

Si se analiza la relación entre la Argentina y el FMI, y adicionalmente se hace una lectura objetiva de los indicadores económicos, se concluirá que la reactivación económica está firme y muy posiblemente continuará con similar intensidad el próximo año; aunque todavía no está garantizado que ese crecimiento (en torno al 6% real anual) pueda sostenerse a lo largo de un futuro más prolongado.
El acuerdo Argentina-FMI transita sin problema alguno; las metas cualitativas comprometidas (paquete antievasión, Presupuesto 2004) avanzan satisfactoriamente para lo que resta del presente año, y los objetivos de superávit primario fiscal casi con seguridad serán sobrecumplidos en este y el siguiente año.
Adicionalmente; la evolución industrial (la producción volvió a crecer el 2,6% mensual en octubre), la recaudación de impuestos, los 30 millones de dólares diarios comprados por el Banco Central, la oferta fuerte de crédito a corto e incipiente de préstamos a largo plazo, la creación de empleos y el importante aumento de las importaciones son todos signos de una consolidada recuperación económica.
Ahora bien, el acuerdo con el FMI genera algunas dudas a futuro, tanto si analizamos las reformas comprometidas (ejemplo: aprobación legislativa de un nuevo régimen de coparticipación federal de impuestos en agosto 2004); como si repasamos la inexistencia de metas cuantitativas de resultado primario fiscal más allá del próximo año. Si a esta legítima incertidumbre respecto de la relación futura con el FMI, le agregamos que el actual elevado superávit primario fiscal contiene impuestos distorsivos por no menos del 4% de nuestro PIB, que a pesar de los 30 millones de dólares diarios adquiridos por la autoridad monetaria sigue existiendo fuga de capitales (más de 4.000 millones de u$s durante los primeros 9 meses de 2003) y que las pendientes reestructuraciones (la del endeudamiento, los servicios públicos y en menor medida el sistema financiero) retrasan importantes inversiones y postergan la demanda de crédito (sobre todo la de largo plazo); luego es lógico dudar acerca de la sustentabilidad del crecimiento económico argentino en el tiempo. Es más, la historia económica reciente nos juega en contra: en las últimas tres décadas la Argentina jamás alcanzó un lustro de aumento del PIB ininterrumpido.
¿Cómo resolver, entonces, este divorcio entre la absoluta certeza de la presente reactivación económica y la también considerable incertidumbre económica para el mediano/largo plazo?
Algunos colegas sostienen que para transitar desde la actual recuperación económica hacia el crecimiento sostenido “cuanto antes hay que hacer todas las reestructuraciones pendientes y también “rápidamente tomar todas las decisiones económicas que permitan garantizar tanto la solvencia fiscal íntertemporal, como la competitividad económica sustentable.
Sin embargo, la Argentina actual nos ofrece un dato, y este es el gradualismo de nuestra política económica. El gobierno nacional prioriza el apoyo de la sociedad razón por la cual políticas de shock son descartadas, y en su lugar se opta por una política económica definitivamente gradualista.
Es justo reconocer que hasta ahora no le ha ido nada mal a esta estrategia. Esa mecánica fue la que se utilizó para destrabar el corralito y corralón financiero con éxito, ya que los depósitos y la liquidez de los bancos mejoran diariamente. También operó el paso a paso en la relación Argentina-FMI durante todo el año pasado hasta alcanzar, primero un positivo miniacuerdo en enero de 2003, para después firmar un favorable acuerdo en septiembre de este año.
Hasta hoy, el gradualismo de la política económica argentina no impidió el crecimiento. La clave del éxito argentino estaría más explicada por la existencia continua de racionalidad económica que por la rapidez de las decisiones económicas. La presente política económica gradualista con racionalidad posibilitará la acumulación de buenos presentes económicos y esto permitirá aumentar de modo considerable la probabilidad de un escenario de crecimiento económico sostenido.
Por último, ¿cómo monitorear la necesaria racionalidad económica durante el próximo año?
En la actualidad los frentes de conflicto más importantes son: deuda pública y servicios públicos. En la medida en que el gobierno nacional se vaya aproximando a una reestructuración de endeudamiento público lo más aceptable posible (sin reestructuración opera la irracionalidad) y cuanto más se avance en renegociaciones de contratos con empresas de servicios públicos (la reestatización significaría la irracionalidad), mayor será la racionalidad económica alcanzada y por ende más elevada la posibilidad de lograr el tan esperado crecimiento económico sostenido; siempre y cuando el Gobierno (aún atendiendo la emergencia social) refuerce su compromiso con la solvencia fiscal intertemporal y con una genuina competitividad económica.










