Desde hace tiempo, Argentina es famosa por producir sacudidas económicas y políticas inoportunas. Las elecciones primarias nacionales del domingo no fueron una excepción. El gran vencedor fue Javier Milei, un inconformista economista libertario partidario de dolarizar la economía, recortar el gasto público, ampliar la tenencia dearmas y legalizar la venta de órganos humanos. Milei, un profesor de economía reconvertido en personaje televisivo, carece de experiencia ejecutiva y lleva menos de dos años en el Congreso. Su mensaje antisistema extremo se hace eco del de otros populistas de derecha como Jair Bolsonaro y Donald Trump. Resonó entre los votantes argentinos enojados por los persistentes fracasos del gobierno. El país lleva décadas sin aprovechar su abundante riqueza natural y rico capital humano. Milei obtuvo el 30% de los votos, muy por encima del número sugerido por las últimas encuestas y suficiente como para asegurarse el primer lugar en una votación que tradicionalmente ha actuado como un ensayo general para las elecciones presidenciales, parlamentarias y de gobernadores en octubre. La principal oposición de centro-derecha, Juntos por el Cambio (JxC), fracasó claramente en su intento de capitalizar el sentimiento nacional de ira, reuniendo sólo el 28,3%. El movimiento peronista, que ha dominado el gobierno desde el retorno de Argentina a la democracia en 1983, cayó al tercer puesto. La abstención, oficialmente obligatoria, superó el 30%. La inmediata conmoción del resultado obligó al ministro de Economía, Sergio Massa, a devaluar el tipo de cambio oficial, fuertemente distorsionado, y a aumentar las tasas de interés al 118%. Massa, que se postula como el candidato presidencial del peronismo, enfrenta ahora una ardua batalla para evitar un colapso económico total antes de que el próximo gobierno asuma el cargo en diciembre. Su promesa de no realizar más devaluaciones previa a las elecciones carece de credibilidad después de la medida de pánico del lunes, y los bancos locales podrían rechazar refinanciar la creciente montaña de deuda interna del Gobierno. La junta directiva del FMI enfrenta una desagradable decisión este mes: aprobar un nuevo desembolso de u$s 7,5 mil millones a Argentina, de un programa de refinanciamiento de u$s 44 mil millones, a pesar del incumplimiento de Buenos Aires en algunos de los objetivos acordados, o retener el dinero y correr el riesgo de desencadenar un colapso económico. En medio de tanta oscuridad, el optimismo podría estar lamentablemente mal colocado. Sin embargo, algunos inversores siguen siendo optimistas sobre las perspectivas a mediano plazo del país sudamericano. Consideran que el colapso del voto peronista es evidencia de que los argentinos están listos para una reforma de mercado profunda y dolorosa. El domingo, dos tercios de los votantes eligieron partidos de derecha o extrema derecha que desean reducir el sobredimensionado Estado, eliminar los controles cambiarios artificiales, detener la impresión de dinero del banco central y liberar los negocios. La floreciente minería de litio, la rápida expansión de la producción de petróleo y shale oil y las potentes exportaciones de agronegocios respaldan el argumento de que los fundamentals económicos de Argentina son sólidos. Los optimistas creen que Patricia Bullrich (JxC) tiene una buena posibilidad de ganar la presidencia e, incluso si Milei la superara, carecería de una mayoría en el Congreso y tendría que moderar su política en el cargo. Sin embargo, el camino de Argentina hacia la estabilidad económica y la prosperidad sigue siendo estrecho y peligroso. Los riesgos de una devaluación desordenada, una caída en la hiperinflación o una bancarrota del gobierno antes de las elecciones son reales. El vencedor de las elecciones presidenciales enfrenta la tarea herculeana de simultáneamente restaurar la confianza en la economía, llevar a cabo reformas dolorosas, recuperar la inversión y construir un consensonacional lo suficientemente sólido para evitar protestas sociales paralizantes. Eso sería un desafío monumental incluso para los políticos más hábiles y experimentados, y mucho más para un populista de extrema derecha con opiniones económicas no convencionales.