Las grandes guerras del siglo XX muchas veces fueron precedidas por un catastrófico error de cálculo. Los alemanas no anticiparon que Gran Bretaña lucharía por Bélgica en 1914. Stalin no tenía previsto que Hitler invadiría Rusia. Japón y Estados Unidos reiteradas veces interpretaron mal los motivos y las reacciones del otro en vísperas de Pearl Harbor. En 1950, Norteamérica no previó que China entraría en la guerra coreana.

Una amenaza similar de que un error de cálculo pueda conducir a una guerra sobrevuela la península coreana. Los dos líderes, Kim Jong Un de Corea del Norte y Donald Trump de Estados Unidos, son impredecibles. Es real el peligro de que malinterpreten las acciones de cada uno, lo que tendría consecuencias catastróficas.

Corea del Norte es una sociedad tan cerrada que hasta los especialistas académicos tienen problemas para interpretar su comportamiento. La opinión prevaleciente es que el afán de Kim por armas nucleares de avanzada tiene que ver con la búsqueda de seguridad. El líder norcoreano vio lo que le ocurrió a otros dictadores que no adquirieron esas armas Saddam Hussein de Irak y Muamar el Gadafi de Libia y concluyó que cualquier misil nuclear puede garantizar su supervivencia.

Esta idea es relativamente tranquilizadora porque sugiere que es poco probable que Kim use armas nucleares primero. Pero hay aspectos del comportamiento del líder norcoreano que no encajan con este panorama relativamente reconfortante. Si la disuasión es su única preocupación, ¿por qué Kim se complica la vida provocando a Estados Unidos, Japón e incluso a China?

El sábado Corea del Norte hizo su mayor ensayo nuclear. La semana pasada, lanzó un misil balístico que sobrevoló Japón. Quizá estas acciones sean los pasos necesarios para lograr la mejor forma de disuasión: un misil nuclear que podría llegar hasta Estados Unidos. Pero la rápida sucesión de provocaciones nucleares también lleva a que sea mucho más probable que los norteamericanos lleguen a la conclusión de que Kim realmente es un actor irracional, un "loco con misiles nucleares". Eso, a su vez, hace que sea más fácil presentar un argumento dentro de la Casa Blanca a favor de un ataque preventivo.

El riesgo de que Kim esté cometiendo un error de cálculo, lo que podría provocar un ataque norteamericano, sube con la imprevisibilidad de Trump. Prometió que Corea del Norte no estará autorizado a desarrollar armas nucleares que sean una amenaza para EE.UU. También repetidas veces sugirió que estaba preparado para lanzar un ataque militar preventivo; en un momento amenazó a Kim con "fuego y furia". Pero los esfuerzos del presidente norteamericano de usar política arriesgada para forzar a Corea del Norte a dar marcha atrás quedan debilitados porque hay dudas sobre la credibilidad de sus amenazas. Steve Bannon, ex estratega jefe de Trump, declaró que EE.UU. no puede atacar a Corea del Norte por el riesgo a una masiva represalia contra Corea del Sur que podría provocar millones de muertes.

La reacción de Trump frente al último y más poderoso ensayo nuclear norcoreano intensificó la peligrosa confusión sobre la política norteamericana. En vez de enfatizar la unidad de EE.UU. con Corea del Sur, el presidente eligió criticar a Seúl por su "contemporización" con Pyongyang. Eso, combinado a las noticias de que Trump activamente está analizando eliminar el Acuerdo de Libre Comercio entre EE.UU. y Corea del Sur, podría llevar a Corea del Norte a creer que sus provocaciones están funcionando porque está quebrando la alianza entre Washington y Seúl.

El presidente también ha dañado la credibilidad de Norteamérica en un momento crucial al tuitear que EE.UU. está analizando "poner fin a todo el comercio con cualquier país que haga negocios con Corea del Norte". Leído literalmente, eso incluiría eliminar el comercio entre EE.UU. y China, las dos economías más grandes del mundo; una acción que provocaría un caos en la economía global. La amenaza de Trump recalca su ingenuidad sobre las relaciones comerciales e internacionales. También refleja que el presidente se ve zarandeado por instintos opuestos: su proteccionismo innato podría anular su deseo de combatir la amenaza nuclear norcoreana.

Las confusas señales provenientes de la Casa Blanca intensifican el peligro de que haya errores de cálculo, y que no sólo se cometan en Pyongyang sino en Seúl, Beijing y Tokio. Al crecer la amenaza norcoreana, la reacción normal de Corea del Sur sería moverse en la misma dirección que su protector norteamericano. Pero si el gobierno de Moon Jae-in concluye que el mayor peligro no es que Corea del Norte ataque sino que Trump lance una ofensiva preventiva, los incentivos del sur cambiarán. Entonces podría pasar a ser racional romper públicamente con Washington.

El gobierno chino enfrenta una serie de cálculos similarmente compleja. Trump a menudo trató de convencer a Beijing de que ejerza más presión económica sobre Corea del Norte, amenazando con que EE.UU. tomará acciones militares unilaterales si China no hace que Kim entre en razón. China buscó aplacar a Trump endureciendo las sanciones sobre Pyongyang. Pero los chinos también tienen que considerar cómo Kim podría reaccionar si se lo pone contra las cuerdas. El riesgo de que use armas nucleares seguro subirá si se enfrenta a una potencial caída de su propio régimen.

Esos riesgos serían difíciles de manejar aunque los líderes en el poder fueran racionales e experimentados. Pero quienes toman decisiones clave son un empresario de 71 años, con temperamento volcánico y ninguna experiencia relevante, y un dictador de 33 años rodeado de psicópatas aterrados.