

Una mujer descalza sube al escenario, sorprende a quienes la ven por primera vez y predispone mejor a los que ya la conocen. Estos últimos, saben que siempre canta sin nada en los pies. A todos, moviliza ese despojo. Es ver a una mujer descalza en un lugar donde se supone que no debería estarlo. Es Concha Buika, la cantante mallorquí, que viene a presentar en Buenos Aires “En mi piel”, su último disco.
Buika explicita que, ante un Teatro Gran Rex colmado como lo fue el de la noche del martes, está inhibida, tímida. Puras palabras sueltas, escudos evanescentes que se esfumarán a los pocos minutos de empezar a hacer lo que sabe: cantar.
Con la compañía del maestro Iván “Melón” Lewis al piano, único músico presente en el escenario, la artista empezó cantando “Mi niña Lola”, “Jodida pero contenta” y “Volver, volver ”, algunos de sus clásicos más populares.
Para su noche porteña, la artista se calzó un vestido escotado adelante y super entallado, que le permitía mostrar sus piernas a destajo. Vestido rebosante de brillos, muchas luces que quizás sirvan para compensar el efecto de desgarro que devuelve su voz. Su cabello, suelto y largo. Como suelto su cuerpo y suelta su alma. Cachondos, confesará luego, cuando la preanunciada timidez ya sea historia pasada.
Si bien la excusa que la trajo por estas tierras fue la presentación del disco doble que reúne canciones de sus tres últimos trabajos y dos temas inéditos, Buika hizo lo que le vino en ganas. Improvisó jugando con los multiformes sonidos que salen de su garganta, de su estómago o de su corazón. Recogió algunos piropos, sobre todo de su público femenino, para tirar frases cantadas. Lo hizo para llorar o para caer en largas carcajadas.
Dispuesta a curar heridas de varios amores pasados y bendecir a las solas y solos presentes en la sala, Buika pidió permiso para brindar con ron. Eligió calentar su garganta con ese trago tan propio de tierras cálidas, como lo es su Palma de Mallorca natal. Besó de a sorbitos el pequeño vaso hasta el minuto final de su concierto.
Como no podía ser de otra forma, a través del ron invocó a “su mamá Chavela”, como llamaba a la gran cantante mexicana. Para homenajearla, cantó y por momentos se estremeció con el último trago” y “Macorina”. Como si eso no bastase, a lo largo del show mechó cuantas veces pudo, extractos de canciones de la gran Chavela Vargas.
Si bien reconoció que cantar “Nostalgias” en suelo argentino no era una empresa para cualquiera, reclamó su derecho a hacerlo, y lo hizo agregándole tonos de flamenco hasta hacerla verdaderamente suya.
Buika va y viene por los géneros, amasa las canciones con su garganta inundada de risas y lágrimas, y deja pagando a quien quiera atraparla en alguna clasificación. Hace tiempo que dejó de ser sólo la “Perla Negra del Flamenco”.










