

No por ser un líder espiritual se pierde la afición a los motores. Las sillas gestatorias (provista de dos travesaños para ser llevada en hombros) quedaron relegadas para los museos cuando los papas de la Iglesia católica descubrieron las maravillas del motor a combustión. Desde Pío IX hasta Francisco, los pontífices se valieron de carrozas, autos, trenes, lanchas, camiones y hasta colectivos para llegar a la gente.
Un breve recorrido arriba de los papamóviles, esas máquinas de combustible espiritual, revela que hubo "papas fierreros", verdaderos aficionados a los vehículos. Un detalle que las automotrices más influyentes supieron aprovechar.
La prehistoria del papamóvil
El primer amigo de los motores fue el papa Pío IX, que presidió la Iglesia de 1846 a 1878. En 1858, adquirió dos vagones de tren que contaban con un oratorio, un salón de visitas y una habitación, decorado con ornamentos religiosos en oro y plata, y, por su intercesión, años más tarde se establecería una línea férrea hacia Roma.
Mucho después, sería el arzobispo de Nueva York, John Farley, quien intentaría llevar a los Papas a la nueva era de la movilidad: en 1909 donó un Itala 20/30, una limusina con motor de válvulas laterales y 5400 cm3, que Pío X rechazó por considerarlo muy ruidoso.
El primer automóvil llegaría al Vaticano recién con Pío XI, quien, en 1922, aceptó un Bianchi Tipo 15, con motor de 4 cilindros, 1700 cm3 y 25 CV, que alcanzaba los 70 km/h. Pronto, la casa automovilística regalaría un Tipo 20 y se adjudicaría el título de "proveedor pontificio".
Tras el reconocimiento del Vaticano como estado soberano -en 1929, con los Pactos Lateranenses-, las casas internacionales comenzaron a competir para regalar sus mejores ejemplares. En 1930 se sumaron al garaje púrpura un Fiat 525 M, un Isotta Fraschini 8 y un Graham Paige 837, pero solo éste último, parte de una producción acotadísima, fue usado por un Papa.
Luego se sumó el Citroën Lictoria Sex -en latín, "Seis sargentos"-, un vehículo especialmente acondicionado, que en la parte trasera llevaba un sillón de cuero repujado y terciopelo borravino, y lugar para dos acompañantes; tenía un motor de 6 cilindros de 2400 cm3 y entregaba una potencia de 42 CV para escalar hasta los 105 km/h.
En noviembre de 1930, Pío XI recibió un Nürburg limousine 460, diseñado por Ferdinand Porsche para Mercedes-Benz. A pesar de que lo utilizara para unos pocos paseos, la marca alemana se impondría cono el tiempo como la mayor proveedora de motores para los líderes espirituales católicos.
Los obsequios a la Santa Sede se cortaron con la Segunda Guerra Mundial. De 1939 a 1945, las cosas no estaban para regalos en el pontificado de Pío XII, por lo que las máquinas espirituales volverían 30 años más tarde, con Juan XXIII, a quien Francisco acaba de declarar santo para la Iglesa Católica. Antes de su elección, el patriarca de Venecia, Angelo Roncalli, había tomado la costumbre de visitar su diócesis en auto, lanchas y góndolas.
En 1963, Mercedes insertó un 300D Landaulet de caja automática, extendida en más de medio metro respecto al modelo original, un amplio techo desmontable, un trono en posición central, radio y aire acondicionado. El mismo pontífice bendijo su coche.
En cuatro ruedas por el mundo
Con la muerte del "Papa bueno", ese mismo año, llegó Pablo VI, quien inició las visitas apostólicas fuera de Italia. En la mayoría de sus viajes, se valió de vehículos oficiales, como la limusina Ford Lincoln Continental de techo recortado, baranda cromada y asiento elevado que utilizó en Nueva York. La compañía regaló el vehículo, que se usó para la visita a Colombia y se cedió a Cáritas para subastarlo. Un coleccionista alemán lo adquirió y, pocos años atrás, lo subastó por eBay en 30.000 euros.
Pablo VI creó, en 1973, el Pabellón de las Carrozas, una suerte de "museo de papamóviles", y se le adjudica haber subido al primer todoterreno blanco para pasear entre la multitud, en 1975. El término "papamóvil", no obstante, se popularizaría con el papa viajero, Juan Pablo II.
Karol Wojtyla, quien también fue declarado santo en el 27 de abril último, se lanzó a predicar por el mundo: en 27 años de pontificado, llegó a 129 países y recorrió un total de 1,25 millón de kilómetros. Tanto fue su empeño, que el Vaticano envió vehículos a las principales arquidiócesis del mundo para tenerlos preparados frente a inminentes viajes.
Con Juan Pablo II se hacen famosos los verdaderos papamóviles, esos coches blancos adaptados para el paseo y el contacto con la gente. La fama del papa polaco abrió la puerta a que otras empresas, no sólo las de gama alta, pudieran transportar a uno de los líderes espirituales y políticos más influyentes del siglo XX.
Hasta la compañía de utilitarios DINA preparó un minibus convertible para la visita a México en 1979. La carrocería, blanca y amarilla, contaba con laterales de vidrio, un sillón de cuero giratorio y asientos para una veintena de personas.
Ya en 1980, con "la era de los viajes" iniciada, se requirió de un vehículo que pudiera ir con el Papa a cualquier parte. Así, Daimler modificó el jeep Mercedes 230 G, dotándolo de una cabina de vidrio, pero no blindada. La motorización permaneció igual: cuatro cilindros en línea y 113 CV de potencia.
Una carrocería mítica y mística fue, es y será el Fiat Campagnola 500, el jeep descubierto con el que Juan Pablo II llegaba a la plaza San Pedro y sobre el cual fue abatido el 13 de mayo de 1981. Luego de recuperarse, continuó utilizando el mismo vehículo hasta sus últimos días. Hoy, se exhibe en los museos vaticanos.
¿Industria argentina?
En la Argentina, la fugaz e imprevista visita de Juan Pablo II, en junio de 1982 -motivada por la Guerra de Malvinas-, tuvo como vehículo oficial una camioneta Ford 350, especialmente acondicionada por el Automóvil Club Argentino a las medidas de seguridad e imagen dispuestas por el Vaticano tras el incidente de 1981.
Los operarios trabajaron ad honorem en jornadas de 24 horas. La carrocería fue encargada a la metalúrgica Bottegazzore, mientras que el vidriado, a Santa Lucía Cristales. Hoy, puede visitarse en Avenida del Libertador 1850. De ese viaje también se recuerda otro vehículo: luego de celebrar misa en Luján, Juan Pablo II subió a un colectivo Mercedes-Benz 1114/48 de la línea 501 y regresó a la capital junto con periodistas y fotógrafos.
En 1987, para su segunda visita al país, el "Papa viajero" utilizó una pick-up Chevrolet C-10. La camioneta, fabricada por Sevel Argentina, tenía una cabina trasera vidriada adelante y a los laterales, un sillón alto y dos asientos menores. Puede vérsela en el museo lujanense Enrique Udaondo.
Enla segunda visita también hubo un papamóvil Renault, acondicionado sobre la base de una Trafic, hoy en poder del Museo de la Industria, en Córdoba. La cabina trasera fue completamente removida y reemplazada por una cúpula blindada, a la que se accedía por unas barandas amarillas.
La historia vehicular de Juan Pablo II continuó con tantos otros vehículos modificados, como un camión Leyland de 24 toneladas (usado en Gran Bretaña), un Peugeot 504 (usado en Francia), un Land Rover Santan (para Colombia) y, desde 1990, los Clase S modificados de Mercedes-Benz, que fueron luego renovados con la Clase G.
El dominio alemán
Así, la historia llega a Joseph Aloisius Ratzinger, más conocido como Benedicto XVI. El Papa alemán parece haber sido un verdadero amante de los motores, tanto que el propio Michael Schumacher le obsequió el volante de la Ferrari con la que conquistó su último campeonato mundial de F1. Respecto de los vehículos, fue un asiduo de los Mercedes Clase G (un todoterreno utilizado como vehículo militar). No obstante, también anduvo en Mercedes Clase M y en un Renault Kangoo Maxi ZE (tipo van), la versión eléctrica de la generación más moderna de la ludospace francesa, con autonomía de 170 km y 60 CV.
En 2007, la marca de la estrella obsequió al papa bávaro un Clase G bastante particular, ya que poseía una cúpula de vidrio desmontable. El todoterreno de línea más clásica de la alemana posee un motor naftero V8 de 5,5 litros, con 388 CV y tracción a las cuatro ruedas.
El vínculo germano continuó tan aceitado que, en diciembre de 2012, el CEO del Grupo Daimler, Dieter Zetsche, obsequió un Mercedes-Benz Clase M convertido en papamóvil.
Pero con Francisco se abre un capítulo aparte. Pocos CEOs sueñan con repetir hoy el gesto de Daimler. Y hacen bien. En línea con su programa de gobierno austero y cercano a la gente, Francisco desestimó los vehículos de alta gama y prefiere coches comunes. Se dice que personalmente visitó el garaje pontificio para detectar "lujos innecesarios".
En sus viajes por la ciudad de Roma, utiliza vehículos "comunes" comprados por el Estado Vaticano, no regalado. Se lo vio arriba de un Ford Focus o un Volkswagen Phaeton de la gendarmería vaticana, "invisible" en el tránsito, salvo porque lleva la ventanilla baja para saludar a la gente.
En Brasil, durante la Jornada Mundial de la Juventud, que se llevó a cabo en Río de Janeiro, Francisco pidió acondicionar el papamóvil, al que se le cambió la cúpula cúbica tradicional por una placa curva, sin laterales, aunque blindada. Para los traslados, utilizó un coche común: un Fiat Idea Attractive (sin blindaje), que provocó en las semanas siguientes una demanda inusual en las concesionarias locales. Subir al Papa arriba de un coche sigue siendo una publicidad no tradicional de rápida capitalización.
Como Benedicto, Francisco también tiene amigos que le obsequien autos. No presidentes de automotrices internacionales, claro. En septiembre último, Renzo Zocca, un cura de Verona, le regaló al pontífice un Renault 4L, al que no dejó de lado, a pesar de tener encima 300.000 km. Otro gesto del Papa de fin del mundo. //














