Estar al frente de una Pyme es una tarea reconfortante aunque también puede tener sus costos.

La obligación de sobrellevar el día a día y lograr que la empresa salga a flote suele no ser algo simple de soportar. Y entonces aparecen los inconvenientes, que pueden poner en riesgo la continuidad de la Pyme.

Lejos de ser un síntoma pasajero de un día de estrés, el burnout –algo así como estar quemado por el trabajo– afecta a uno de cada diez argentinos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), dos de cada diez personas sufren este síndrome y la tendencia "se agudiza en los países subdesarrollados", comenta Alberto Montenegro, psicólogo especializado.

"El estrés laboral es una condición que impone el ritmo actual, que si no se previene puede derivar en el síndrome el burnout, que es lo mismo que la inhabilitación total para hacer frente a las presiones", explica Cristina Mejías, Directora de CM Sociología de empresas.

Este inconveniente se multiplica en las personas que no logran adaptarse ni comprender el nuevo paradigma competitivo, lo que plantea una fuerte inseguridad laboral.

Producto del colapso económico y de la angustiante sensación de incertidumbre, no sólo el estrés laboral aumentó sensiblemente en el país durante los últimos meses.

Las consultas psiquiátricas crecieron casi 300% en el primer trimestre del año, según un informe de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).

Los directivos,

más expuestos

Si bien los directivos de empresas figuran a la cabeza entre aquellos grupos más expuestos a sufrir estos efectos, no son los únicos.

Los empleados también pueden ser blanco del estrés laboral, lo que también afectará la productividad de la empresa.

Entre las profesiones más expuestas a caer bajos sus efectos figuran el personal de seguridad, los médicos de guardia, los operadores de tránsito aéreo, los corredores de bolsa, los telemarketers y los profesores.

"Repercute en forma diferente el síndrome en un gerente de empresa en relación a un operario. Los primeros sufren cansancio emocional, en cambio los segundos caen en la despersonalización", comenta Montenegro.

La causa principal de esta enfermedad es el "desequilibrio que se da entre las perspectivas laborales del individuo que la padece y la realidad del trabajo diario", comenta Cristina de la Vega, de Acuarell Consultores.

El contexto laboral obliga a muchas personas a trabajar en exceso para demostrar lo que valen por miedo a perder sus trabajos.

En el caso de los que sobrevivieron a los despidos, deben cumplir con las tareas propias y heredadas de los que se retiraron. Y en el último caso, aparece la frustración de trabajar duro y no recibir recompensa alguna.

El ciclo del burnout es claro: se parte de un excesivo entusiasmo y altas expectativas por el trabajo, generando una adicción en la que se dedica todo el tiempo a servir un propósito.

Este desequilibrio emocional diluye la energía, que genera una sensación de estancamiento y frustración. En esta etapa aparece el mecanismo de defensa de la persona que es la apatía, el agotamiento emocional y la despersonalización.

Mejor prevenir que curar

Para prevenir el burnout, "se debería realizar un examen psicológico al empleado antes de ingresar a la empresa para evaluar cuál es la vulnerabilidad de la persona al estrés y una medición de las condiciones de trabajo a las cuales está expuesto", explica Montenegro.

La solución más eficaz para prevenir este síndrome son los cursos de formación destinados a aumentar la competencia psicosocial, los recursos emocionales del profesional y el fortalecimiento de la salud psicológica de los empleados.

Hoy en día muchas empresas brindan programas de manejo del estrés para sus empleados, porque saben que es la mejor inversión que pueden hacer para asegurar su negocio.

Recuperar el placer por el trabajo y responder desde el lugar de la salud, disminuye los riesgos del estrés y aumenta el entusiasmo por la profesión, que finalmente es el motor de cada persona.