

Varios de los indicadores que elabora el Indec están cuestionados. Algunos no se difunden más, como los que miden la distribución del ingreso cuya última publicación fue en el primer trimestre de 2007. Otros están puestos en duda: los que miden la pobreza, los referidos al nivel de actividad y al mercado de trabajo y, el más cuestionado de todos, el ndice de precios al consumidor (IPC). Aunque su elaboración se realizara con procedimientos incontrovertibles y perfectos, su credibilidad seguiría profundamente afectada. Un procedimiento al estilo de la ‘Comisión Boskin’ puede ser apropiado para corregir tales debilidades. El procedimiento, no las conclusiones del Informe Boskin.
En los noventa se debatía en Estados Unidos la forma de medir el aumento de precios. El Senado estaba preocupado por el impacto que la actualización de jubilaciones prevista por la ley en base al IPC provocaría las cuentas públicas. Por ello, la Comisión de Finanzas del Senado eligió en junio de 1995 a importantes académicos para evaluar la metodología de cálculo del IPC elaborado por el Organismo de Estadísticas del país (Bureau de Labour Statistics, BLS) y recomendar los cambios necesarios.
El Senado designó a su presidente, M. Boskin de la Universidad de Stanford, y también a los otros integrantes de la Comisión, reconocidos expertos en el tema: R. Gordon (Universidad de Northwersten), Zvi Griliches y D. Jorgenson (Universidad de Harvard) y E. Dulberge en ese momento gerente de IBM. La Comisión elevó su informe al Senado el 4 de diciembre de 1996 que sintéticamente se denominó como su presidente: Informe Boskin. El informe concluyó que el IPC calculado por el Organismo Oficial de Estadísticas sobreestimaba la verdadera inflación, un diagnóstico similar al que oficialmente se realizaba desde el Gobierno sobre los cálculos del Indec antes de su intervención a comienzos del año 2007. La Comisión Boskin realizó su trabajo, obtuvo sus conclusiones y realizó 12 sugerencias al Organismo de Estadísticas del Estado (BLS), 4 al Congreso de los Estados Unidos y otras tantas a profesionales, economistas y estadísticos. El BLS fue paulatinamente incorporando estas sugerencias.
La Comisión Boskin concluyó que el método utilizado sobreestimaba la inflación y realizó las sugerencias en base a este diagnóstico. Un diagnóstico que generó y genera múltiples controversias en todo el mundo en torno de la pregunta crucial: como se debe medir la inflación? Un diagnóstico y un método que incluso es compartido por una minoría de países, Suiza, Holanda y Estados Unidos entre otros. Un enfoque con el que discrepan muchos organismos oficiales de estadísticas en el mundo, entre los que se incluyen la oficina de estadísticas de la Unión Europea (Eurostat) y el Banco Central Europeo, que prefieren medir el aumento de precios en base a un patrón fijo de bienes, antes que adoptar el enfoque norteamericano que se basa en un patrón cambiante de bienes, técnicamente denominado ndice de Costo de Vida.
La Comisión Boskin fue de este modo un procedimiento transparente y científico de elaboración de estadísticas, que dejó claramente en evidencia virtudes y defectos de las estadísticas. Más aún, un procedimiento democrático que tuvo en el Parlamento un protagonista fundamental y que puede alumbrar el camino que deberá emprender el Indec tarde o temprano para generar las estadísticas que el país requiere.










