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A primera vista, acariciar a un perro puede parecer un acto trivial o simplemente una muestra de cariño. Sin embargo, la ciencia psicológica empezó a mirar este comportamiento con otros ojos, y los resultados son tan sorprendentes como reveladores.
Según investigaciones recientes, tocar a un perrono solo impacta en la salud emocional del humano, sino que también habla de rasgos profundos de su personalidad.
Qué dice de vos acariciar a un perro, según la psicología
Un equipo de psicólogos de las universidades de Florida, Carroll y Marquette analizó el impacto emocional que tiene acariciar a un perro, sea propio o ajeno. Su conclusión: este hábito refleja una personalidad más empática, paciente y emocionalmente conectada.
Las personas que tienen la costumbre de acariciar perros -incluso cuando no son suyos- tienden a mostrar:
Mayor sensibilidad y afecto
Capacidad de formar vínculos profundos
Tolerancia y paciencia
Amor por la naturaleza y la vida al aire libre
Este tipo de individuos suelen tener facilidad para conectar con otros, disfrutar de momentos simples y encontrar equilibrio emocional a través del contacto con los animales.
Beneficios emocionales de acariciar perros: lo que pasa en el cuerpo
Más allá del plano psicológico, el acto de acariciar a un perro tiene un efecto químico y físico directo en el organismo. Los investigadores hallaron que esta interacción:
Disminuye el nivel de cortisol, la hormona del estrés
Aumenta la liberación de oxitocina, relacionada con el bienestar, el apego y la confianza

Ayuda a estabilizar la presión arterial y la frecuencia cardíaca
Promueve un estado de calma y serenidad
Estos efectos se producen casi de inmediato tras el contacto físico, lo que explica por qué muchas personas sienten alivio emocional tras pasar tiempo con un perro.
Rutina, estabilidad y compañía: el rol emocional de los perros
Los expertos también señalan que convivir o interactuar habitualmente con perros puede contribuir a estructurar la vida de personas con ansiedad, depresión o falta de motivación.
Las responsabilidades básicas del cuidado -como sacar a pasear, alimentar y jugar- imponen una rutina que mejora la organización diaria y refuerza el sentido de propósito.
En este sentido, los perros no solo actúan como mascotas, sino como compañeros terapéuticos naturales, capaces de ayudar a atravesar momentos difíciles y fomentar una vida emocional más equilibrada.













