El 6 de noviembre de 1922, Howard Carter, un arqueólogo británico, descubrió la tumba de Tutankamón en el Valle de los Reyes, Egipto. El mausoleo había permanecido cerrado durante más de 3.000 años.
Este descubrimiento despertó un gran interés por la egiptología. De esta manera, el faraón se convirtió en una de las imágenes más icónicas del Antiguo Egipto.
Sin embargo, el hallazgo también estuvo rodeado de misterio y superstición. Esto alimentó una leyenda conocida como "La maldición de Tutankamón", una historia popular hasta el día de hoy.
Como inicio el mito
El mito de la maldición de Tutankamón inició con el fallecimiento de Lord Carnarvon, el mecenas de Howard Carter.
Carnarvon murió dos meses después del descubrimiento de la tumba, a los 56 años. La causa oficial fue una neumonía sobrevenida de erisipelas, una infección causada por estreptococos.
Sin embargo, la coincidencia de su muerte con la apertura de la tumba alimentó la superstición y dio lugar a la leyenda de que la tumba estaba maldita.
Las muertes detrás de la maldición de Tutankamón
Además de la muerte de Lord Carnarvon, se asociaron una serie de fallecimiento a esta maldición:
Richard Bethell, secretario de Howard Carter, murió en 1929 en circunstancias misteriosas. Existen quienes creen que se suicidó, mientras que otros creen que fue asesinado.
Alby Lythgoe, director del Museo Metropolitano de Nueva York, murió de un ataque al corazón en 1929.
George Benedite, un egiptólogo francés que visitó la tumba en 1926 murió en una caída en el Valle de los Reyes.
Campbell Bonner, un egiptólogo estadounidense que visitó la tumba en 1923 murió de un accidente automovilístico en 1928.
Dos de los hijos de Lord Carnarvon, Lord Porchester y Lady Evelyn Herbert, murieron en 1930 y 1969, respectivamente.
No hay pruebas científicas que apoyen la existencia de la maldición de Tutankamón. Las muertes mencionadas pueden explicarse por causas naturales o accidentales.