LOS LOWENSTEIN SE ESPECIALIZARON EN COMPRAS DE PROPIEDADES ENDEUDADAS, QUE LUEGO REMODELARON

De las hamburguesas a los hoteles de lujo

Desde fines de los ’90, cuando se fue del país, la familia Lowenstein se dedicó a crecer en el negocio hotelero de lujo. En sólo cinco años, montaron un emporio en la Florida y el Caribe

Los Lowenstein se hicieron famosos entre el empresariado argentino por haber sido los pioneros en replicar en el país el esquema estadounidense de cadenas de comida rápida, un negocio que iniciaron hace 30 años, cuando fundaron la cadena Pumper Nic.

Pero para el grupo familiar, conducido por Alfredo Lowenstein, el desembarco en el país de McDonald’s, en los ‘80, supuso el principio del fin en el negocio de las hamburgueserías, una actividad en la que volvieron a probar suerte en los ‘90, con Wendy’s, hasta que finalmente, en 1999, vendieron todos sus activos locales. Desde entonces, casi nada se supo de ellos, hasta ahora.

Tan lejos de aquellos orígenes en el fast food como de la Argentina, los Lowenstein le dieron forma al Grupo Lionstone, que hace punta en el mercado de bienes raíces de Florida y devino en un verdadero emporio hotelero en Miami y el Caribe.



Relaciones poderosas

En menos de cinco años, Lionstone pasó del anonimato al estrellato. En el mercado se estima que manejan activos por u$s 350 millones, entre propiedades, alquileres y la administración de siete hoteles de lujo. En el ranking corporativo mundial hotelero del 2003, la familia ocupa el puesto 265.

Gracias a sus relaciones con poderosos empresarios del sector y a la fortuna que supieron amasar en poco tiempo, las compras de los Lowenstein empezaron a concitar la atención del Miami Herald y los medios especializados. Sin embargo, la familia prefiere el bajo perfil.

El grupo familiar es el dueño mayoritario del lujoso Ritz Carlton, en South Beach, que se inauguró en diciembre del 2003, tras una inversión de u$s 200 millones. Y ahora tiene en carpeta construir un megaproyecto de dos torres residenciales y un hotel, en pleno microcentro de Miami (ver página 12).

No es todo: Lionstone maneja el Seville Beach Hotel, también en Florida, dos resorts en Aruba (Holiday Inn Sunspree y Bushiri Beach) y los hoteles Sheraton Resort, Hilton y Breeze, en Curaçao. Y en enero de este año el grupo continuó su expansión en el área, desembarcando en Saint Thomas, una de las tres islas vírgenes del Caribe. En los últimos seis meses, Lionstone lleva compradas 13,2 hectáreas, por las que pagó u$s 12,5 millones, en tres o cuatro operaciones. Y está a punto de cerrar la compra de otras 7 hectáreas, en terrenos sin desarrollar, por u$s 3 millones. Entre las joyas del holding también se cuentan las empresas Radar Management y VP Marina, dedicadas al negocio de la administración hotelera y de bienes raíces.



El secreto del éxito

Pese a que Alfredo, hoy CEO de Lionstone, ya tenia un puñado de propiedades en Miami –heredadas de su padre, que las adquirió en los ’70–, no fue sino hasta fines de los ’90 que el grupo comenzó a cobrar vuelo, cuando la familia tomó la decisión de expatriarse desde la Argentina al sur de la Florida y se metió de lleno en el nuevo negocio. Así, su hijo Diego devino en el CIO (director financiero), Martín Elortegui, cuñado de Diego y ex dueño de la agencia de modelos Ford, tomó la vicepresidencia de Proyectos; su hija Paula, diseñadora, se encarga de posicionar la imagen del grupo y está casada con Gabriel Boano, arquitecto responsable de las obras; Carla, la hija menor, colabora en el desarrollo de las páginas Web y Diana, la esposa de Alfredo, dirige una galería de arte en Coral Gables y define la decoración de los hoteles.

Con esa estructura, los Lowenstein se especializaron en la compra de propiedades distress, que luego remodelaron, asociándose con grandes jugadores, para convertirlas en un negocio millonario.

Las adquisiciones en el Caribe empezaron en 1997, cuando los Lowenstein aún operaban la cadena Wendy’s. El primer hotel fue el Curaçao Casino Resort, ahora devenido en un Hilton. Luego, en agosto del 2001, Lionstone ganó la administración del Breeze Curaçao, por u$s 6 millones. En paralelo, la familia compró en el centro de Miami el tradicional hotel Dupont Plaza, valuado ya entonces en u$s 15,8 millones. La idea original era mantener la explotación del hotel e invertir u$s 70 millones, pero fue desechada, tras el derrumbe del mercado de bienes raíces.

Pero en 2002 lograron el golpe de gracia: asociaron al proyecto al desarrollador inmobiliario italiano Ugo Colombo, reconocido por haber encarado con éxito los primeros edificios residenciales de la avenida Brickell, en pleno centro financiero de la ciudad. El nuevo plan conjunto, que comenzó a ejecutarse a mediados de este año, demandará u$s 350 millones. Allí, los socios prevén demoler el viejo hotel y levantar dos torres residenciales de lujo, de 48 y 60 pisos. Además, instalarán un hotel de categoría. Sólo en los próximos meses, Lionstone prevé desembolsar en Dupont y nuevos emprendimientos residenciales en el Norte de Miami y Fort Lauderdale unos u$s 300 millones.

Dos años atrás también se asociaron con la prestigiosa firma neoyorquina Flag Luxury Properties, para transformar el viejo hotel Dilido–propiedad de los Lowenstein– en el Hotel Ritz Carlton de South Beach. El nuevo establecimiento abrió sus puertas hace sólo nueve meses, y es hoy uno de los más lujosos de la ciudad.

Con su desembarco en Saint Thomas, Lionstone apuntará a levantar complejos de tiempo compartido y viviendas de lujo. De las 21 hectáreas adquiridas, el uso de unas siete aún está bajo revisión gubernamental por pedido de grupos ambientalistas, que se oponen a la desaparición de tierras vírgenes.



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