

Es importante tener en claro que el proceso de búsquedas de inversiones es de beneficios mutuos. Por lo tanto, no debemos enfrentar a un inversor con miedo sino con respeto y con la convicción necesaria para sostener con firmeza una postura. Es verdad, el emprendedor necesita del inversor pero no es menos cierto que los inversores tienen la necesidad de emprender.
Ya sea por pasividad o desinformación hay quienes se acercan a un inversor casi resignados con un plan de negocio a la espera que éste le realice la propuesta económica. Sólo expresan cuánto dinero necesitan y dejan librada al inversor la decisión de la participación accionaria en la empresa y su retorno. Claramente, un error. Para evitarlo tenemos que tener presente que el inversor -en su rol de socio capitalista- busca una rentabilidad mayor a la del mercado y el emprendedor ofrece un negocio que, idealmente, cumple con esa expectativa. No se le pide que participe de una empresa sino que participe de un negocio.
La regla general es que quien invierte en proyectos lo haga si este ofrece un retorno anual del 20% como mínimo, sin embargo el proceso de negociación y de seducción de capitales va a estar definido por las capacidades de argumentación y, sobre todo, por el convencimiento del emprendedor.
Este último punto es fundamental. William E. Wetzel dice que "el tiempo aparece segundo, pero muy próximo al efectivo, en la lista de recursos escasos de todo emprendedor. No pierdas tiempo valioso pensando en reunir capital de riesgo hasta que te hayas convencido a ti mismo de que tu negocio generará riqueza sustancial para ti y tus inversores". Sin convencimiento no hay proyecto, y esa es tal vez la certeza más grande del emprendedurismo. El camino mejor marcado, que recomiendo transitar.











