

- <b>El 2025, según el Fondo</b>
- <b>El 2025 de Argentina: volatilidad politica y financiera</b>
- <b>Un mundo partido: tres motores con destinos divergentes</b>
- <b>Comercio global y cadenas vulnerables</b>
- <b>Inflación y política monetaria: ¿más pausas o menos?</b>
- <b>Divisas en el centro de la tormenta</b>
- <b>Moody’s y su Perspectiva Global Soberana 2026</b>
- <b>Geopolítica y energía: sombras largas</b>
- <b>Qué puede pasar en la Argentina</b>
Cuando el calendario marca que noviembre ya pasó su mitad, es la época en la que abundan los balances del año que se va y, casi en paralelo, se acelera la publicación de informes que buscan anticipar qué puede traer el próximo.
No es solo una tradición del mercado: es una necesidad. El mundo se acerca al cierre de 2025 después de un año cargado de tensiones comerciales, decisiones políticas de alto impacto y movimientos financieros que reordenaron expectativas.
El 2025, según el Fondo
El 2025 estuvo marcado por la guerra comercial estadounidense, que reconfiguró flujos de bienes y encareció importaciones en múltiples países; una inflación que cedió más lento de lo previsto según el FMI, cuyo World Economic Outlook de octubre mostró que, para 2025, la inflación mediana de las economías avanzadas se ubicará en 2,4%, mientras que en los mercados emergentes descenderá a 5,9%. Los datos del organismo también proyectaron una caída adicional hacia 2026, con 2,3% y 3,7% respectivamente. Esta trayectoria confirma un proceso de desinflación global que avanza, aunque con velocidades muy distintas entre países, y que sigue condicionando tanto la política monetaria como las expectativas financieras.

En América Latina, el desempeño también mantuvo un ritmo discreto. Según la última proyección disponible del Banco Mundial —publicada en abril de 2025, ya que el organismo aún no emitió su balance regional de cierre de año— la región crecería alrededor de 2,1% en 2025. Aun si se trata de un estimado previo al último trimestre, el dato sirve como referencia para dimensionar un año en el que el impulso externo fue débil y las condiciones financieras permanecieron tensas.”
El 2025 de Argentina: volatilidad politica y financiera
En la Argentina, en tanto, el año estuvo atravesado no solo por el reordenamiento macroeconómico, el amesetamiento o ralentización de la desinflación en curso y las expectativas sobre el desempeño exportador, sino también por un clima político de altísima volatilidad. Entre septiembre y octubre el país vivió semanas de giro brusco: del desconcierto posterior a las elecciones del 7 de septiembre en la Provincia de Buenos Aires —que abrieron dudas sobre la capacidad del Gobierno de sostener su programa— a la euforia que siguió al triunfo de Javier Milei en las legislativas del 26 de octubre, un cambio que se apalancó, en una medida cuya cuantía es objeto de debate- por la intervención del Tesoro de Estados Unidos, las renegociaciones de swaps, la mejora en el acceso a financiamiento y la corrección acelerada de expectativas.

Fue un año en el que la política impactó sobre la economía en cuestión de días, y a veces, de horas.
Con este telón de fondo, y mientras el mundo encara el tramo final del año, comienzan a asomar las primeras proyecciones para 2026. Las señales todavía son heterogéneas, pero permiten ver un mapa económico que seguirá atravesado por tensiones, divergencias entre regiones y riesgos geopolíticos activos.
De cara a 2026, varias tendencias aparecen como dominantes. La primera es el probable mantenimiento de un escenario proteccionista, donde Estados Unidos podría sostener aranceles elevados y donde Europa evalúa respuestas ante el avance exportador de China. En ese contexto, los organismos internacionales coinciden en que la economía global transita un sendero de desaceleración controlada. La OCDE proyecta que el PIB mundial crecerá 3,2% en 2025 y 2,9% en 2026, en línea con un entorno condicionado por tensiones geopolíticas, condiciones financieras aún restrictivas y un comercio internacional que avanza con menos impulso que en la década previa.

La segunda tendencia es la divergencia entre los grandes motores globales. Estados Unidos entraría en 2026 con un crecimiento sostenido por la inversión en inteligencia artificial y por el consumo robusto de sectores de ingresos altos. China, por su parte, reforzaría su modelo de expansión industrial y exportadora —un componente central del último plan quinquenal— incluso a costa de una demanda interna debilitada. Europa, en cambio, enfrentaría otro año de crecimiento modesto: sus costos energéticos continúan por encima del promedio mundial y su industria muestra señales de agotamiento estructural.

Oxford Economics, en su informe “Global: Key calls 2025 – lo que hicimos bien y lo que no”, utilizó sus revisiones de 2025 como punto de partida para resaltar algunos de los principales determinantes que podrían marcar el próximo año. Su lectura plantea un mundo en el que persisten elevados aranceles, una división creciente entre economías y una reversión parcial de las cadenas de suministro, todo en un contexto de tensiones sostenidas
Un mundo partido: tres motores con destinos divergentes
Según Oxford, el excepcionalismo de Estados Unidos continuaría impulsando la economía global. Las inversiones en inteligencia artificial y el fuerte gasto de los hogares de altos ingresos sostuvieron a la economía estadounidense en 2025, y podrían seguir siendo un motor para 2026. Al mismo tiempo, la firma advierte que Europa podría seguir rezagada: sus costos energéticos, las políticas industriales rivales (como las de China) y los aranceles la exponen a una recuperación más lenta.
China aparece como otro gran protagonista: Oxford señala que las autoridades profundizaron en 2025 su modelo exportador, con subsidios industriales que le permiten mantener su competitividad. Esto podría intensificarse en 2026, generando presión sobre los productores europeos y elevados flujos de exportación, aunque con riesgos de deflación si la demanda interna no repunta.
Comercio global y cadenas vulnerables
Para Oxford, uno de los mayores riesgos es la persistencia o escalada del proteccionismo. La firma calcula que los aranceles impulsados por Estados Unidos en 2025 alteraron las cadenas globales, pero muchas empresas respondieron adelantando producción para esquivar las tarifas. Esa adaptación les otorgó resiliencia, pero la fragilidad política sigue siendo un foco central.
Además, Oxford advierte que un nuevo ciclo de barreras comerciales podría golpear especialmente a las pequeñas economías exportadoras asiáticas, que hasta ahora han sido parte del motor de recuperación. Si los aranceles aumentan o se vuelven más complejos, las cadenas globales podrían fragmentarse nuevamente, con un impacto negativo en el comercio y en la inversión.
Inflación y política monetaria: ¿más pausas o menos?
Un hallazgo clave del informe de Oxford es que la inflación en las economías avanzadas resultó más persistente de lo que había estimado la consultora, en parte por los aranceles y las restricciones migratorias. Eso llevó a los bancos centrales a adoptar una postura más firme: menos recortes de tasas de lo que algunos esperaban.
Para 2026, según Oxford, hay razones para pensar que algunos bancos podrían seguir siendo cautelosos con la relajación monetaria. La combinación de inflación importada, riesgo político y disrupciones comerciales podría frenar un ciclo expansivo de tasas.
Divisas en el centro de la tormenta
Oxford subraya que en 2025 el dólar perdió parte de su fortaleza, en buena medida por coberturas de riesgo político. Pero advierte que esa no es una caída simple: la volatilidad del billete verde podría mantenerse, especialmente si la política estadounidense se vuelve más impredecible.
También menciona que el yen y la libra fueron vulnerables, por sus propias dinámicas macroeconómicas y por tasas reales negativas en algunos casos. Si las tensiones continúan en 2026, esas divisas podrían seguir bajo presión.
Moody’s y su Perspectiva Global Soberana 2026
Por su parte, Moody’s publicó su Perspectiva Global Soberana 2026, con una mirada más fiscal y crediticia. Su conclusión principal es negativa: la elevada deuda, la rigidez presupuestaria y la incertidumbre política global —especialmente en Estados Unidos— limitan la capacidad de respuesta de los gobiernos frente a choques, incluso si el crecimiento se mantiene moderado.
La firma señala que muchos países cargan con niveles de deuda elevados, y que sus márgenes fiscales son estrechos. Eso limita su capacidad para reaccionar ante choques, ya sean comerciales, energéticos o financieros.

Moody’s también advierte que la capacidad de los gobiernos para consolidar sus finanzas es limitada porque muchos presupuestos son rígidos: los recursos disponibles para nuevas inversiones o políticas contracíclicas son escasos. Por eso, el riesgo de recalificación crediticia podría aumentar si se materializan escenarios adversos.
Geopolítica y energía: sombras largas
Los informes no omiten que el riesgo geopolítico sigue siendo elevado. Oxford advierte que conflictos —como los de Oriente Medio o la guerra en Ucrania— podrían disparar choques de oferta, especialmente en energía y materias primas. Esa posibilidad refuerza sus proyecciones de fragilidad comercial y financiera.
Moody’s, por su parte, señala que esos riesgos no solo afectan las finanzas públicas a través de un alza de precios, sino también por el deterioro institucional: en contextos inestables, las instituciones se debilitan y la respuesta fiscal se complica.
Qué puede pasar en la Argentina
Aunque los informes de Oxford y Moody’s están enfocados en el escenario global, algunos de sus riesgos tienen impactos locales relevantes en la Argentina. Por ejemplo:
- Si el proteccionismo se intensifica, podría afectar las exportaciones argentinas, especialmente del sector agrícola o manufacturero.
- La volatilidad del dólar global podría repercutir en el tipo de cambio local y en los flujos de inversiones.
- Si los precios energéticos suben por choques geopolíticos, el costo de importación de combustibles podría subir, impactando la cuenta corriente.
- Al mismo tiempo, el crecimiento moderado global limita mercados para la producción argentina, pero la presencia de la IA u otros sectores tecnológicos podría abrir nuevas oportunidades de integración.














