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En los últimos años, la idea de alcanzar los150 años de vida dejó de ser un simple delirio de la ciencia ficción para instalarse en la agenda de políticos y multimillonarios.

Mientras algunos de los hombres más poderosos del planeta confiesan en público y en privado su obsesión por estirar sus días más allá de lo que la biología dicta, la ciencia avanza a pasos desiguales.

Entre trasplantes de órganos cada vez más sofisticados, experimentos que reactivan funciones cerebrales después de la muerte y laboratorios que fabrican piezas de repuesto humanas, el sueño de la inmortalidad parece estar más cerca, aunque todavía no al alcance de la mano.

Órganos de laboratorio: el plan para vencer la escasez de donantes

Uno de los principales obstáculos para prolongar la vida humana es la falta de órganos disponibles para trasplantes. Miles de pacientes mueren cada año en listas de espera que nunca se acortan, no porque falten donantes, sino porque muchos órganos no cumplen con los estándares médicos de "juventud" o funcionalidad. Para revertir esa situación, distintos equipos de científicos en Estados Unidos, Europa y Asia experimentan con órganos cultivados a partir de células madre.

Estos prototipos, llamados "bodyoids", buscan convertirse en piezas de repuesto a medida, capaces de reemplazar corazones, riñones o pulmones enfermos sin necesidad de depender de un donante.

El procedimiento todavía está en etapas iniciales y enfrenta enormes dilemas éticos y técnicos, pero el entusiasmo en el sector biotecnológico es evidente: si se logra estandarizar la producción de órganos en laboratorio, la esperanza de vida podría crecer de manera exponencial.

Cerebros que vuelven a la vida: la frontera más inquietante

La posibilidad de revivir funciones en un cuerpo que ya murió abrió uno de los debates más polémicos de la biomedicina. En 2019, investigadores de la Universidad de Yale sorprendieron por reactivar ciertas funciones celulares en el cerebro de un cerdo, cuatro horas después de haber sido sacrificado en un matadero. Mediante un sistema de preservación llamado BrainEx, lograron que las células volvieran a producir proteínas y que las neuronas recuperaran actividad metabólica.

Los científicos aclararon que el órgano no volvió a ser "consciente", pero sí demostraron que algunos procesos vitales pueden reanudarse aun después de la muerte clínica. Este experimento, que todavía genera inquietud en la comunidad científica, es visto por los entusiastas de la longevidad como una señal de que los límites de la biología son mucho más flexibles de lo que se creía

Del poder político al laboratorio de Silicon Valley

La obsesión por desafiar al tiempo no distingue entre ideologías ni fronteras. Líderes autoritarios como Vladimir Putin o Xi Jinping ya dejaron entrever su interés en terapias experimentales que podrían extender sus vidas más allá de lo imaginable. Para ellos, la biotecnología no solo es una apuesta personal, sino también una herramienta de poder: cuanto más se prolonga la existencia, más se prolonga el mandato.

En paralelo, los grandes empresarios de Silicon Valley financian proyectos que buscan detener o revertir el envejecimiento a través de la edición genética, los fármacos rejuvenecedores y la regeneración celular.

Aunque los resultados todavía no permiten hablar de inmortalidad, cada avance alimenta la convicción de que las próximas generaciones podrían superar con creces los límites biológicos actuales.