Existe un nuevo contexto internacional; es seguro el cambio de la política monetaria estadounidense, producto del fortalecimiento de la economía norteamericana en todos sus frentes.

La segura política ascendente de las tasas de interés en los EE.UU. posiblemente aprecie el valor del dólar y sin duda impactará sobre la región latinoamericana. Por otro lado, el terrorismo provoca riesgo de suba en el precio del petróleo y la posible desaceleración económica en China amenaza el presente elevado valor de la soja.

Más allá del incremento de la incertidumbre respecto del valor futuro del dólar, del petróleo y de la soja; la certeza de la nueva política monetaria decidida por la Reserva Federal trae a la memoria la crisis mexicana con su impacto regional, sufrida hace diez años. Frente a un alza de los tipos de interés en Estados Unidos, ¿podría reaparecer otro Tequila en la región durante el 2005?

Los mercados, ante la duda, ya han actuado castigando los valores de bonos y acciones. Sin embargo, la afección macroeconómica sobre la región en esta oportunidad sería mucho más moderada que una década atrás. Primero, todo indica que la intensidad del impacto en 1994 fue mayor que el aumento de las tasas proyectado para los próximos doce meses. El salto de la tasa de interés de corto plazo desde el 3% al 6% anual a lo largo de 1994 resultó ser más agresivo que el posible incremento del 1% al 3% anual esperado en los siguientes dos semestres.

Adicionalmente, podría decirse que América latina se encuentra en una posición mucho más sólida para enfrentar un alza en las tasas de interés de la Reserva Federal que en la crisis del Tequila (México, 1994). Algunas de las fortalezas que logró construir en el transcurso de este período son una menor dependencia de flujos externos (cuentas corrientes prácticamente equilibradas), sistemas cambiarios más flexibles y políticas monetarias y fiscales que han sido conducidas de manera más prudente. No obstante, persiste un elevado nivel de endeudamiento público y externo a nivel agregado, que le imprime cierta vulnerabilidad ante un descenso en los flujos de capitales.

Es precisamente en este punto, donde conviene hacer una separación en dos grandes grupos de países. En el caso de Chile y México, el stock de endeudamiento (tanto público como externo) del período 1993-1995 se encontraba en línea con la performance regional, evolución que se disoció notablemente en la actualidad, donde ambos países poseen saludables ratios de endeudamiento (cercano al 20% del PIB en el caso de la deuda pública y al 40% en el caso del endeudamiento externo), los cuales se sitúan muy por debajo de la media regional.

Brasil, al igual que Latinoamérica, presenta fortalezas tales como el equilibrio de su cuenta corriente en su Balanza de Pagos, un tipo de cambio flotante y registros inflacionarios estabilizados. Sin embargo, su debilidad es mucho más considerable que el promedio regional; sus stocks de endeudamiento (externo y público) son en la actualidad muy superiores a los vigentes una década atrás.

El caso argentino merece sin lugar a dudas un párrafo aparte. El impacto de un movimiento alcista en las tasas de interés por parte de la Reserva Federal de los Estados Unidos resulta marginal para un país que se encuentra fuera de los mercados de capitales internacionales desde el default efectuado a comienzos del año 2002.

El proceso de suba de tasas internacionales no afectará a la Argentina de forma significativa, que mantendrá el mismo entorno de hiperelevado riesgo país (cuatro dígitos), escaso volumen de flujos de capital externos y mala calificación de deuda soberana por largo tiempo. De todas maneras, el impacto doméstico que tendría una eventual suba de la tasa de interés americana sobre la reducción del ingreso de capitales privados foráneos hacia nuestro país sería insignificante; no así el ruido que podría causar dentro del proceso de renegociación de la deuda pública.

El efecto más importante, sin embargo, no es cuantitativo, sino cualitativo, y responde al alejamiento de los extremos sobre los cuales están paradas las partes que negocian la reestructuración de la deuda pública, esto es, el gobierno nacional y los tenedores de bonos. Tal distanciamiento, ocurriría en la medida que un cambio en las condiciones externas de mercado volverá más exigentes a los tenedores de deuda respecto al cupón que están dispuestos a aceptar; y por la firme decisión que viene manifestando el Gobierno de no moverse de un superávit primario del 3% del PIB y de una quita del 75% sobre el stock nominal de deuda en default.

Ante esta nueva coyuntura, por cierto más compleja, instrumentos como el Fondo Anticíclico Fiscal y/o el agregado de un porcentaje de renta variable (cuando haya exceso de crecimiento económico) a los cupones de renta fija ofrecidos en la reestructuración, ayudarían a acercar a los extremos, actuando como instrumentos conciliadores, de forma tal que se pueda alcanzar una única y aceptable reestructuración del endeudamiento público argentino.

Una exitosa renegociación de nuestra deuda pública sobrecompensará la más elevada tasa de interés norteamericana, posibilitando el nuevo despegue de la economía argentina, que en la actualidad esta aterrizando.