A principios del siglo XX, las lagunas que componen lo que hoy se llama la Reserva Natural del Iberá eran navegadas principalmente por cazadores, mariscadores y pescadores locales que hacían de esta actividad su medio de vida. Las canoas que utilizaban estaban hechas de timbo, un árbol autóctono de gran flotabilidad que es muy resistente al agua, y los laterales eran de chapa de cinc para alivianar el peso. Muchas veces, durante sus largas travesías que duraban semanas y hasta meses en busca de carpinchos, peces, yacarés y lobitos de río, incluso tenían que pasar encima de los embalsados, pues los canales se cerraban con la acción del viento y enfrentaban todo tipo de condiciones climáticas. Estos cazadores tenían una estrategia muy inteligente para mantenerse al reparo durante las lluvias y fuertes vientos: daban vuelta la canoa sobre los embalsados y la usaban como techo hasta que el tiempo mejorase. Durante décadas, varias especies fueron llevadas a los límites de la extinción y muchas otras, como el yaguareté y el oso hormiguero, no corrieron la misma suerte y desaparecieron por la acción del hombre con sus cultivos y por los abusos del comercio ilegal.


Durante la década del '70, el tráfico de pieles y plumas fue disminuyendo y en 1983, 1.300.000 hectáreas fueron declaradas Reserva Natural Provincial por el Gobierno de Corrientes, del que depende actualmente, y se transformó en una de las áreas protegidas más extensas de la Argentina. A nivel internacional, se lo considera el segundo humedal en importancia de Sudamérica, ubicándose por detrás de Pantanal, en Brasil.
Este maravilloso lugar no hubiese llegado a existir si el Río Paraná no modificaba su curso hacia el norte hace miles de años, abandonando el centro de la provincia de Corrientes y creando esa "depresión" que se transformó en lagunas, arroyos, canales, esteros y embalsados que absorben las precipitaciones y funcionan como una enorme y eficiente presa natural. Según los estudios más recientes, la presencia de vertebrados terrestres abarca unas 67 especies de mamíferos, 35 de reptiles y unos 45 anfibios. Asimismo existen apróximadamente 360 especies de aves, entre las cuales más del 90% son nativas o autóctonas de la región.

Una geografía con encanto
En los esteros existen dos lagunas principales: Luna, que con una extensión de 82 km2 se encuentra dentro de la Zona Intangible (ya no se puede visitar), e Iberá, que en guaraní significa Aguas Brillantes, y tiene una extensión de 54 km2. La laguna Iberá recibe año tras año miles de turistas argentinos y extranjeros dispuestos a navegar sus aguas y descubrir sus paisajes. Allí podemos encontrar dos Zonas Tangibles (se pueden visitar en compañía de un guía) formadas naturalmente entre los veriles de la costa y los embalsados: el arroyo Corrientes y Miriñay, ambos son navegables y es allí donde se encuentra la mayor cantidad de especies.


La laguna cuenta con el primer Centro de Interpretación, a pasos de la Colonia Carlos Pellegrini; tiene 35 lanchas con capacidad para 12 personas, aptas para la navegación en aguas abiertas, como así también en la Zona de embalsados. La gran diferencia entre navegar en una lancha con guía o hacerlo en forma privada es que con las lanchas autorizadas se pueden visitar los circuitos turísticos, que son los arroyos y canales que se forman entre la costa y los embalsados flotantes. Estos embalsados son grandes extensiones de juncos y plantas acuáticas que arman verdaderas islas donde se posan y encuentran alimento todo tipo de especies. Las navegaciones tienen una duración máxima de dos horas por turno y el control de las embarcaciones es muy estricto para asegurar bajos niveles de contaminación e interferir lo menos posible con el movimiento natural de los animales. En el arroyo Corrientes se pueden fotografiar yacarés negros y overos, garzas, carpinchos y casi 80 especies de aves diferentes.
Como solo puede haber un máximo de seis lanchas por circuito al mismo tiempo, es casi imposible cruzarse con otra embarcación, y la navegación por los canales es generalmente con el motor apagado para no espantar a los animales.

Un pueblo a la vera del agua
La Colonia Carlos Pellegrini es uno de los pueblos asentados a las orillas de los Esteros del Iberá y se puede decir que oficia de Capital de los Esteros. Cuenta con una población de unos mil habitantes y una amplia infraestructura para el turismo. La estancia El Rincón del Socorro, localizada dentro de la reserva, fue históricamente manejada como una estancia de producción ganadera hasta 1999, cuando fue adquirida por The Conservation Land Trust, fundación del enigmático y polémico Douglas Tompkins, quien ha creado varias casonas que están abiertas al turismo.


Desde el casco de la estancia o desde algunas de sus lujosas ocho habitaciones, no hace falta hacer grandes distancias con una 4x4 para tener encuentros cercanos con carpinchos, ñandúes, lechuzas vizcacheras, zorros, venados, ciervo de los pantanos y hasta osos hormigueros; simplemente hay que salir a pie con la cámara preparada a capturar los mejores momentos y paisajes.


El territorio argentino sigue deslumbrando a extranjeros y locales con escenarios naturales que no sólo permiten conocer y valorar más la naturaleza, sino que además obliga a todos a cuidarla para que generaciones posteriores puedan disfrutarla. z we