La economía de Brasil creció un 1,2% interanual para el primer trimestre de 2018.
Fue una expansión que estuvo de acuerdo con las expectativas del mercado, que esperaban una mejora del 1,3%, con lo que mantuvo una tendencia demasiado lenta y gradual que no alienta expectativas de una recuperación clara, luego de la profunda recesión que sufrió en los años 2015 y 2016.
El Producto Bruto Interno logró de esta forma cuarta expansión trimestral consecutiva, aunque no logró conjurar los problemas de alto desempleo y reducida inversión que padece, además de contribuir al aumento de la tensión social en un año en que Brasil tendrá sus elecciones más inciertas en varios años.
Según los datos divulgados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IGBE), la mejora contra el último trimestre de 2017 llegó al 0,4%.
La capacidad del país para generar capital de inversión sólo aumentó del 15,5 % en los tres primeros meses del año pasado hasta el 16% en el primer trimestre de 2018.
Además de la reducida inversión, el crecimiento económico también está lastrado por el elevado desempleo, que en abril llegó al 12,9 % de la población activa, es decir 13,7 millones de desempleados.
El consumo igualmente siguió frenado por las altas tasas de intereses cobradas por los bancos, que aún no trasladaron a sus clientes la reducción determinada por el Gobierno. En abril la tasa promedio de intereses para capital de giro era del 321% al año y la de tarjetas de crédito del 331,6% anual.
"Brasil siguió creciendo este año, así como en 2017, pero a un ritmo muy lento y gradual", admitió la gerente de los estudios de cuentas nacionales del Instituto, Rebeca Palis.
"La recuperación viene siendo absurdamente lenta. La economía no empeoró pero da la sensación de que no anda", dijo André Perfeito, economista jefe de la corredora Spinelli.
Según los cálculos de esa firma, el nivel del PBI en el primer trimestre de 2018 es prácticamente el mismo que en igual período de 2012, con lo que se puede decir que Brasil no avanzó nada en seis años.
"La baja velocidad de recuperación es la causa real de la insatisfacción general que vive el país, reflejada en la actual huelga de camioneros y producto del ajuste recesivo en curso", afirmó Perfeito.
Según este economista, el ajuste fiscal impulsado por el Gobierno del presidente Michel Temer desde 2016, con una fuerte reducción del gasto público y de las tasas de interés, no tuvo el deseado efecto de incentivar la inversión particular, "que era su apuesta para la retomada económica".
Otro dato que preocupa es el descenso del superávit en las cuentas públicas para el mes de abril. Llegó a u$s 775 millones, lo que supone el peor resultado para el mes en los últimos 17 años, según el Banco Central.
La estadística incluye la diferencia entre los ingresos y los gastos del sector público del gobierno central, los regionales, los municipales y las empresas estatales.
En abril de 2017, el saldo primario, que no incluye lo que Brasil gasta con el pago de intereses por la deuda pública, fue de u$s 3451 millones.
En los primeros cuatro meses de este año, el superávit fue de u$s 1950 millones, frente al saldo positivo de u$s 4037 millones del mismo periodo del año anterior.
El Gobierno se impuso la meta de terminar el año 2018 con un déficit en sus cuentas públicas de alrededor de 43.000 millones, después de arrastrar un déficit de u$s 29.566 millones en 2017.