
Mientras México enfrenta dos años de austeridad estatal, nada simboliza mejor la sensación de malestar del pueblo que el aumento del precio de los huevos.
El crecimiento económico mediocre, el enojo por el aumento de los impuestos, la menor producción de petróleo que es el alma de la economía y la perspectiva de recortes del gasto público equivalentes al 1,5% del PBI este año y el próximo, son todos factores que están enfriando el buen ánimo que habían generado las ambiciosas reformas del presidente Enrique Peña Nieto, que supuestamente pondrían a México en la vía rápida hacia la prosperidad.
Pero el aumento del precio de uno de los alimentos favoritos de México recalca la volatilidad y la incertidumbre que nubla el horizonte. La segunda economía latinoamericana es la mayor consumidora mundial de huevos y las autoridades antimonopolio están investigando si la suba de los precios, que en algunos lugares se han duplicado en las últimas semanas, es el resultado de la manipulación del mercado.
Marta López, que dirige un restaurante de comida casera, Fonda Xóchitl, en la Ciudad de México dice que los precios de la carne, el pollo, los huevos y las verduras han subido. Siente el impacto desde el año pasado. "Yo aumenté los precios, pero me resulta difícil cubrir los costos", dice. No tiene muchas esperanzas. "No estoy segura de si la situación mejorará. Muchos dicen que sí, que a mitad de año. Pero no sé."
La inflación está controlada a principios de marzo estaba ligeramente por debajo del objetivo de 3% del banco central, pero Alberto Ramos, economista de Goldman Sachs para América Latina, considera que "la débil confianza de los empresarios y de los consumidores no ayuda la actual recuperación económica."
La situación no es implacablemente sombría: La economía mexicana tiende a moverse a la par de la estadounidense, que es el destino del 80% de sus exportaciones, y los pronósticos para EE.UU. están mejorando. La industria automotriz y los sectores de la construcción en México muestran un auge, y los precios de los servicios de telefonía móvil y de la electricidad están bajando, lo cual según el gobierno mexicano es prueba de que las reformas ya están dando frutos.
Además, los préstamos bancarios han aumentado, y el turismo, que movió u$s 16.000 millones el año pasado, también podría recibir un impulso de la reciente debilidad del peso mexicano frente al dólar y el efecto James Bond: parte de la última película de 007, Spectre, se está rodando en la capital mexicana. Como dice Edna Jaime, jefa del grupo de estudios México Evalúa: "El desempleo bajó, el empleo creció, pero el salario mínimo sigue siendo bajo, lo cual ayuda a explicar la falta de conexión entre la creación de puestos de trabajo y la sensación de malestar general."
Y agregó: "La reforma fiscal [que entró en vigor el año pasado] fue también un golpe. Creo que las familias mexicanas están sintiendo que sus ingresos se ven muy afectados y eso se refleja en el consumo".
Seis de cada 10 puestos de empleo en México están en el sector informal donde los trabajadores no pagan impuestos y no tienen beneficios, y el salario mínimo es de la miserable suma de 70,1 pesos (u$s 4,6) por día en el mejor de los casos. Eso abre un abismo enorme entre los multimillonarios y aquellos que trabajan en los centros industriales del país y los pobres de otros lugares.
Como escribió Salomón Chertorivski, secretario de Desarrollo Económico para el gobierno de la Ciudad de México, en el diario Reforma la semana pasada: "En el último trimestre de 2014, al 54,77% de los mexicanos con alguna ocupación no les alcanza el salario."
El gobierno está tratando de manejar mejor las expectativas de cuándo los mexicanos van a comenzar a sentir el beneficio de las reformas estructurales impulsadas en los dos primeros años de la presidencia Peña Nieto, especialmente las que estimulan los préstamos, fomentan la competencia, reducen los precios de las telecomunicaciones y alientan a un sector energético que se está debilitando.
Desafortunadamente para el gobierno, los precios internacionales del petróleo se derrumbaron mientras se estaba preparando para abrirse a la inversión privada en energía por primera vez en casi 80 años, lo cual trajo como consecuencia menores ingresos para un gobierno que depende del petróleo para financiar un tercio de su presupuesto y que ya está lidiando con una menor producción.














