En una entrevista del año pasado, Barack Obama emitió una velada advertencia a Israel. Si los palestinos empezaron a creer que ya no era posible tener un Estado soberano, dijo el presidente norteamericano, "entonces nuestra capacidad de manejar las consecuencias internacionales va a ser limitada".

Los tumultuosos últimos días de la campaña electoral israelí, cuando el primer ministro Benjamin Netanyahu prometió no permitir nunca la creación de un Estado palestino, colocaron a Obama cerca de ese punto.

La administración Obama ahora se encuentra frente a una ingrata elección. Se puede pelear con el gobierno israelí y los legisladores republicanos si elige involucrar a la ONU en el proceso de paz, o enfrentarse con los palestinos y muchos europeos, que están más cerca de perder la confianza en Israel.

La declaración de Netanyahu sobre un Estado palestino y su comentario el día de las elecciones sobre los árabe-israelíes votando "en masa" claramente enfurecieron a la Casa Blanca, lo que llevó a la especulación de que la administración buscará algún tipo de revancha.

Pero los funcionarios norteamericanos también son concientes de que si no hacen nada, tendrán problemas tal como predijo Obama para manejar las consecuencias, incluyendo una campaña palestina más agresiva en pos de un reconocimiento internacional fuera del proceso de paz encabezado por EE.UU. y la mayor inestabilidad en Cisjordania.

"Si Netanyahu bloquea la puerta a las negociaciones y dice no a un Estado palestino, y algunas otras naciones no quieren que vayamos a las Naciones Unidas, eso abrirá las puertas del infierno", aseguró Saeb Erekat, principal negociador palestino, durante una conferencia de prensa en Washington.

La primera medida de la administración parece ser presionar a Netanyahu para que en los próximos días declare en forma mucho más estridente su apoyo a la solución de dos Estados quizás respaldada por nuevos compromisos que la forzada retractación que ha ofrecido hasta ahora. El lunes, Netanyahu también se disculpó por el comentario sobre los votantes árabe-israelíes.

A medida que la administración examina sus opciones ante la ONU, los diplomáticos piensan que lo más probable es apoyar una resolución del Consejo de Seguridad que detalle un marco para una solución de dos Estados, para que haya un plan sancionado internacionalmente en caso de que surja alguna vez la oportunidad de nuevas negociaciones.

Algunos diplomáticos de la ONU creen que esa debería ser la mejor forma de que EE.UU. proteja a Israel de una condena internacional más general. Sin embargo, la clave estará en los detalles. Los palestinos impulsaron resoluciones con fecha tope para la ocupación israelí en Cisjordania: otras resoluciones en borrador incluyeron fechas límite para poner fin a las conversaciones o un formato que incorpore mediadores externos, como los franceses, a todo lo cual EE.UU. podría rehusarse.

Una segunda opción sería que EE.UU. permita una resolución que declare ilegales los nuevos asentamientos, una propuesta que recibió 14 de 15 votos del Consejo de Seguridad en 2011, pero que fue vetada por EE.UU. Si bien EE.UU. probablemente no apoye ninguna amenaza de sanciones que algunos países quieren agregar a ese texto, sería un enorme avance.

La opción menos probable y más extrema sería que Washington respalde otro pedido palestino al Consejo de Seguridad para entrar en la ONU, tras el fallido intento en 2011.

Cualquier intento de presionar a Israel en la ONU probablemente generaría una furiosa respuesta de Netanyahu y de los legisladores republicanos, porque Obama podría estar tratando de vender un acuerdo nuclear iraní.
Pero si la administración no hace nada, se arriesga a perder el control del otro lado del proceso mientras los palestinos buscan nuevas maneras de aislar a Israel.