El sector centroizquierdista de la Coalición Cívica (ARI tradicional y los socialistas no kirchneristas), presionará en los próximos días a Elisa Carrió por un progresivo retorno al progresismo, que considera abandonado en favor de alianzas de tinte liberal. Al fin, esa mixtura le dio a la candidata presidencial el segundo puesto en las recientes elecciones, con 23 por ciento de los sufragios.
El haber ganado unos nueve puntos con relación a las presidenciales de 2003, donde había quedado quinta, no es motivo suficiente para que los aristas, sobre todo, y en parte los socialistas, no presionen “por una mayor claridad conceptual , tal como sostienen en diálogos informales en los últimos días.
El ex radical Carlos Raimundi viene haciendo públicas en las últimas semanas sus diferencias con Carrió y lo propio ha hecho otra diputada nacional, María América González. Raimundi, inclusive, expresó su apoyo a las recientes postulaciones de Fernando Pino Solanas y Claudio Lozano. No son los únicos. Otros diputados atentos a los movimientos de Carrió son Emilio García Méndez, Delia Bisuti, Marta Maffei y Leonardo Gorbacz. Y, en especial, el propio jefe de la bancada, Eduardo Macaluse.
En el entorno de Carrió minimizan las disidencias y prefieren poner énfasis en la coalición de conductas, más que en inclinaciones ideológicas. El problema es que varios de los objetores lo que critican son justamente las conductas, al menos históricas, de los nuevos aliados de Lilita. Patricia Bullrich es el paradigma, pero no es el único caso.
Los socialistas que están con Carrió también están prevenidos, desde antes de los comicios, al punto de que Roy Cortina resultó electo diputado nacional por una boleta separada de la que encabezó Bullrich. Y el senador Rubén Giustiniani mantuvo prudente distancia de la reciente presentación del “gabinete en las sombras de la CC. Sí estuvo Margarita Stolbizer, pero la radical ya ha dado muestras de su independencia de criterio.