En 1943, Juan Domingo Perón era secretario del Ministerio del Ejercito del gobierno de Farrel. En Europa, la Segunda Guerra Mundial estaba en entrando en su recta final. Mientras, en el partido General San Martín, Nello Tarquini ponía la piedra fundacional a la empresa de revestimientos que aún preside. Trabajaba en un bar, donde se reunían los empleados de una fábrica japonesa de botones. Allí, oí hablar de un material sobrante que quedaba de las ostras, que utilizaban para hacer los botones, recuerda Tarquini, de 88 años. Pensé que podía utilizar ese sobrante para imitar los azulejos que por la Guerra no llegaban de Europa.

Ese fue el inicio de Molinos Tarquini, la firma familiar de 84 empleados, que proyecta facturar

$ 22 millones este año, gracias al revestimiento de 1,5 millones de m2 de paredes.

La empresa tiene dos divisiones de negocios: un área de Productos Genéricos y otra de Desarrollos Específicos. La primera genera el grueso de la facturación y tiene el 28% de participación de mercado local de revestimientos. Las texturas que ofrece Tarquini vienen a remplazar los revestimientos con pintura. Sobre todo porque, en una única aplicación, pueden taparse imperfecciones del revoque y agregar protección a la vivienda con mayor duración en el mantenimiento y conservación, explica Carlos Tarquini, uno de los cuatro herederos del fundador y el único en la mesa chica de las decisiones de la empresa que de-sembolsará $ 5,6 millones en inversiones para mejorar la tecnología productiva entre este año y el 2014. La simplificación de la mano de obra es una tendencia en el rubro de la construcción. Por eso, crece el uso de las aplicaciones monocapa", agrega.

La división de Restauraciones llena de satisfacciones a la familia, ya que reúne varias obras en el patrimonio arquitectónico de Buenos Aires, como el edificio de Tribunales; el hotel Sofitel (Arroyo); el Museo de Tigre; la Catedral de Luján; la estación de Constitución y el Círculo Naval, de Córdoba y Florida, entre otros. Hoy, trabaja en la restauración de la Aduana de Buenos Aires.

La innovación, la pasión y la perseverancia son tres valores que atraviesan los 70 años de la firma. Entre las innovaciones que incorporó Tarquini está la explotación local de canteras de mármoles, abasteciendo el mercado con productos que no provenían de Europa. Por entonces, los mosaicos se solían hacer con los retazos de mármoles sobrantes de grandes construcciones palaciegas de la época", recuerda.

En 1951, sólo ocho años después de fundar la firma, comienza a realizar la molienda de esos materiales en Mendoza, algo inédito en el país. La iniciativa le permitió abastecer a todos los productores de mosaicos del país. Desde entonces, la familia tiene la cantera La Perseverancia, en los alrededores de San Rafael, Mendoza. Allí, extrae 2.200 toneladas de materiales por año, de las cuales 1.600 son procesadas en la planta de San Martín y el resto vendido a terceros.

En la década del '60, Tarquini viajó a Italia para llevar a sus padres a recorrer el sitio de donde provenía la familia y regresó con una nueva tecnología. "La explotación convencional por voladuras, fue relegada por el aserrado de las canteras, lo que permite obtener piezas uniformes", señala el presidente de la firma que , primero, importó una máquina para este fin, y, luego, replicó otra decena en la Argentina.

Hace 30 años, la familia impuso el símil piedra parís como un revestimiento novedoso, a tal punto que se transformó el apellido en un producto genérico.

"Revestimiento Tarquini, es más que un producto, es el resultado de satisfacer necesidades de la construcción, materializando la visión del arquitecto en la obra", resume Carlos Tarquini y señala que tuvo un primer uso en la década del '80, cuando se quiso trasladar la capital del país a Viedma, pero se impuso definitivamente en 1990. Hoy, es un producto muy utilizado por las viviendas en barrios cerrados.

Facundo Sonatti