Había una agenda oficial muy clara para conseguir dólares, lo que iba a permitir al Banco Central (BCRA) dominar el gasto fiscal. Esto quedó trunco, con un Gobierno que apunta a la malvinización de la disputa con los holdouts. Lejos de una moderación, lo que se puede observar es una caída en la tasa de interés y un salto en la brecha cambiaria.
Al mismo tiempo, se está dando la mayor expansión del gasto de los últimos años (56%). Este es un intento de impulsar la macroeconomía mientras se asume que los costos del default no son altos, pero en realidad se cortó la agenda del crédito, lo que realmente permite impulsar la economía, moderar el nivel de inflación y el gasto público.
En este contexto, será difícil pagar la deuda y usar dólares de la reservas para financiar importaciones. En caso de seguir en default, habrá que ver cuál es la variable de ajuste: si no se consiguen dólares consistentes con los pagos de la deuda, el ajuste tendrá que venir por el lado de las importaciones y el nivel de actividad.
Asimismo, con bajas en la tasa de interés el BCRA está poniendo tope a la tasa de devaluación, con lo cual apunta a un mayor atraso cambiario. Si se quiere evitar una corrida cambiaria, habrá que conseguir dólares.
De todos modos, creo que en enero se define cuál es el rumbo de la economía. Se van a despejar las dudas acerca de una sobre reacción por el riesgo de la cláusula RUFO. En enero la cláusula habrá vencido y habrá más claridad acerca del camino que tomará el Gobierno. El único camino posible es adquirir dólares. Esta es la expectativa del mercado, con bonos que todavía reflejan precios de un acuerdo en enero.
Si para entonces la expectativa de mercado es la actual y los precios se sostienen en estos niveles, creemos que lo último que va a hacer el BCRA es corregir el tipo de cambio, que todavía está pagando la devaluación de enero. De lo contrario, la presión se va ver por el lado de la brecha cambiaria o la tasa de interés. Mantenemos nuestra proyección de un tipo de cambio a $9,10 para fin de año.