Un reciente estudio científico publicado en The Lancet encendió una alarma global: si no se toman medidas urgentes, la resistencia a los antibióticospodría causar la muerte de más de 208 millones de personas en los próximos 25 años.
Esta advertencia, respaldada por el análisis de más de 500 millones de datos, refuerza lo que la comunidad científica señala desde hace décadas: las bacterias están ganando una peligrosa carrera evolutiva frente a los medicamentos que alguna vez revolucionaron la medicina moderna.
El origen de esta lucha se remonta al descubrimiento de la penicilina por Alexander Fleming en 1928, un hallazgo que salvó millones de vidas y transformó la manera en que se trataban infecciones que antes eran letales.
Sin embargo, el uso excesivo y muchas veces indebido de estos fármacos, ya sea por automedicación o por su aplicación masiva en la agricultura y la ganadería, ha contribuido al desarrollo de bacterias cada vez más resistentes.
LaOrganización Mundial de la Salud (OMS) ya considera la resistencia antimicrobiana como una de las diez mayores amenazas para la salud mundial.
Y lejos de ser un problema de ciertos países o grupos de riesgo, puede afectar a cualquier persona, en cualquier parte del mundo. Esta resistencia prolonga hospitalizaciones, encarece los tratamientos y, sobre todo, pone en riesgo la vida de millones de personas.
Según el estudio, los adultos mayores serán quienes sufran con más dureza las consecuencias. Se prevé que en personas mayores de 70 años, la incidencia aumente más del 70% en países desarrollados, y supere el 200% en regiones como el norte de África y Medio Oriente.
En la práctica clínica, cada vez es más frecuente encontrarse con infecciones que ya no responden a los antibióticos disponibles. Esta situación complica procedimientos tan comunes como cirugías, trasplantes o tratamientos oncológicos, todos ellos dependientes de la eficacia de estos medicamentos.
Frente a este panorama, laOMSrecomienda adoptar hábitos que prevengan las infecciones: desde el lavado frecuente de manos y la vacunación hasta una correcta higiene alimentaria y prácticas sexuales seguras.
Además, los expertos insisten en la necesidad urgente de desarrollar nuevos antibióticos, mejorar el acceso a los ya existentes y capacitar a los profesionales y a la población sobre su uso responsable.
A pesar del escenario sombrío, hay un rayo de esperanza en el horizonte: la inteligencia artificial. Según especialistas, el uso de esta tecnología ya permiteacelerar la búsqueda de nuevos fármacos, lo que acortaría procesos que antes tomaban años a tan solo horas.