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En una operación que reconfigura el tablero energético internacional, Estados Unidos incautó frente a las costas de Venezuela el que describió como “el petrolero más grande confiscado en su historia”. Más que la retención de una embarcación, el hecho representa un gesto estratégico hacia el control de las mayores reservas probadas de crudo del mundo.
“Acabamos de incautar un petrolero frente a la costa de Venezuela, un petrolero grande, muy grande; de hecho, el más grande jamás incautado”, declaró Donald Trump este miércoles. Consultado sobre el destino del crudo a bordo, el presidente respondió: “Supongo que nos lo quedaremos”.
La acción marca la primera confiscación directa de un tanquero vinculado a Venezuela desde 2019 y ocurre en un contexto de incremento reciente de las exportaciones: el país sudamericano superó los 900.000 barriles diarios el mes pasado, su tercer mayor promedio del año.
El buque detenido zarpaba rumbo a un mercado clandestino internacional mediante rutas empleadas para evadir sanciones. Así lo confirmó el dirigente opositor venezolano Carlos Paparoni, quien señaló que estas operaciones involucran estructuras criminales asociadas con el régimen de Nicolás Maduro.
Las mayores reservas del mundo y un tablero en disputa
Venezuela continúa siendo un actor clave en la geopolítica energética por una razón central: concentra las reservas probadas de petróleo más grandes del planeta, incluso por encima de Arabia Saudita. Ese peso estratégico explica la atención internacional y el tono con el que el presidente Nicolás Maduro respondió horas antes de conocerse la incautación: advirtió que cualquier actor interesado en el petróleo de su país debe “respetar la ley” y afirmó que el país “no volverá a ser una colonia petrolera”.
Sin embargo, la oposición venezolana sostiene que la industria petrolera fue cooptada por redes irregulares que operan bajo la protección del gobierno, con vínculos internacionales que incluyen a Irán. Mientras tanto, el deterioro económico y social del país contrasta con el desvío de recursos estimado en estas operaciones paralelas.
Las sanciones estadounidenses modificaron de manera significativa el funcionamiento del sector. En condiciones normales, el crudo venezolano cotizaría alrededor de 58 dólares por barril, pero bajo el esquema actual se comercializa en torno a los 32 dólares, generando una pérdida sustancial de ingresos para Caracas.
Gran parte de este petróleo se dirige hacia China a través de intermediarios que operan fuera del mercado formal. Solo en 2024, al menos 113 buques transportaron cerca de 14 millones de toneladas de crudo venezolano hacia Asia, generalmente con fuertes descuentos para compensar el riesgo de sanciones. La intervención estadounidense envía una señal inequívoca sobre su disposición a cortar esas rutas.
Hoy fue interceptado el buque AZURE, una embarcación que salía de Venezuela con la intención de colocar petróleo en el mercado negro internacional, evadiendo controles, sanciones y utilizando rutas asociadas a redes criminales que operan junto al régimen de Nicolás Maduro.
— Carlos Paparoni (@CarlosPaparoni) December 10, 2025
La “flota fantasma”: el circuito paralelo del crudo sancionado
Para sortear el cerco internacional, Venezuela recurre a una red marítima conocida como la “flota fantasma”, integrada por petroleros que operan con identidades falsas, sistemas de rastreo apagados y banderas de conveniencia.
Este fenómeno no es exclusivo del país: se estima que alrededor de 1.200 buques se dedican al transporte de petróleo sancionado en el mundo, principalmente de Rusia, Irán y Venezuela.
Repercusiones en el mercado y temores entre navieras
La reacción en los mercados fue rápida: el Brent ascendió a 62,35 dólares por barril y el WTI cerró en 58,46 dólares. Aunque los movimientos fueron moderados, reflejan inquietud sobre el abastecimiento global a corto plazo.
No obstante, el impacto más significativo podría darse entre los operadores marítimos. La posibilidad de que un petrolero sea interceptado en aguas internacionales eleva considerablemente el riesgo comercial, lo que podría desalentar a las navieras que aún participan en el transporte de crudo venezolano. Una contracción de estas operaciones golpearía directamente la principal fuente de ingresos del país.
La excepción sigue siendo Chevron, que opera en Venezuela gracias a una licencia especial que le permite producir y enviar crudo bajo acuerdos transparentes con PDVSA. Este mecanismo contrasta con el circuito paralelo que domina el resto de las exportaciones.