El desempleo en Brasil subió a 8,3% en el segundo trimestre, un incremento de 0,4% ante el primero del año y de 1,5% frente a igual período de 2014, según cifras oficiales divulgadas ayer que confirmaron el impacto de la desaceleración económica sobre el mercado laboral, una variable que se había reducido hasta sus mínimos históricos en el primer gobierno de Dilma Rousseff.
La presidenta de Brasil, que se jactaba el año pasado de haber creado 5 millones de puestos formales de trabajo entre 2011 y 2014, enfrenta hoy la realidad de 8,3 millones de desempleados, con índices más altos en San Pablo, el corazón productivo del país, donde la desocupación ascendió a 9% entre abril y junio, golpeando con fuerza al sector automotriz.
Con una inflación que ronda el 9% anual, perspectiva de retracción de la actividad para este y el próximo año y un déficit alto que el gobierno se propone mitigar con un profundo recorte del gasto público, el escenario es poco alentador en el mediano plazo. El Índice de Confianza del Consumidor que divulga mensualmente un reconocido instituto privado cayó en agosto 1,7%, a 80,6 puntos, el nivel más bajo desde que comenzó a medirse en 2005.
Los problemas externos, con la incertidumbre global en torno a la verdadera magnitud que tendrá la reducción de la actividad en China, afectan las expectativas en el gigante sudamericano. "Vamos a seguir teniendo dificultades incluso porque no sabemos cuál será la repercusión de todo lo que está sucediendo en la economía internacional", dijo la mandataria, que se mostró preocupada por "un efecto China muy acelerado", tras el derrumbe de las bolsa de Shangai, que cayó más de 15% entre lunes y martes.
"No podemos garantizar que la situación será maravillosa en 2016 pero tampoco habrá inmensas dificultades como dicen algunos", matizó Rousseff, que lidia con un fuerte descontento popular incrementado por las investigaciones sobre sobornos en Petrobras que acorralaron a medio centenar de políticos, en su mayoría oficialistas, y decenas de empresarios.
La mandataria defendió la devaluación de la moneda (ayer el dólar cerró cotizado a 3,60 reales, el valor más alto en doce años), que empujó el aumento de las exportaciones como antídoto contra la crisis y en ese sentido aseguró que Brasil sigue el camino de negociar acuerdos de libre comercio con México, Estados Unidos y la Unión Europea.