Quizás no pueda decir exactamente qué es, pero el efecto mariposa en algún momento u otro va influir sobre su vida.
Por despertarse cinco minutos más tarde uno puede perder un vuelo o un corto encuentro con un viejo amigo puede cambiarnos la vida. Cosas pequeñas que pueden causar grandes consecuencias.
Esa es la esencia del efecto mariposa, un término acuñado en 1972 por el meteorólogo Ed Lorenz. Él descubrió que la gran complejidad del sistema climático de la Tierra implica que diminutos efectos pueden generar gigantes fenómenos climáticos. Podría encontrarse una predicción totalmente errónea por no haber tenido en cuenta el aleteo de una mariposa en el otro lado del planeta. Ese simple aleteo podría introducir perturbaciones en el sistema que llevarán a la predicción de una tormenta.
Este es un fenómeno que aguó los pronósticos climáticos. Eso se debe a que todos los pronósticos comienzan con una serie de mediciones –temperatura, presión y demás–, que inevitablemente son menos que perfectos. El efecto mariposa amplifica estos pequeños errores hasta empantanar la exactitud del pronóstico.
No obstante, nuevas investigaciones indican que la única fuente de problemas quizás no sea el efecto mariposa sino el modelo matemático empleado para hacer los pronósticos.