

A Mario Blejer, expresidente del BCRA y actual funcionario del Banco de Inglaterra, la distancia no le impide mantener una visión muy lúcida de la marcha de la economía argentina. Al consultársele recientemente en Davos respecto al riesgo de populismo en el país, Blejer apuntó: “Hay que definir populismo y no por las políticas que a uno no le gustan, sino por algo más concreto. Se trata de las medidas distributivas que se llevan a cabo sin tener en cuenta las restricciones macro. Esos excesos siempre terminan mal. No creo que haya populismo en Argentina .
En efecto, a Kirchner, después de un año y medio de mandato se le pueden apuntar unos cuantos vicios en su relación con la economía. Los cuestionamientos pueden resumirse en su virtualmente nulo interés en generar un clima de negocios propicio. A diferencia de la casi totalidad de los mandatarios del mundo, él desdeña la tarea de seducción a la comunidad de negocios y en cambio, parece empeñado en espantar inversiones con su retórica encendida contra la rentabilidad empresarial. Tampoco ayuda su peculiar estilo diplomático, en el que la informalidad se suele convertir en grosería y destrato hacia sus interlocutores. Ni compartimos su intención de devolverle al Estado un rol mucho más activo en la vida económica, no solo como regulador (un papel que nunca debió haber abandonado durante los ‘90) sino también como productor de bienes y servicios.
Pero más allá de todos estos cuestionamientos, no se puede considerar a Kirchner un líder populista si damos por buena a la –a nuestro juicio, precisa y atinada– definición de Blejer: al menos hasta ahora, la gestión de Kirchner y – particularmente– su vocación distribucionista han sido respetuosas de las restricciones macro, a punto tal que la fotografía actual de la macroeconomía argentina es la mejor en décadas. La baja inflación sin anclaje del tipo de cambio, la holgura de las cuentas externas y el superávit fiscal conforman una inédita conjunción de situaciones que dotan de una base robusta a la recuperación.
Si bien Kirchner se vio favorecido por algunos legados del pasado (la ausencia de presiones inflacionarias, la amplia brecha comercial), también es cierto que su manejo de la macroeconomía no está exento de mérito. Por caso, que la Administración Pública sea el sector en el que menos crecieron los salarios entre 2001 y 2004, es la prueba más fehaciente de su toma de distancia de la definición blejeriana de populismo.
Lo cierto es que, a pesar de su estilo y sus modales abominables, bajo el mandato de Kirchner llevamos dos años consecutivos de crecimiento económico al 9% y nos aprestamos a crecer en 2005 cerca de un 7% adicional. Esta convivencia de una expansión muy vigorosa con la hostilidad del clima de negocios se convertiría en un dilema sin solución si perdiéramos de vista la extraordinaria bonanza del escenario macroeconómico, a nuestro entender, factor excluyente a la hora de explicar la auspiciosa marcha reciente de la economía local.
La moraleja, de cara al futuro, es directa: la continuidad de la recuperación dependerá mucho menos de un improbable giro en el discurso kirchnerista que de la preservación a ultranza del actual escenario de consistencia .










