algunos trabajos que quedaron fuera de la exhibición del Moderno, como los collages realizados con memorabilia argentina, referencias a la Guerra de Malvinas, recortes de publicaciones homosexuales e imágenes de patriotas. Londaibere conseguía crear relatos en un mismo plano donde Bernardino Rivadavia miraba de costado a un sexualizado Freddy Mercury.
“Alfredo Londaibere. Yo soy santo puede visitarse en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, avenida San Juan 350, hasta el 23 de marzo.
