De repente se volvió lógico preguntarse qué pasaría si el euro desapareciera. El alza en los rendimientos de los bonos alemanes registrada la semana pasada indica que los inversores se tomaron más en serio ese posible escenario. Me contaron que los estudios jurídicos de Londres están asignando mucho tiempo a estudiar cuál sería la validez de los contratos nominados en euros entre partes de distintos países. Y, a decir por mi propia casilla de mensajes, los administradores de activos están empezando a preguntar qué pasaría.
Cuando se creó el euro, el proceso llevó años de cuidadosa planificación. La Unidad Monetaria Europea una canasta de montos fijos de monedas nacionales cotizó durante varios años antes de que su nombre fuera cambiado a euro el 1 de enero de 1999.
Esta película no se puede retroceder. Es difícil imaginar a los 17 países de la eurozona atravesando un proceso de diez años en el que las monedas nacionales serían primero reintroducidas, luego gradualmente habilitadas para tener cierto desvío contra las demás dentro de angostas bandas de fluctuación, para después finalmente cotizar libremente.
Es mucho más probable que haya una severa crisis, seguida de la reintroducción de las mismas moneda nacionales, después de lo cual algunos miembros actuales podrían retener el euro, o éste podría directamente dejar de existir.
Para los inversores, mucho dependería de cómo exactamente se despliega el proceso.
Si desaparece el euro porque unas pocas monedas periféricas lo abandonan, pero la moneda única sigue intacta, los inversores que tienen fondos dentro del sistema financiero alemán podrían esperar que esas tenencias en euros se revalúen contra las monedas de afuera de la UE, como el dólar. Mientras tanto, quienes anteriormente tenían euros en países como Italia probablemente pasen a tener la nueva lira, que rápidamente sería devaluada contra todas las otras monedas.
Otra posibilidad es que Alemania y otros pocos países elijan salir de la eurozona por temor a que la inflación se convierta en una amenaza inaceptable. Es difícil imaginar que este subgrupo quiera retener el título euro para su nueva moneda.
Supongo que los miembros restantes de la actual eurozona reintroducirían sus propias monedas nacionales. El euro dejaría de existir, y los inversores experimentarían ganancias o pérdidas según donde tengan (geográficamente) sus fondos. Una alternativa menos probable sería que un grupo sin Alemania retenga el euro, en cuyo caso se mantendría intacta una versión más chica, pero sería devaluada. El resultado de esto es que los inversores que tengan euros en contratos de divisas u otro tipo de contratos podrían ver que el valor de sus tenencias suben, bajan o quedan atrapados en medio de una incertidumbre legal de años.
Habría rápidos ajustes de competitividad en los mercados laborales y de mercaderías de la vieja eurozona. En todos los casos, la moneda utilizada en Alemania, se llame a o no euro, sería fuertemente apreciada.
Algunos podrían mencionar que muchos otros regímenes cambiarios han fracasado, y en general el cielo no se les cayó encima. Sin embargo, una desaparición del euro desordenada podría ser mucho peor. Los resultantes ajustes en los tipos de cambio serían grandes e impredecibles. Los perdedores probablemente quieran achicar el gasto en un mayor grado que lo que eleven el suyo los ganadores, por lo que la demanda agregada podría derrumbarse. Entre los principales perdedores estarían los bancos de los países que revalúen, porque el valor de sus activos extranjeros caería abruptamente.
Si el euro va a desaparecer totalmente, el tema de cómo manejar los contratos nominados en euros sería un laberinto legal. Mientras tanto, la financiación del comercio internacional podría derrumbarse por un período incierto.
